Artículo enciclopédico: Historia De Alemania
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Historia De Alemania

La Historia de Alemania abarca un vasto periodo que inicia con la fragmentación del territorio tras la retirada de los romanos, dando paso a diversas unidades tribales y ducados.

La influencia de Carlomagno en el siglo VIII consolidó el poder en la región, estableciendo una conexión entre las culturas germana y gala.

Con el Tratado de Verdún en 843, Alemania se erige como un reino independiente, marcando el inicio de su historia política y cultural como nación.
 


Historia De Alemania
  1. (Para la historia primitiva de Alemania v. Germania.) Al retirarse gradualmente los romanos del país éste quedó fraccionado en numerosas unidades tribales, que dieron origen a la formación de diversos ducados. La erección del Imperio franco-merovingio en Francia estableció la hegemonía de los francos a ambas orillas del Rin y cuando Carlomagno recibió en 771 de su padre Pipino el Breve ambas herencias —la germana y la gala— se encontró dueño de un territorio e investido de una influencia que le permitieron imponer su autoridad sobre toda la Alemania occidental y extender sus dominios germanos desde el Mar del Norte a los Alpes y desde el Rin hasta Hungría. Véase Carlomagno.

    Alemania, como reino independiente, nace en el Tratado de Verdún (843), que divide el Imperio carolingio. En el reparto recibió Alemania Luis, nieto del Emperador. A éste sucede su hijo Carlos «el Gordo», que entrega la herencia a Arnulfo de Carin-tia, con cuyo hijo termina la rama alemana de la línea carolingia. Del país se apodera en tanto un estado de desorden y confusión que sólo logra conjurar Conrado I, elegido por los nobles en 911. Le sucede Enrique, Duque de Sajonia (919-36), que derrotó a los húngaros y eslavos y fomentó el desarrollo de las ciudades y el comercio.


    - Otón el Grande. Otón I, hijo y sucesor de Enrique (936-73), coronado emperador en Roma por el papa Juan XII, hizo de Alemania el más poderoso reino de Europa e impuso la supremacía del Sacro Romano Imperio sobre el mundo civilizado. Mas aunque sus sucesores trataron de continuar la política imperial de Otón, pronto se advirtió que la fusión del imperio romano con la monarquía germana era

    perniciosa para ambos. El intento germano de sojuzgar a la península meridional enfrentó a Alemania con el Papado. El imperio era electivo y de esta circunstancia se valieron los príncipes alemanes para arrancar a los emperadores, que en vano lucharon por hacer hereditaria la monarquía y estabilizar el poder central, cierto grado de independencia. Así surgieron varios estados poderosos, algunos de los cuales —Bran-deburgo (Prusia), Baviera, Suabia (Württemberg) y Sajonia— terminaron convirtiéndose en reinos.


    - Sucesores de Otón I. Otón II, aunque fuerte y capaz (973-83), tropezó con dificultades invencibles, mientras que Otón III (983-1002) fue arrastrado por su imperialismo a enconadas luchas con los príncipes germanos y con la Iglesia. Su sucesor, Enrique II (1002-24), no osó llevar a cabo ningún plan ambicioso, sino que se limitó a gobernar Alemania. Al igual que Otón III, fracasó en Italia. Conrado II (1024-39), prudente y previsor, dio prosperidad al imperio y organizó el poder real sobre bases sólidas. Sofocó varias rebeliones en Italia y en 1027 fue coronado solemnemente emperador en Roma. Distinguiendo entre sus intereses imperiales de Italia y Alemania, no sólo hizo presa firme en aquélla, sino que nunca olvidó sus deberes como rey de ésta. En 1032 incorporó al imperio el reino de Arles (Borgoña). Durante el reinado (1039-56) de Enrique III, hijo de Conrado II, se hicieron feudatarios del imperio Hungría, Polonia y Bohemia, imperó la paz y una serie de papas alemanes testimonió la influencia del emperador en Italia. Con él se erigió Alemania en árbitro de los destinos de Europa.


    - Enrique IV y sus sucesores. Con Enrique IV (1056-1106) comenzó a declinar el imperio, enredado en sus luchas con el Papado. La ascensión al solio de Hildebrando bajo el nombre de Gregorio VII (1073) fue seguida de una serie de reformas tendentes a robustecer el poder espiritual a costa de la autoridad temporal. Su prohibición de impartir las investiduras tuvo como consecuencia inmediata la querella de este nombre y la lucha a muerte entre el Pontificado y el Imperio, lucha que estremeció a Europa y que, a pesar de la humillación de Enrique en Canosa (1077), duraría dos largos siglos. El comienzo de la Primera Cruzada (1075) fortaleció el prestigio del Papado y al mismo tiempo relegó a segundo término las luchas

    con el Imperio. Enrique V (1106-25) puso fin a la querella de las investiduras por el compromiso llamado Concordato de Worms (1122). Las Cruzadas, el movimiento monástico, el desarrollo del Derecho canónico, todo tendió a fortalecer a la Iglesia, que en el siglo xiii se elevó a la cúspide de su poderío.

    Lotario II (1125-37) no renovó la contienda. Ocupado en extender el Cristianismo y la supremacía alemana sobre Escandinavia y los países eslavos, se alió con Inocencio II, que en 1133 le coronó en Roma. Su sucesor, Conrado III (1138-52), primero de la dinastía Hohenstaufen, halló que el aumento de la autonomía municipal en el centro y N de Italia constituía un serio obstáculo a su autoridad imperial al S de los Alpes.


    - Federico Barbarroja. Combatir este movimiento fue uno de los fines que se propuso el emperador Federico I, conocido por Barbarroja (1152-90). Poseído de su excelsa dignidad y lleno de afanes imperiales, estremeció a sus súbditos italianos, al decir de John de Salisbury, con su declaración de que se hallaba dispuesto a reformar el mundo. No era esto lo que deseaban las ciudades italianas, celosas de sus jóvenes libertades y de su autonomía. Los esfuerzos de Federico por dominarlas le enzarzaron en una guerra con las ciudades lombardas, en el curso de la cual las tropas imperiales destruyeron Milán (1162). El Papa, temiendo que las victorias del Emperador se volvieran sobre el Papado, hizo causa común con la Liga Lombarda, la cual en la batalla de Legnano (1176) infligió una señalada derrota a Federico, que había sido abandonado por uno de sus más poderosos vasallos, Enrique el León. En Venecia (1177) se postró el Emperador ante Alejandro III e hizo las paces con él. En 1183 firmó la Paz de Constanza con las ciudades lombardas. Italia y Alemania, a partir de este momento, se escindieron prácticamente y cuanto quedó a los emperadores de su antigua hegemonía sobre las ciudades italianas no pasó de tener un carácter más o menos nominal. Más afortunado estuvo Federico en quebrantar el poder de Enrique el León, cuyas posesiones de Sajonia y Ba-viera habían despertado el celo de otros príncipes. La romántica muerte de Federico en un río de Cilicia durante la Tercera Cruzada coronó su popularidad. Sucedióle su primogénito Enrique VI (1190-97), que, casado con Constanza, heredera de Sicilia, abrigó el sueño y a punto estuvo de forjar un imperio universal, hereditario en su familia, ambiciones segadas en flor por su muerte prematura.

