Significado de «bosque»

1. m. Terreno poblado de árboles, monte. Extensión de tierra cubiertas de árboles y vegetación.
   
   Los bosques son ecosistemas naturales que juegan un papel fundamental en la regulación del clima, la conservación de la biodiversidad y la producción de oxígeno.
   
   También son importantes para el ser humano, ya que nos proveen de recursos como madera, alimentos, medicinas y espacios recreativos.
   
   Los bosques pueden ser de diferentes tipos, como bosques tropicales, bosques templados, bosques de coníferas, entre otros.
   
2. fig. Barba o cabellera enmarañada.
   
3. (bosque maderable) El que da árboles maderables.
   
   
   Origen etimológico de bosque: proviene del provenzal antiguo bosc, y este a su vez de la palabra latina tardía boscus, a su vez del bajo fráncico *bosk- , de origen ulterior incierto. Comparar el catalán bosc, el francés bois o el italiano bosco, así como, más remotamente, el alemán Busch, el danés busk, el inglés bush, bosk, boscage, el neerlandés bosch o el sueco buske

Origen de la palabra: (b. l. boscus.)


m. Sitio poblado de árboles y matas.
—maderable. El que da árboles maderables. Ver: bosque maderable
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2º artículo

1. Nombre dado a una considerable extensión de terreno cubierta de árboles.
   
   Científicamente tiene, sin embargo, mayor significación que la de un simple conjunto de árboles, ya que se trata de una verdadera sociedad vegetal en que cada individuo lucha por el espacio, la luz y el alimento e influye en sus vecinos de diversos modos.
   
   En el seno de esa sociedad viven también plantas epífitas, arbustos, hierbas, musgos y otros vegetales. Como colectividad, el bosque posee vida, carácter, forma y leyes propias. Influye y se deja influir por el medio.
   
   El bosque virgen representa la serenidad de las fuerzas naturales: es la naturaleza equilibrada. En él conviven árboles de todas las edades y tamaños, más o menos mezclados. Como ser independiente, el árbol crece, se reproduce y muere para dar paso a otros.
   
   El crecimiento anual del conjunto es equivalente al de su merma por degeneración.
   
   Sin embargo, difícilmente escapa el bosque a la acción devastadora de los elementos: unas veces son los huracanes, que dejan señalado su recorrido a través de la masa de árboles; otras el fuego, que, provocado por el rayo en algún rincón del bosque, se propaga y extiende hasta devastar zonas enteras; otras, en fin, son los insectos, que atacan y diezman las huestes arbóreas.
   
   La naturaleza tiende a reparar tales devastaciones y repoblar los claros dejados por ellas con nuevos individuos que, si a veces presentan diferente composición, acaban por asumir el carácter y forma irregular de sus predecesores.
   
   Con el hombre llega al bosque un nuevo agente de destrucción. Sus métodos de explotación en regiones recién descubiertas son de ordinario brutales, ya que sólo busca la satisfacción de necesidades inmediatas, sin pensar para nada en la conservación del bosque.
   
   No pocas veces es culpable de la propagación de incendios, que parecen igualmente preocuparle bien poco. La vegetación volverá a extenderse gradualmente si quedaron semillas y el fuego no estorba su desarrollo. A menudo ocurre, sin embargo, que éste continúa haciendo estragos.
   
   En las regiones húmedas los árboles crecen en tupidas masas que ni el sol traspasa. En las semiáridas, la vegetación se presenta más rala, de modo que las copas de los árboles no se tocan en muchos casos.
   
   Como modalidades o tipos característicos distinguiremos:
   
   1) el «bosque tropical» o «selva virgen», de vegetación perpetuamente verde, árboles que a menudo alcanzan alturas de 50 m y abundancia de lianas y epifitas;
   
   2) la «selva monzónica», característica del Asia sudoriental, con vegetación también frondosa, pero intermitente, ya que, al llegar la estación seca, se paraliza con desprendimiento de la hoja; y
   
   3) el «bosque de verano», propio de las zonas templadas. Si se compone de una sola especie, recibe nombres -especiales: pinar, robledal, castañar.
   
   Al llegar el invierno, pierde la hoja. En un escalón inmediatamente inferior aparece le «monte bajo» o «garriga», sobre todo en los países templados.
   
   En él predominan los arbustos y matas leñosas de carácter xerófilo, raíces profundas y hojas coriáceas: retama, tomillo. Este tipo de bosque recibe entre nosotros frecuentemente el nombre de «matorral».
   
   El terreno aparece más o menos recubierto de matas y arbustos, bajo los cuales se forma una capa de «humus». Estas asociaciones vegetales desempeñan un papel importantísimo en la preservación del suelo, al que liberan de los efectos catastróficos de la erosión.
   
   Los bosques rinden inapreciables servicios al hombre directa e indirectamente. Directamente, al proporcionarle materias primas de importancia fundamental para el desenvolvimiento de su existencia: frutos, madera, carbón, celulosa,. alcohol, resinas, esencias, ta-nino, celuloide, corcho... Indirectamente, como reguladores indispensables de las condiciones climáticas necesarias para el desarrollo de la agricultura y hasta para el bienestar fisiológico humano.
   
   Recordemos que las hojas de los árboles despiden por sus estomas grandes cantidades de agua extraídas de las capas profundas del suelo. Se calcula que un árbol de buen tamaño puede evaporar así de 200 a 300 litros diarios de agua en verano.
   
