Significado de «antropología criminal (criminología)»

1. La antropología criminal es la rama del estudio científico del hombre que trata de la posible relación de las características físicas con la conducta criminal. La hipótesis de que toda violación de la ley tiene una base morfológica o física se sustenta en las teorías frenológicas y craneológicas de Franz Gall y Johann Spurzheim, que realizaron estudios criminológicos en las postrimerías del siglo xvi y comienzos del xvii. Según los frenólogos, los rasgos del carácter y la personalidad se localizaban en ciertas regiones del cerebro; los signos externos de estos rasgos podían ser reconocidos por protuberancias craneanas. Algunas prisiones de la época establecieron gráficos frenológicos para analizar a los reclusos. Véase Frenología; Gall, Franz Joseph.
   
   
   Rasgos físicos.
   
   
   Muy pronto otros científicos afirmaron la existencia de determinados síndromes morfológicos, o grupos de características físicas, que evidenciaban inclinaciones criminales. El más famoso de ellos, Cesare Lombroso (1836-1909), médico italiano, aseveraba que el delincuente era un criminal nato, una forma degenerada moral y biológicamente del ente humano, cuya configuración física era atávica, es decir, constituía una regresión a estadios biológicos anteriores (v. Atavismo). Las características físicas que distinguían al tipo criminal del normal eran, según Lombroso, orejas grandes y salientes, rebordes superciliares pronunciados con grandes senos frontales, voluminosos arcos óseos que se extendían a lo largo del lado frontal del cráneo bajo las cuencas de los ojos, barba escasa e irregular, mentón cuadrado y saliente, labio superior débil y «aspecto feroz». Lombroso insistió incluso en la existencia de tipos peculiares vinculados a formas habituales de conducta criminal. Véase Lombroso, Cesare.
   
   
   El inglés Sir Francis Galton observó, con ayuda de fotografías, el «aspecto degradado» de los convictos ingleses. El alemán Klaatsch afirmó que las personas poseedoras de «defectos sociales» o autoras de crímenes poseían cerebros parecidos en su forma y desarrollo al del hombre de Neandertal (v. Antropología; Neandertal, Hombre de). Dos australianos, Berry y Buchner, comprobaron que los cerebros, elegidos sin discriminación, de los criminales ejecutados presentaban una capacidad —tamaño— inferior al promedio normal. En 1899, Ales Hrdlicka declaró que de un grupo de 1000 criminales, 77, clasificados como «depravados», eran «reconocibles como antropométricamente diferentes» del resto del grupo; es decir, los 77 presentaban diferencias físicas mensurables que les distinguían de los restantes. Hrdlicka añadió, sin embargo, que no existía ningún signo o combinación de ellos que permitiera identificar a un individuo como criminal en potencia antes de que violara la ley.
   
   
   La mayoría de estas observaciones, limitadas al siglo xix, cedieron paso en 1913 al primer estudio antropométrico científico del criminal, realizado en Inglaterra por el doctor Charles Góring. Basándose en el estudio de 3000 criminales, Góring concluyó que no existían ni estigmas físicos del crimen ni tipo antropológico criminal y que los criminales no diferían entre sí o del resto de la población por sus particulares características físicas.
   
   
   Estudios de Hooton. Earnest A. Hooton, de la Universidad de Harvard, replanteó en 1939 toda la cuestión de la motivación biológica del crimen con su estudio comparativo realizado sobre 13873 reclusos de las instituciones penales norteamericanas y 3023 no criminales, entre los que figuraban bomberos de Nashville, asiduos a una playa de Massachusetts y unos cuantos enfermos dados de alta. Enunció la teoría general de que la criminalidad aparecía vinculada u obedecía a «inferioridad biológica» y, si bien rechazó la existencia de un tipo criminal determinado, afirmó que ciertos grupos de delincuentes se distinguían por presentar características físicas peculiares. En una de sus conclusiones establecía que el crimen es el resultado de complejas fuerzas biológicas y sociales, que determinan la selección del criminal entre los individuos inferiores mental y físicamente (v. Hooton, Earnest Albert). Al año de aparecer el estudio de Hooton, el profesor norteamericano William H. Sheldon y sus colaboradores, también de Harvard, publicaron Varieties of Human Physi-que, obra que intentaba correlacionar ciertos tipos de estructura somática con determinadas clases de personalidad. Un trabajo posterior de Sheldon, Varieties of Delinquent Touth, pretendía establecer la tesis de que la conducta es función de la estructura y previsible, en consecuencia, sobre la base de cuidadosas mediciones físicas.
   
   
   Partiendo de resultados posteriores, sin embargo, la mayoría de los criminólogos sostienen que no puede enfocarse la teoría de la motivación del crimen prescindiendo de las restantes consideraciones, pues, de ser la constitución biológica un factor, lo es únicamente en forma indirecta. Las investigaciones científicas han desacreditado las teorías de que las tendencias criminales se heredan a través del plasma germinal; que el criminal es una criatura atávica; que el infractor de la ley difiere de los restantes hombres por sus estigmas físicos que los individuos portadores de ciertas características somáticas abocarán fatalmente a una carrera criminal. La materia prima contenida en el plasma germinal y transmitida por la herencia, moldeada y modificada por la experiencia social, contribuye ciertamente a originar diferencias individuales hasta donde varía la herencia entre los seres humanos. Pero no son las diferencias físicas sino su manera de actuar recíprocamente con los factores personales y ambientales del individuo lo que determinará en definitiva si éste respetará la ley o la violará.
   
   Para más información ver: criminología.

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