    - Guerra civil. Durante los diecisiete años siguientes Alemania fue desgarrada por una guerra civil nacida de las rivalidades entre las casas de Welf (güelfos) y Hohenstaufen (gibelinos). Otón IV, hijo de Enrique el León, apoyado por el Papa, accedió al trono como jefe de los güelfos, mientras que Felipe de Suabia, el hermano más joven de Enrique VI, se erigió en rey como caudillo de los gibelinos. Esta guerra vino a ahondar aún más el abismo que separaba a Italia y Alemania. Felipe, brillante e inteligente, mecenas de poetas, murió asesinado en 1208; pocas semanas más tarde moría de dolor su bella esposa, la griega María (Irene). La doble tragedia no puso fin a las guerra, sino que le imprimió otro rumbo. Federico II, sobrino de Felipe e hijo de Enrique y Constanza, hizo valer entonces sus derechos al trono germano. Inocencio III, temeroso del poderío que iba adquiriendo Otón, apoyó la candidatura de Federico, que era su propio pupilo, y excomulgó a aquél, que, derrotado en Bouvines por Felipe Augusto de Francia (1214), se retiró a la vida privada y murió en 1218.


    - Federico II. Coronado rey de los germanos en Aquisgrán (Aachen), Federico II llevó al punto culminante durante su reinado (1215-50) la lucha entre el Imperio y el Papado. Dotado de grandes dotes (poeta, mecenas de la Edad de Oro de la poesía germana medieval, filólogo, sabio, autor de un sobresaliente libro sobre ornitología) y celoso de su autoridad imperial, pretendió imponerla al Papa y a las ciudades italianas del norte. Tanto éstas como aquél, robustecidos en su libertad y poderío, dieron el golpe de gracia a las ambiciones de Federico al combinar contra él sus fuerzas.

    Este, aunque Hohenstaufen por línea paterna, era más normando-italiano que germano. Cifrando sus intereses en Italia, abandonó sus negocios de Alemania, donde solamente estuvo dos veces y a la que abandonó a su suerte después de haber reconocido formalmente la supremacía territorial de los grandes nobles (landesfürsten). Las ciudades crecieron asimismo en poderío y lograron en su mayoría independizarse de los señores vecinos. Es significativo que el Emperador no pudiera hacer nada por proteger a Alemania de los mogoles (tártaros) que invadieron su parte oriental en 1241. Aunque derrotados en la batalla de Liegnitz, los príncipes germanos detuvieron la avalancha de los tártaros, que, impresionados por la fuerte resistencia alemana, volvieron sus ataques contra Hungría y los Balcanes. Excomulgado por el Papa (1245) y tenido en jaque por las ciudades lombardas, Federico murió en pleno fracaso. Sucedióle su hijo Conrado IV (1250-54), último Hohenstaufen de Alemania, cuya muerte fue seguida de un «largo interregno» que duró hasta 1273. Durante él hubo dos reyes nominales, ambos extranjeros, Ricardo de Cor-nualles y Alfonso X de Castilla. Éste nunca estuvo en Alemania. Fue una época de anarquía en la que los barones de horca y cuchillo fueron más poderosos que los príncipes o las ciudades.


    - Rodolfo de Habsburgo. La elección por los príncipes de un conde suizo, Rodolfo de Habsburgo, como rey de Alemania (1273) marca un nuevo periodo en la historia de este país. Rodolfo juzgó más prudente no aspirar a la corona imperial ni mezclarse en los asuntos de Italia y comprendió que necesitaba concentrar todos sus esfuerzos para levantar a Alemania de la ruina en que la había sumido el interregno. De entre los varios principados destacaban los regidos por los familias de Ascania, Welf, Wittelsbach y Wettin. Por añadidura, Otokar II, elevado al trono de Bohemia en 1253, había incorporado a sus dominios Austria, Estiria, Carintia y Carniola. Al mismo tiempo las casas de Luxemburgo, Habsburgo y Hohenzollem anunciaban con su poderío el futuro papel que les correspondería desempeñar en la historia de Alemania. También tuvo que contar Rodolfo con los grandes eclesiásticos, entre los que sobresalían los arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris. Un nuevo obstáculo para el establecimiento de una monarquía sólida fue el firme desarrollo de las ciudades alemanas. Las ciudades meridionales, como Augsbur-go, Ulm, Regensburg (Ratisbona) y Nuremberg, y las septentrionales de la Liga Hanseática, ligadas por el comercio del Báltico, unieron sus fuerzas para reprimir cualquier abuso por parte del poder central. Otokar de Bohemia fue finalmente derrotado en la batalla de Marchfeld (1278), lo que dio por resultado el establecimiento de los Habsburgo en Austria.

    - Sucesores de Rodolfo. El sucesor de Rodolfo, Adolfo de Nassau (1292-98), fue depuesto por los electores y muerto en lucha con los grandes príncipes:

    víctima propiciatoria de la oposición al poder central. Alberto I de Austria, hijo de Rodolfo, fue asesinado por Juan «el Parricida» al cabo de diez años de reinado (1308). Sus reinados reflejan los desastrosos resultados de la ausencia de una monarquía hereditaria. Por un tiempo, las casas de Baviera y Luxemburgo tomaron parte principal en los negocios de Alemania. Luis IV de Baviera, triunfante en Mühldorf sobre su rival Federico, el hijo de Alberto, tuvo un reinado difícil hasta 1346, en que le sucedió Carlos IV, el hijo de Juan de Bohemia, quien murió en Crézy. Durante el reinado de Luis se agudizó el sentimiento nacionalista contra el Papado, establecido entonces en Aviñón, y en 1338, en una reunión celebrada en Rhens, los electores declararon su derecho al nombramiento de los monarcas alemanes con o sin la sanción del Papa.