   Sólo una hectárea de bosque suministrará, según ello, a la atmósfera de 20000 a 30000 litros de agua. Estos datos bastarán para comprender la enorme influencia de los bosques sobre el régimen de lluvias y el clima de una región.
   
   

   Los bosques y el clima

   
   
   A su vez la existencia de los bosques depende primordialmente de las condiciones de humedad y temperatura del ambiente. La falta de humedad hace que en todos los continentes existan grandes extensiones interiores desarboladas.
   
   Por su parte la baja temperatura impide el desarrollo de bosques en las latitudes septentrionales o las grandes altitudes. Las regiones dotadas de humedad suficiente estaban originariamente cubiertas de bosques prácticamente ininterrumpidos.
   
   Los claros sólo se presentaban en ellas a causa de las condiciones adversas del suelo o la acción de los agentes destructores, tales como el fuego, el viento o los insectos.
   
   A diferentes condiciones climatológicas y locales corresponden especies arbóreas distintas en tamaño, madera, forma, clase, cantidad y productos. Allí donde las condiciones de temperatura y humedad sean más favorables se producirá mayor variedad de especies.
   
   Éstas, por el contrario, disminuirán a medida que se alcance el límite , de vegetación arbórea en las cordilleras y altas latitudes. En climas fríos y regiones semiáridas predominan las coníferas.
   
   En lugares próximos al ecuador o suficientemente húmedos aumenta el número de especies y disminuyen o desaparecen totalmente las coníferas. Así, en los países nórdicos, Canadá y parte de Estados Unidos, Alaska, Norte de Rusia, Finlandia y Península Escandinava, se extienden amplias superficies de bosques con predominio de coníferas.
   
   En las grandes zonas templadas, los bosques se componen de especies de madera dura y coníferas, con predominio de unas y otras según las condiciones locales. En los trópicos, donde quiera que las lluvias sean copiosas, las especies duras se desarrollan variada y profusamente.
   
   

   Panorama mundial de los bosques

   
   
   En general, la Europa occidental escasea actualmente en productos forestales, encarecidos enormemente tras la acción devastadora de dos guerras mundiales.
   
   Se calcula que a lo largo de la zona de fuego en Rusia quedaron prácticamente arruinadas unas 6500000 ha de bosques en la primera de esas guerras. La suerte no fue más lisonjera para los bosques franceses, de los que quedaron arrasadas unas 500000 ha.
   
   Algo semejante cabría decir de los bosques de Inglaterra y Escocia. Los escandinavos y suecos, así como los alemanes y centroeuropeos, se vieron también considerablemente mermados en la misma coyuntura.
   
   Sin tiempo para la recuperación de las zonas devastadas llegó la segunda guerra, que dio buena cuenta de los pocos bosques que se habían salvado de la primera. La aguda escasez de madera se vio reflejada en la triste tala de árboles de los parques urbanos para atender a las necesidades más apremiantes.
   
   En Finlandia y el norte de Rusia se extienden grandes superficies forestales que subvienen a las necesidades propias y a las de Europa occidental.
   
   En algunos países tropicales abundan igualmente los bosques, como en Filipinas, algunas zonas de la India, Borneo y regiones vecinas, parte de África y zona húmeda de América del Sur. No obstante, presentan en general dos grandes inconvenientes estos bosques tropicales: la falta de especies coníferas y las dificultades de explotación.
   
   Se halla extendida la creencia de que las maderas tropicales no pueden reemplazar adecuadamente a las propias de la zona templada, por más que existan entre las primeras no pocas especies de análogas cualidades a las más corrientes de las segundas, como el roble, el nogal, el olmo.
   
   En todo caso, la lejanía de los bosques tropicales y el costo de su explotación y transporte de productos les impide prestar a los habitantes de las zonas templadas la misma ayuda que éstos reciben de los bosques locales de dimensiones mucho más modestas.
   
   En cuanto a los países americanos del Norte, se vieron sometidos a talas devastadoras que sólo la abundancia de bosques vírgenes pudo soportar.
   
   Los bosques canadienses son grandes en extensión, pero en no pocos lugares los árboles resultan pequeños. Por añadidura, los incendios han devastado grandes territorios.
   
   En la actualidad puede decirse que la parte oriental del país necesita prácticamente de toda la madera que tala para alimentar sus grandes industrias de la carpintería y el papel. En el resto del Canadá, la agricultura y la industria en crecimiento constante absorben gran parte de sus posibilidades forestales.
   
   En cuanto a Estados Unidos, se encuentra entregado a una política de conservación tras el despilfarro de sus inmensos bosques.
   
   La superficie forestal europea se cifra en unos 303250000 ha, aproximadamente, un tercio de la extensión total del continente.
   
   Más de las tres cuartas partes de esa cifra corresponden a Rusia, Finlandia, Suecia y Noruega. La nación europea que posee mayor proporción de bosques es Finlandia, donde suman el 64 % de la extensión total.
   
   En Gran Bretaña, en cambio, la proporción es mínima: el 7 %. En otros países europeos se registran los siguientes tantos por ciento: Alemania, 26; Francia, 19; Bélgica, 17; Italia, 14 y Holanda, 7 por ciento. Véase Dasonomía.

• « Un búho ululaba tranquilamente en el bosque. »

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• « Las raquetas de nieve eran de gran ayuda en el bosque nevado »

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• « El bosque está lleno de diferentes especies de pinos. »

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