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Arqueología en Italia

La arqueología en Italia es una disciplina que permite explorar y comprender el vasto acervo histórico del país, especialmente a través de los estratos de la antigua Roma.

A diferencia de otras civilizaciones como Egipto y Grecia, muchos edificios romanos han sobrevivido, aunque otros han sido enterrados por el tiempo y la destrucción.

Hallazgos como el grupo escultórico de Laocoonte han sido fundamentales para reconstruir la historia y el arte de esta rica herencia cultural.
 


arqueología en Italia
  1. El acervo histórico de Italia se enriquece con los estratos arqueológicos de la antigua Roma. Al igual que en Egipto y Grecia, muchos de los mayores edificios de la antigüedad romana ni fueron destruidos ni se perdieron nunca por completo. Sin embargo, la guerra, el fuego, la destrucción casual o voluntaria, la negligencia o la ignorancia enterraron bajo profunda capa de ruinas los objetos que sirven a la arqueología para reconstruir la historia y el arte del pasado. Cuando Rienzi descubrió e interpretó algunas antiguas inscripciones de Roma, que presentó como testimonio del poder democrático tribunicio y habían de valerle para el logro de su propia elección como tribuno romano (1347), se reveló indudablemente como adelantado, siquiera insconsciente, de la investigación arqueológica en Roma.

    Al ser descubiertos en 1506 en las termas de Tito el grupo escultórico de Laocoonte y sus dos hijos retorciéndose entre los anillos de las serpientes y el cuadro de Héctor y Andrómaca, una nueva ola de entusiasmo vino a añadirse al ímpetu del «Renacimiento de las Ciencias», de igual modo que los hallazgos de Herculano en 1711, repetidos en 1738 y 1753, sirvieron para acentuar el renovado interés por las glorias enterradas del pasado.

    La verdadera excavación de Pompeya no empezó hasta 1808, aunque ya en 1748 se realizaron los primeros intentos. La zona más remuneradora para los arqueólogos fue la de Toscana. De 1827 a 1829 fueron descubiertas en Corneto y Vulci tumbas etruscas, con paredes decoradas de pinturas en que se mezclaban elementos mitológicos y arcaicos. Luego la atención de los arqueólogos se dirigió de nuevo hacia Pompeya, donde en 1831 apareció el mosaico que representa a Alejandro Magno en la batalla de Iso (Issus). En Etruria se han descubierto más de 7000 cámaras sepulcrales de las cuales solamente tres se hallaban intactas. La de Regulini-Galassi en Cervetri, primera descubierta, proporcionó un valiosísimo conjunto de joyas de oro y plata, que puede considerarse como uno de los más importantes hallazgos arqueológicos. Otras tumbas de importancia son las de Barberini y Bernardini. En 1884 aparecía en Chiusi (Clusium) el jarrón François. Las mejores pinturas de las tumbas etruscas, copiadas casi tan pronto como salían a la luz, constituyen hoy el principal ornato de la gliptoteca Ny-Carlsberg de Copenhague.

    Los primeros documentos escritos que nos han legado los colonizadores de las tierras que baña el Mediterráneo contienen implícita la tradición de que, con anterioridad a ellos, esta zona estuvo habitada por otros seres humanos. Estos remotísimos pueblos recibieron en Grecia el nombre de pelasgos o autóctonos, esto es, nacidos del mismo suelo. En Italia recibieron el nombre de aborígenes. Aunque los romanos consideraban a los etruscos como sus predecesores, abrigaban la convicción de que existieron otros pobladores todavía más antiguos. Hoy sabemos que ya en el periodo glacial habitaron seres humanos las islas y costas mediterráneas. El descubrimiento de una necrópolis en Villanova, cerca de Bolonia (1853), fue el primer indicio de la existencia de pueblos prerromanos en Italia. Tan distintos eran los objetos hallados a todo lo conocido que hubo de definirse a tal pueblo con el nombre de «villanoviano». Hoy día se distinguen periodos Villanoviano, Bennacci, Comacino, Atestino, Picentino y otros muchos, que se subdividen por eí estudio comparativo de su industria en bronce y cerámica de tal suerte que la prehistoria italiana aparece tan claramente definida como la mesopotámica.

    El hallazgo de la necrópolis de Certosa cerca de Bolonia (1871) proporcionó los medios tan urgentemente necesitados para establecer comparaciones con la de Villanova. Una necrópolis etrusca, descubierta en 1928 cerca de Valle Treba, contenía notables jarrones griegos.

    Para más información ver: arqueología.
Actualizado: 23/02/2015

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