    - La Bula de Oro. El reinado de Carlos IV (1346-78) señala el momento más importante de la historia constitucional de Alemania. Por la Bula de Oro (1356) hizo un notable esfuerzo por refrenar la creciente desorganización del poder político. Por este instrumento estableció lo concerniente a la elección imperial. Los electores deberían ser siete, tres eclesiásticos: los arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveris (Treves), y cuatro seculares: el rey de Bohemia, el conde palatino del Rin, el Duque de Sajonia y el mar-grave de Brandeburgo. La elección del emperador teridría lugar en Francfort del Main y la coronación en Aquisgrán. El documento proscribía la interferencia papal y frenaba la creciente independencia de las ciudades alemanas. La Bula de Oro constituyó una ley fundamental del Sacro Romano Imperio hasta su disolución en 1806. Wenzel o Wenceslao, hijo y sucesor de Carlos, fue depuesto en 1400 y Ruperto, el Elector Palatino, gobernó Alemania hasta su muerte (1410). Su sucesor Segismundo, hermano de Wenceslao, tomó parte destacada en el Concilio de Constanza y dio solución al Cisma de Occidente al conseguir la elección del papa Martín V. Puso fin luego a la rebelión husita de Bohemia e hizo convocar los Concilios de Basilea y Ferrara o Florencia. Alberto II de Austria, que le sucedió, reinó solamente un año y, a su muerte, Federico III, Duque de Estiria y Carintia y miembro de la casa de Habsburgo, accedió al trono imperial (1440) y reinó hasta 1493. Durante este periodo se ensañaron en Alemania los ataques de los turcos, la guerra civil y todos los males de un gobierno incompetente; el imperio, no obstante, ensanchó sus fronteras mediante el casamiento del hijo de Federico, Maximiliano, con María de Borgoña, heredera de Carlos «el Temerario», y con la adquisición del Tirol,

    Alsacia y otros territorios.


    - Maximiliano I. Durante el reinado de Maximiliano I (1493-1519) fueron numerosos los intentos de reformar la constitución imperial. La Dieta, que manejaba los asuntos legislativos del imperio, se componía de tres cámaras: la de los electores, la de los príncipes —seculares y espirituales— y la de las ciudades imperiales. La orden de caballería —amplia corporación que comprendía la nobleza inferior— no tenía voz en la Dieta. Ahora bien, las rivalidades entre estas tres cámaras impidieron toda legislación efectiva, al mismo tiempo que las relaciones entre la Dieta y el Emperador fueron por lo general tirantes.

    Desde 1486 la cámara imperial se había esforzado en administrar justicia en todo el imperio, pero sin mucho éxito. Ya en el reinado de Federico III había surgido un partido de reforma constitucional que en 1495 hizo oir su voz en la Dieta de Worms. Pero mientras los electores y los grandes príncipes trataban de establecer una federación aristocrática, Maximiliano deseaba no sólo mantener su propia autoridad sino también hacer hereditario el imperio en su familia. Su carencia de dinero, sin embargo, le indujo a aceptar la reorganización de la cámara imperial, la reunión anual de la Dieta y el establecimiento de un consejo de regencia: un Consejo permanente del Imperio. Maximiliano no abrigaba la intención de apoyar este Consejo, que, en consecuencia, fue efímero, sino que, aprovechando en su favor los recelos que muchos de los príncipes y caballeros imperiales sentían contra sus electores, robusteció su posición interna, mientras que, en el exterior, consolidaba su prestigio en los primeros años del siglo xvi. Continuó empero el movimiento reformista y en 1512 fue dividido el imperio a efectos administrativos, financieros y militares en diez círculos, organización que no entró en vigor hasta 1521.


    - Carlos V y sus sucesores. La elección de Carlos I de España como emperador Carlos V (1519-56) estableció la hegemonía de los Habsburgo en Alemania, Países Bajos, España, Nápoles y gran parte del Nuevo Mundo. Sus vastas posesiones no acrecentaron empero su poder imperial. El protestantismo dividió Alemania y anuló los esfuerzos del Emperador por establecer su autoridad sobre una minoría de príncipes, respaldados por la mayoría de la nación germana. El triunfo protestante fue indudablemente debido en parte a las guerras que Carlos hubo de sostener con Francisco I y Enrique II de Francia y en parte a las frecuentes invasiones de Hungría por el sultán otomano, Solimán «el Magnífico». Por fin, los reformistas adquirieron tal fuerza que en 1552 Carlos se vio obligado a reconocer la Convención de Passau, en la que se acordó convocar una Dieta para pacificar Alemania. En 1555 la Dieta se reunió en Augsburgo y se llegó a un acuerdo que duró hasta el comienzo de la Guerra de los Treinta Años.

    Tanto Femando I (1556-64) como Maximiliano II (1564-76) intentaron una política de conciliación con los protestantes, conciliación que hicieron imposible los acuerdos del Concilio de Trento (1564). Durante el reinado de Rodolfo II (1576-1612) se avecinó la temida crisis. Ferviente católico, Rodolfo era hombre de voluntad débil con lo que imperó el desgobierno.

    En 1606 se reunieron los archiduques de la familia Habsburgo para considerar la situación. Matías, hermano del Emperador, fue reconocido cabeza de la casa y Rodolfo obligado a dimitir en su favor sobre todos los dominios, excepto Bohemia. La ocupación de Donauwórth por el católico Maximiliano de Baviera y la intentona católica de ocupar los ducados de Jülich y Cleve pusieron a Alemania al borde de la guerra civil, que sólo retrasaron la muerte de Enrique IV de Francia y los disturbios de Bohemia. A la muerte de Matías, emperador de 1612 a 1617, subió al trono Femando II y en 1618 comenzó la Guerra de los Treinta Años.


    - Guerra de los Treinta Años. Durante la Guerra de los Treinta Años cayeron sobre Alemania males sin cuento. Hasta 1630 los ejércitos imperiales fueron de victoria en victoria. Tilly y Wallestein avanzaron irresistibles. Federico, Conde Palatino (de ahí el nombre del periodo) y yerno de Jacobo I de Inglaterra, fue arrojado de sus dominios. En el segundo periodo, llamado danés por la intervención de Cristian IV de Dinamarca, Wallenstein puso sitio a Stral-sund (1628), que hubo de levantar ante el esfuerzo del rey danés, pero la derrota de éste en Wolgast dejó casi toda Alemania en poder del Emperador. Cambió el signo de la guerra con la intervención del rey de Suecia, Gustavo Adolfo, que da nombre al periodo. Desembarcando en Pomerania (junio 1630), derrotó a los imperiales en Breitenfeld (1631) y Lützen (1632), pero halló la muerte en esta batalla. El asesinato de Wallenstein (1634) privó al Emperador de su mejor general. La intervención de Francia (1635) inició el cuarto periodo o francés. Fernando III (1637-57) hubo de firmar la paz de Westfalia (1648) con Francia y Suecia. La Contrarreforma había agotado sus fuerzas y tanto católicos como protestantes estaban dispuestos a aceptar un compromiso. El poder imperial se vio obligado a reconocer prácticamente la independencia de los príncipes alemanes. La Dieta y la Cámara Imperial continuaron celebrando sesiones, aunque con poder escaso o nulo. Alemania, devastada, yació muchos años en la «insensibilidad del agotamiento». El Imperio experimentó dolorosas pérdidas en su territorio. Suecia obtuvo la mayor parte de Pomerania y los obispados de Verden y Bremen como feudos del Imperio, mientras que Francia se aseguró la posesión legal de Metz, Toul y Verdun, que habían sido conquistados por Enrique II, así como de Breisach y Alsacia.


    - Leopoldo y sus sucesores. Durante el largo reinado de Leopoldo (1658-1705) Alemania recuperó lentamente su conciencia. Los ataques de Luis XIV y las incursiones de los turcos agotaron las ya mermadas fuerzas de Leopoldo. Pero la ambición de Luis XIV, que halló expresión en la toma del Franco Condado (1674) y de Estrasburgo (1681), en las devastaciones del Palatinado y en la revocación del Edicto de Nan-tes (1685), agrupó a los príncipes alemanes en tomo al Emperador. La guerra de la Liga de Augsburgo (1688-97) y la Guerra de Sucesión española (1702-13) fomentaron el sentimiento antifrancés del pueblo alemán. En alianza con Inglaterra, Alemania contendió triunfante contra los intentos de Luis XIV de dominar Europa. José I (1705-11) y Carlos VI (1711-40) deben mucho a la ayuda inglesa. En 1714 la paz de Badén entre el Imperio y Francia, subsiguiente a la paz de Utrecht (1713), puso fin a una larga serie de luchas iniciadas en los días de Francisco I y Carlos V.


    - Auge de Prusia. Durante el siglo xviii, el rápido desarrollo de Prusia tendió aún más a debilitar a Alemania como unidad en el juego de la política europea. Mientras Federico Guillermo I había expulsado prácticamente a Suecia del N de Alemania (1721), Federico el Grande, con la ocupación de Silesia (1740-45), fortaleció enormemente la posición de Prusia. Los esfuerzos de María Teresa y José II por conseguir una compensación se estrellaron con la tenacidad de Federico el Grande. La Guerra de los Siete Años (1756-63) le había permitido situarse en un plano de igualdad con Austria. Pero el estallido de la Revolución francesa deshizo, al menos por un tiempo, el trabajo de generaciones. La secularización por Napoleón de los estados eclesiásticos, la derrota de Austria en Austerlitz (1805) y de Prusia en Jena y Auerstadt (1806) y la formación de la Confederación del Rin dieron el golpe de gracia al Sacro Romano Imperio. En 1806, mientras los nuevos reyes de Baviera y Württemberg, los electores de Badén, el Landgrave de Hesse y otros príncipes reconocían la tutela del Emperador y se separaban del Imperio, Francisco II renunció al Sacro Romano Imperio para asumir el título de Emperador de Austria.


    - Hacia la unidad. A la caída de Napoleón, los príncipes alemanes integraron una confederación o Staatenbund, cuyo órgano federal era una Dieta permanente, presidida por Austria, con sede en Francfort del Main. Cada estado estableció un gobierno constitucional, medida que no resultó ni permanente ni satisfactoria. Austria, no menos que Prusia, se opuso a la representación popular. Tales cambios no afectaron substancialmente a los gobiernos de los estados confederados, por lo que aumentó el descontento del pueblo. En tanto crecía un vigoroso sentimiento unitario, pero los levantamientos populares que en 1830 se produjeron en varios de los estados menores y el resultado de la revolución que ese mismo año agitó a Francia obligaron en unos casos a otorgar constituciones y en otros a usar medidas represivas.

    Entre 1830 y 1848, la aspiración nacional de unidad se vio estimulada por la creación (1834) de una unión aduanera (Zollverein), que, encabezada por Prusia, suprimió muchas barreras inútiles que constituían una rémora para el comercio. Al conjuro dé la tercera Revolución francesa (1848) estallaron movimientos populares en muchos estados, cuyos gobiernos se vieron obligados a adoptar una política liberal. Los chispazos revolucionarios fueron más graves en Austria y Prusia. Convocadas elecciones generales, se reunió en Francfort del Main (18 mayo 1848) la primera Asamblea Nacional, cuya clausura en junio de 1849 dio fin al primero y prematuro episodio de la lucha por la unidad alemana.


    - Rivalidad entre Prusia y Austria. Prusia y Austria, cada una por su parte, trataron en 1849 y 1850 de consumar la unidad alemana. Austria laboró por resucitar la antigua confederación, a la que Prusia enfrentó la Unión Germánica. Prusia terminó accediendo a que se reimplantara la constitución de 1815 y a partir de setiembre de 1850 la Dieta reanudó sus sesiones en Francfort.

    El ataque conjunto de Prusia y Austria sobre Dinamarca, en 1863 y 1864, sólo sirvió para aumentar la mutua hostilidad de las cortes de Viena y Berlín y en 1865 Bismarck, ministro prusiano de Asuntos Exteriores, determinó llegar a una solución sobre la jefatura de Alemania. La victoria de Prusia sobre Austria (1866) en la Guerra de las Siete Semanas, que culminó con la batalla.de Sadowa, inclinó la balanza en su favor. Tan pronto como se firmó la paz todos los estados septentrionales formaron la Confederación Alemana del Norte bajo la dirección de Prusia; la primera asamblea de la Dieta tuvo lugar en Berlín el 24 de febrero de 1867.


    - El Imperio. En 1870 estalló la esperada y temida guerra entre Prusia- y Francia (v. Franco-Prusiana, Guerra), que concluyó con la paz de Francfort (10 mayo 1871), por la que Francia fue condenada a pagar una indemnización de guerra de 5000000000 de francos y ceder Alsacia y parte de Lorena. Los estados meridionales permanecieron fieles a Prusia y durante la guerra decidieron integrarse en la Confederación Alemana del Norte. Así surgió el segundo Imperio Alemán, cuyo primer emperador y canciller imperial fueron respectivamente Guillermo I, proclamado Deutscher Kaiser en Versalles el 15 de enero de 1871, y el Príncipe Bismarck. Véase Bismarck, Otto, Príncipe de.

    El nuevo Imperio, todavía no bien consolidado,

    hubo de hacer frente a un conflicto y a una amenaza: las pretensiones del partido ultramontano (católico), que parecían incompatibles con lat plena supremacía del poder imperial, y la alarmante pujanza de la socialdemocracia entre la clase trabajadora, que se consideraba un grave peligro para el orden político social establecido.

    La lucha contra la Iglesia, la llamada Kulturkampf o «guerra en defensa de la civilización», tuvo su origen en la petición por los obispos alemanes de que fueron destituidos de sus puestos en universidades y escuelas ciertos sacerdotes que rechazaban la doctrina recién promulgada de la ÍNFALiBii.rDAD del Papa. Bismarck no se conformó con rechazar la petición, sino que dictó una serie de medidas conocidas por las «Leyes de Mayo» (1873-75), que secularizaban el matrimonio y la educación, prohibían la intervención de la Iglesia en los asuntos civiles y condicionaban a la aprobación del Estado el nombramiento y destitución del personal eclesiástico. La oposición a las leyes fue en aumento y Bismarck se vio obligado a echar pié atrás para granjearse el apoyo católico en la lucha contra la creciente amenaza del socialismo.

    El socialismo germano tomó serias proporciones al unir sus filas en 1875 los marxistas socialistas y los secuaces de Lasalle y adoptar como plataforma propagandística las inmediatas reformas políticas, sociales y económicas. Dos atentados contra la vida del Emperador (mayo y junio 1878), atribuidos más o menos directamente a los socialdemócratas, motivaron una serie de amplias medidas legislativas tendentes a suprimir la influencia del socialismo. Bismarck, sin embargo, no se conformó con medidas represivas, sino que, combatiendo a la propaganda socialista en su mismo terreno, acometió una política de reformas sociales en pro de la clase obrera. El reconocimiento por el Emperador en su mensaje al Reichstag (1881) de que la clase trabajadora tenía derecho a la consideración estatal fue seguido de leyes que obligaban a los patronos a asegurar a sus obreros contra enfermedades y accidentes e implantaban el seguro obligatorio (1888) de muerte y vejez.

    Distinguen además la cancillería de Bismarck la inauguración de una nueva política comercial fuertemente proteccionista, concebida para asegurar mayores ingresos y fomentar las manufacturas alemanas, la adopción de una vigorosa política colonial y la formación de la Triple Alianza (Alemania, Austria e Italia), que se mantuvo vigente hasta la defección de Italia en 1915. Véase Alianza.


    - Guillermo II. El 9 de marzo de 1888 murió el emperador Guillermo I. Su hijo y sucesor, Federico III, sólo vivió unos meses y en junio de 1888 subió al trono Guillermo II. Hombre de ambiciones imperiales y voluntad imperiosa, pronto chocó con el Canciller de Hierro, que fue obligado a dimitir en 1890 al cabo de 38 años de continuo servicio. Desde este momento hasta su abdicación en 1918, la figura de Guillermo II domina la historia de Alemania; los sucesores de Bismarck fueron poco más que «instrumentos de su voluntad excelsa».

    El nuevo Emperador adoptó desde el primer momento una política comercial y colonial agresiva, que trató de fomentar con la creación de una poderosa armada, con el fortalecimiento de Alemania en el Cercano Oriente y con la formación de un ejército obediente a cualquier exigencia y capaz de cualquier esfuerzo. En 1890, por acuerdos concluidos con Inglaterra, Alemania tomó posesión definitiva del África Alemana del E y África Alemana del: SO, así como de Helgoland, que adquirió a la misma Gran Bretaña y, en 1897, valiéndose como pretexto del asesinato de dos misioneros alemanes, se estableció en Tsingtao.

    En 1896, el despacho de un telegrama imperial al presidente Kruger felicitando a los bóers por el éxito de su resistencia al desventurado «raid» de Jameson (v. Jameson, Sir L. S.) produjo un vivo resentimiento en Inglaterra, en tanto que la abierta expresión de simpatía a los bóers por la prensa alemana durante la Guerra Sudafricana agudizó la tensión entre ambas naciones.


    - I Guerra Mundial. Las relaciones con Francia, tirantes por la cuestión de Alsacia y Lorena, sufrieron una crisis con la intervención de Alemania en Marruecos, primero en 1905 (v. Marruecos) y luego en 1911 (v. Agadir). La paz fue mantenida en estas dos ocasiones por gestiones diplomáticas, pero la creciente ambición de Alemania por el dominio de una federación centroeuropea (Mitteleuropa), integrada por el Imperio Alemán, Austria-Hungría, los Estados balcánicos y Turquía, que alcanzara el corazón de Asia, apresuró el momento en que nada ya tenía que hacer la diplomacia. Ya la Triple Entente constituyó una amenaza a los ojos de Alemania, mientras que el resultado de las Guerras Balcánicas (la práctica anulación de Turquía como estado europeo y el creciente poderío de Rusia y Servia) fue una nueva amenaza para sus aspiraciones. La guerra estaba decidida. La ocasión se presentó con el asesinato del archiduque austríaco Francisco Fernando y el ultimátum de Austria a Servia en julio de 1914. Durante los cuatro años siguientes, la historia de Alemania es la de la I Guerra Mundial, que informa todos los asuntos tanto internos como externos. Véase Guerra Mundial, I.


    - Fin del Imperio. El canciller vqn Hertling dimitió el 30 de setiembre de 1918 y cedió el puesto al príncipe Max de Badén. Mientras tanto, el clamor por la paz fue haciéndose cada vez más insistente y, a medida que los ejércitos alemanes eran rechazados del frente occidental, crecía el descontento popular. El gobierno presidido por el príncipe Max trató desesperadamente de evitar la revolución democratizando la Constitución. Pero era demasiado tarde para salvar al kaiser, cuya suerte vinieron a decidir los sucesos revolucionarios de octubre. El 9 de noviembre el príncipe Max, por propia iniciativa, anunció la abdicación del kaiser y la renuncia al trono del príncipe heredero.


    - La República. Al colapso del Imperio siguió una lucha por el poder. Como los partidos conservadores carecían prácticamente de fuerza, el conflicto se limitó a los partidos de izquierda. Al anunciar la abdicación del kaiser en noviembre, el príncipe Max cedió la cancillería a Friedrich Ebert, jefe de los socialistas moderados. La oposición de Ebert a una revolución social y la determinación de confiar el gobierno a una Asamblea Nacional representativa agudizaron la tirantez de la coalición socialista en sus dos grupos: moderados y revolucionarios. La extrema izquierda del grupo revolucionario, por añadidura, se escindió para formar la facción «espartaquista», que se pronunció por una dictadura del proletariado en forma de república soviética. En diciembre, los espartaquis-tas, organizados en rebeldía, ocuparon varios edificios públicos. La lucha estalló en Berlín la noche de Navidad. El canciller Ebert sofocó el movimiento. El 28 de diciembre los revolucionarios denunciaron la «matanza» del pueblo por las antiguas tropas imperiales y abandonaron el gobierno. Ulteriores intentos comunistas de derrocar el Gobierno tampoco tuvieron éxito.


    - Constitución de Weimar. El 19 de enero de 1919 se celebraron elecciones para una Asamblea Nacional. Más de 30500000 hombres y mujeres, desde los 20 años, votaron por sufragio universal en estas primeras elecciones de Alemania. Los socialistas moderados obtuvieron una rotunda mayoría, seguidos de los centristas, demócratas, nacionalistas, socialistas revolucionarios y el Partido del Pueblo. La Asamblea, reunida en Weimar el 11 de febrero, eligió a Ebert como primer presidente de la República y aprobó un Gabinete encabezado por Scheidemann.

    El 7 de mayo la delegación alemana, presidida por el conde Brockdorff-Rantzau, ministro de Asuntos Exteriores, recibió de los Aliados en Versalles el Tratado de Paz. Brockdorff-Rantzau presentó la dimisión antes que firmar el documento. Lo mismo hizo Scheidemann. Sucedió a éste en la cancillería el 20 de junio Gustav Bauer, socialista moderado. El gobierno alemán, enfrentado con la amenaza aliada de reanudar las hostilidades, se sometió incondicionalmente el 23 de junio y firmó el Tratado cinco días más tarde.


    - Ocupación del Ruhr. En mayo de 1921 Alemania fue obligada a aceptar como importe del pago de reparaciones a los Aliados la cifra de 132000000000 de marcos oro establecida por la comisión de reparaciones. Pero el Reich no se hallaba en condiciones de hacer frente a tamaña obligación; por una parte no había posibilidad de conseguir préstamos extranjeros que le permitieran hacer un pago inmediato; por otra, la desfavorable balanza de comercio impedía la adquisición de oro que pudiera usarse como pago, cosa que contribuyó a aumentar la inflación monetaria; por otra parte, el temor de los capitalistas a que sus riquezas pudieran ser empleadas para el pago de las reparaciones provocó la fuga de capitales; en suma existía una definida ausencia de «voluntad de pagar». Ante tal perspectiva la Comisión de Reparaciones declaró a Alemania insolvente voluntaria y el 10 de enero de 1923 las tropas de Francia y Bélgica iniciaron la ocupación del Ruhr.


    - Reorganización financiera. En noviembre de 1923 la tarea de estabilizar el marco y establecer una nueva moneda fue confiada a Hjalmar Schacht, que inmediatamente suspendió la emisión de papel moneda para estrangular la inflación e instituyó el marco-renta (rentemark). Mientras tanto, el ministro de Finanzas Hans Luther consiguió nivelar el presupuesto. Como resultado de la organización del nuevo Reichs-bank, del que fue nombrado presidente el 21 de diciembre el Dr. Schacht, la nueva moneda fue conocida como «Reichsmark». El plan Dawes, que entró en vigor el 1 de setiembre de 1924, contribuyó a estabilizar la situación económica de Alemania.


    - Presidencia de Hindenburg. La muerte del presidente Ebert (28 febrero 1925) planteó la elección presidencial, que recayó, en segundas elecciones celebradas el 26 de abril, sobre el mariscal de campo Paul von Hindenburg, el héroe de Tannenberg, candidato de los grupos derechistas, frente al excanciller Wilhelm Marx, que había, sido propuesto por los centristas, demócratas y socialdemócratas.


    - Política exterior. La aspiración fundamental de la política alemana en la posguerra tendió a superar las restricciones impuestas en el tratado de paz y recuperar un puesto de igualdad entre las grandes potencias. Uno de los primeros aspectos de su política consistió en volver la espalda a los Aliados, esquivando toda reconciliación con ellos y, poniendo sus miras en el Este, buscar la recuperación económica nacional mediante la reanudación de las relaciones comerciales con Rusia. La siguiente fase de la política alemana corrió a cargo de los que veían la salvación del país en una sincera reconciliación con los Aliados. El principal occidentalista fue Gustav Stresemann que, haciéndose con la cartera de Asuntos Exteriores en 1923, continuó desempeñándola a lo largo de diez ministerios hasta su muerte (3 octubre 1929).

    El acuerdo de Locarno (octubre 1925) contribuyó a eliminar la tensión franco-alemana garantizando a Francia la frontera del Rin y prometiendo recurrir al arbitraje para zanjar las futuras disputas internacionales. Secuela transcendental fue la admisión de Alemania en la Sociedad de Naciones (setiembre 1926).


    - Situación económica. La recuperación económica de Alemania, iniciada en 1924, hizo tales progresos en los cinco, años siguientes que la producción industrial de 1929 superó a la de 1913. En 1929 se advirtió, sin embargo, que tal recuperación iba a ser efímera. En esa fecha empezaron a escasear los préstamos extranjeros que tan importante papel habían desempeñado en la recuperación económica alemana. En 1931 estaba abocado el país a una bancarrota nacional.


    - Gobierno por Decreto. A finales de marzo de 1930 sucedió al canciller Müller el jefe centrista Heinrich Brüning, que formó un Gabinete de coalición con los partidos del centro. Cuando el Reichstag negó su apoyo al canciller Brüning, el presidente von Hindenburg le autorizó a disolverlo amparándose en el artículo 48, la «cláusula de emergencia», de la Constitución.

    En las elecciones del 14 de setiembre de 1930 tanto los comunistas como los nacionalsocialistas de Hitler (nazis) consiguieron gran número de votos. Éstos aumentaron su representación en el Reichstag de 12 puestos a 107, lo que los convirtió en el partido numéricamente más importante después de los socialdemócratas. Los comunistas y nazis ocasionaron numerosos desórdenes en toda Alemania a comienzos de 1931 ya finales de marzo el presidente tomó medidas de emergencia, invocando de nuevo el artículo 48 de la Constitución, para reprimir estas revueltas. En 1931-32 el movimiento nazi de Hitler fue ganando muchos adeptos.


    - Papen sucede a Brüning. Brüning y su Gabinete dimitieron el 30 de mayo de 1932 al comprobar que el Gobierno, por decreto, no contaba con el apoyo del pueblo. Franz von Papen fue invitado a formar Gabinete. Miembro de la extrema derecha del Partido del Centro, integró su ministerio con derechistas, representantes de la industria pesada, el Ejército y los conservadores agrarios.

    Como resultado de los desórdenes políticos que precedieron a las elecciones del 31 de julio, desórdenes provocados por las luchas entre nazis y comunistas, el presidenté von Hindenburg volvió a prohibir (prohibición que había sido levantada por von Papen) las demostraciones de los «camisas pardas» y el 20 de julio nombró al Canciller comisionado federal de Prusia. El presidente impuso asimismo un gobierno militar sobre Berlín y la provincia de Brandeburgo.


    - Hitler reclama el poder. En las elecciones los nazis, duplicando casi sus votos populares, ganaron 230 puestos en el Reichstag o sea el 37 % del total, aunque no llegaron a conseguir una mayoría absoluta. Inmediatamente exigieron que Hitler, como jefe del partido más numeroso, asumiera la cancillería. El 13 de agosto ofreció Hindenburg a Hitler y a alguno de sus partidarios varias carteras en un gabinete de coalición presidido por von Papen. Hitler se negó a aceptar nada que no fuera el poder ejecutivo absoluto. Esta drástica exigencia fue rotundamente rechazada por el anciano presidente.

    En setiembre, de acuerdo con su política nacionalista, el gobierno Hindenburg-Papen-Schleicher, disconforme con la respuesta dada a la solicitud alemana de igualdad de armamento, anunció la retirada de Alemania de la Conferencia dé Desarme. Al mismo tiempo expresó la esperanza de conseguir la revisión del Tratado y la devolución de las tierras y colonias perdidas por Alemania durante la guerra, mientras ordenaba la construcción del tercer «acorazado de bolsillo», permitido a Alemania por el Tratado de Versalles, y la creación de 20 campamentos deportivo-militares, aunque éstos estaban sancionados por el Tratado.


    - Schleicher sucede a von Papen. En las elecciones del 6 de noviembre los nazis perdieron 35 escaños en el Reichstag. Ningún partido o coalición consiguió mayoría. Ante la imposibilidad en que se hallaba von Papen de formar un «gabinete de concentración nacional», Hindenburg confió la tarea a Hitler el 19 de noviembre. Éste, incapaz de vencer el antagonismo partidista y personal, solicitó la cancillería de un gabinete presidencial que gobernara por decreto en desafío al Reichstag. Él presidente impuso condiciones que Hitler rechazó. El 2 de diciembre Hindenburg nombró canciller al teniente general von Schleicher, que conservó la cartera de Defensa y el puesto de comisionado federal de Prusia.

    Alemania accedió volver a la Conferencia de Desarme cuando los representantes de Gran Bretaña, Francia, Italia, Estados Unidos y Alemania decidieron, por acuerdo firmado el 11 de diciembre, substituir la Parte V del Tratado de Versalles por una nueva convención; el Reino Unido, Francia, Italia y Alemania acordaron no dirimir sus diferencias por la fuerza.

    Von Schleicher, al no conseguir la disolución del Reichstag por decreto presidencial, dimitió el 28 de enero de 1933. La razón probable fue un convenio entre von Papen y Hitler. De todas formas, dos días después Hindenburg, por consejo de aquél, entregó a éste la cancillería.


    - El Tercer Reich. El acceso de Hitler a la cancillería (30 enero 1933) no se produjo de acuerdo con las condiciones que él había exigido. A la esperanza de servirle de freno obedecía la inclusión en el nuevo ministerio de nueve elementos no afiliados al partido, en especial el vicecanciller von Papen, dos líderes nacionalistas, Alfred Hugenberg y Franz Seldte, y cuatro destacados miembros del Gabinete anterior.

    A pesar de su minoría dentro del Gobierno, los nazis se aprestaron a hacerse con las riendas del poder. Con el permiso de Hindenburg, Hitler disolvió el Reichstag el 1 de febrero y convocó nuevas elecciones.

    Durante las siguientes semanas, sus partidarios hicieron una enérgica campaña propagandística y recurrieron a procedimientos drásticos para sofocar toda demostración de los partidos contrarios. El 27 de febrero estalló un pavoroso incendio que casi destruyó el edificio del Reichstag. En el extranjero prevaleció la opinión de que el incendio había sido provocado por los nazis con la intención de achacarlo a los comunistas. Sea como fuere, ellos imputaron el incendio premeditado a un complot comunista y dieron pábulo a una ola de histeria anticomunista en todo el país, mientras asumían poderes dictatoriales para hacer frente a la supuesta emergencia. Merced a estas tácticas, los nazis hicieron sorprendentes avances en las elecciones del 5 de marzo, consiguiendo cerca de 17300000 votos y 288 escaños, o sea el 44 % de los puestos del Reichstag. Ello, emparejado con el 8 % de la representación nacionalista, dio al Gobierno una clara mayoría.


    - Hitler se erige en dictador. El nuevo Reichstag, reunido en Potsdam el 23 de marzo, aprobó cinco artículos que sancionaban la dictadura de Hitler por un periodo de cuatro años, autorizándole a fijar leyes de emergencia a espaldas de la Constitución y sin la aprobación del Reichstag o del Presidente, y conferían al Gabinete la facultad de concertar tratados con otros países, decretar el presupuesto anual y concluir empréstitos. Funciones exclusivas del Presidente eran el derecho a destituir a los miembros del Gabinete, el mando supremo de la Reichswehr y la facultad de proclamar la ley marcial.


    - Totalitarismo. La esperanza de que la misma posesión del poder y la presencia en el Gabinete de von

    Papen y otros ministros ajenos al Partido coartarían la libertad de Hitler resultó fallida. Los acontecimientos siguieron rumbo muy distinto; una verdadera revolución dio a los nazis el dominio completo de Alemania.

    Éstos persiguieron tenazmente su objetivo de crear un estado «totalitario». Antes de finales de julio fueron disueltos todos los partidos excepto el nacionalsocialista. Centralizaron asimismo el Gobierno aboliendo el principio del federalismo, prohibieron las huelgas, persiguieron a los judíos, arrestaron a los líderes de la oposición e impusieron restricciones a la Iglesia. Véase Nacionalsocialismo.


    - Alemania abandona la Sociedad de Naciones. En octubre de 1933 Alemania se retiró de la Conferencia del Desarme en Ginebra, retirada que fue seguida (21 octubre) por el anuncio de abandonar la Sociedad de Naciones al expirar el periodo estatutario de dos años. El Gobierno alemán declaró asimismo su intención de aumentar el Ejército.


    - Purga nazi de 1934. En junio amenazaron la estabilidad del régimen algunos elementos nazis, sospechosos de conjurar para derrocarlo. Hitler ordenó una purga, que se tradujo en la detención y fusilamiento de varios dirigentes. Hitler arrestó personalmente al capitán Ernst Rohm, jefe del Estado Mayor de sus tropas de asalto.

    El asesinato del canciller austríaco Dollfuss el 25 de julio amenazó con implicar al Gobierno alemán, cuyo embajador en Viena, Kurt Rieth, facilitó la huida a Alemania de los nazis austriacos responsables del asesinato. Cuando Mussolini manifestó hallarse dispuesto a defender la independencia de Austria por la fuerza, si fuera necesario, Hitler no perdió tiempo en repudiar la acción de su agente diplomático.


    - Muerte de Hindenburg. La muerte del Mariscal de campo Paul von Hindenburg (2 agosto 1934) eliminó el último obstáculo que se oponía al acceso de Hitler al poder supremo. Considerándose responsable ante el pueblo alemán y no ante el Reichstag, no reconoció la existencia de autoridad competente para deponerle. Los miembros del Gabinete fueron requeridos a prestar juramento de lealtad a su persona.


    - Retorno del Sarre y rearme. Como resultado del plebiscito del Sarre (enero 1935) este territorio fue adjudicado a Alemania; la transferencia se hizo el 1 de marzo de 1935. Quince días después Hitler alarmó al mundo al anunciar su propósito de establecer el servicio militar obligatorio en substitución del ejército profesional de 100000 hombres autorizado por el Tratado de Versalles. El Consejo de la Sociedad de Naciones condenó el 17 de abril la repudiación unilateral de una obligación.

    El 18 de junio se anunció un acuerdo naval con Gran Bretaña que confería al Reich el derecho a una flota 35 % tan fuerte como la británica y le permitía incrementar su fuerza submarina en un 45 % de la inglesa. Alemania convenía en no recurrir nunca a la guerra total submarina, aceptando así el aparta-. do IV del Tratado Naval de Londres. De acuerdo con las manifestaciones del general Goering (2 mayo), las fuerzas aéreas alemanas, prohibidas por el Tratado de Versalles, igualaban a las de cualquier nación y se componían en su totalidad de aviones modernísimos.


    - Remilitarización de Renania. Prácticamente un año después de la implantación del servicio obligatorio, Hitler alarmó de nuevo a Europa el 7 de marzo de 1936 al remilitarizar Renania, que había sido permanentemente desmilitarizada por el Tratado de Versalles. Al mismo tiempo repudió dicho Tratado y el Pacto de Locarno, alegando en justificación que el pacto francosoviético de ayuda mutua atentaba a la vida misma de Alemania y constituía una viplación de los tratados de Locarno.

    El 19 de octubre recibió Goering poderes dictatoriales para llevar a cabo un plan cuatrienal de desarrollo económico que preveía el control estatal de todas las empresas alemanas. Un decreto efectivo a partir del 1 de julio de 1937 introdujo el trabajo universal obligatorio.


    - Conflictos con los grupos confesionales. A pesar de los continuos esfuerzos de los luteranos durante el año 1936 para conservar la independencia de sus organizaciones y sínodos, la persistente presión nazi resultó demasiado fuerte. A finales de año el control de todos los asuntos de la Iglesia se hallaba enteramente en manos del Dr. Kerrl, ministro de Asuntos Eclesiásticos. No tuvo tan fácil solución el problema de la Iglesia católica, principalmente en lo referente a la educación y organizaciones juveniles. La policía nazi continuó haciendo irrupciones en las órdenes católicas de frailes y monjas.

    La persecución de los judíos alcanzó su momento culminante el 10 de noviembre de 1938, en que una ola de destrucción, saqueos e incendios asoló el país en represalia por el asesinato de Emst von Rath, tercer secretario de la embajada alemana en París, por un joven judío de nombre Herschel Grunszpan.


    - Eje Roma-Berlín. El 25 de octubre de 1936, Alemania e Italia firmaron un acuerdo de cooperación política y económica en la cuenca del Danubio, acuerdo que confería a Alemania privilegios económicos especiales en Etiopía. Las dos potencias determinaron cooperar en otros aspectos de política extranjera. Sus relaciones cuajaron en el «eje Roma-Berlín». El 6 de noviembre de 1937 Alemania, Italia y Japón firmaron en Roma el pacto anticomunista, complemento del firmado el 25 de noviembre de 1936 entre Alemania y Japón para un intercambio de informes militares y otras medidas de cooperación militar.


    - Anexión de Austria. El 12 de febrero de 1938, el canciller austríaco Schuschnigg, cediendo a urgentes presiones, visitó a Hitler en Berchtesgaden. La amenazadora actitud de Hitler le obligó a admitir (15 febrero) en el seno de su Gobierno, como ministro del Interior, al simpatizante nazi Arthur Seyss-Inquart, partidario de la unión austro-alemana.

    El ultimátum alemán, reforzado por la amenaza de invasión armada, obligó a dimitir al canciller Schu-schinigg (11 marzo), al que sucedió el mismo Seyss-Inquart. En respuesta inmediata a la petición de tropas formulada por éste para mantener el orden, cruzaron la frontera cerca de 50000 soldados alemanes. Hitler entró en Austria el 12 de marzo y proclamó la anexión de Austria (Anschluss).


    - Anexión de los Sudetes. Más de 3 500 000 alemanes radicados en Checoslovaquia vivían a lo largo de la frontera occidental, en el país de los Sudetes. El partido pro-nazi de Konrad Henlein suministró abundantes motivos de discordia con la mayoría checa por sus crecientes demandas de autonomía. A diferencia de Austria, sin embargo, Checoslovaquia estaba dispuesta a luchar por su independencia. La clara postura francesa en favor de la pequeña república, la advertencia formulada por Inglaterra de colocarse al lado de Francia en caso de guerra y la aparente disposición rusa de ayudar a Francia aliviaron la presión alemana de 1938. Los nazis empero reanudaron pronto sus actividades en Checoslovaquia y en setiembre dieron lugar a una segunda y más grave crisis. Hitler, no conformándose con la mera autonomía, se adelantó a pedir abiertamente la cesión de los Sudetes. Reforzando su petición, las tropas alemanas se hallaban dispuestas, al parecer, a invadir Checoslovaquia el 1 de octubre. En el último momento, cuando Europa se hallaba al borde de la guerra, Hitler, Chamberlain, Daladier y Mussolini se reunieron en Munich el 29 de setiembre de 1938 y redactaron un acuerdo que conjuraba la guerra y estipulaba la desmembración parcial de Checoslovaquia, entregando a Alemania la región de los Sudetes.

    El éxito de la política exterior de Alemania colocó a ésta, a raíz del pacto de Munich, en situación predominante en el centro y oriente de Europa. Al mismo tiempo marcó el fin de la hegemonía europea que Francia había cimentado cuidadosamente en la década siguiente a la I Guerra Mundial mediante un sistema de alianzas.


    - Bohemia-Moravia y Eslovaquia. Eslovaquia, que había logrado una autonomía largo tiempo acariciada, se lanzó a conseguir la independencia total de Praga. Esta independencia fue proclamada, con la ayuda de Berlín, por la Dieta eslovaca el 14 de marzo de 1939. El presidente checo Hacha solicitó ayuda de Hitler y las tropas alemanas avanzaron sobre Praga. El 15 de marzo Bohemia y Moravia se convirtieron en protectorado alemán, con una promesa condicional de autonomía. Eslovaquia, a petición propia, se erigió asimismo en protectorado el 16 de marzo con la garantía de independencia. El 20 de marzo, con la amenaza de acción militar, Alemania pidió a Lituania la devolución de Memel. Lituania no tuvo más remedio que ceder, aunque consiguió puertos libres en Memel y la integridad de su territorio.


    - Imperialismo alemán. Hasta la anexión de Checoslovaquia se limitó la expansión nazi a territorios poblados por alemanes, mas la inclusión de los checos y eslovacos señaló una política más amplia. Entre los diversos países cundió el temor de que la expansión nazi se extendiera a Rumania y Ucrania, así como a Danzig y el Corredor polaco. La reacción de Gran Bretaña ante este movimiento imperialista fue la de abandonar la política de apaciguamiento y parar los pies a Hitler. En abril se garantizó la ayuda a Polonia contra la agresión alemana.

    En su discurso del 28 de abril, Hitler denunció el acuerdo naval anglo-germano (1935) y canceló el pacto de amistad y no agresión polaco-germano de 1934. A cambio de un tratado similar que duraría 25 años exigió la devolución de Danzig, así como el control de una carretera y ferrocarril a través del Corredor. Semejantes condiciones fueron rechazadas por Polonia, que declaró que prefería luchar a perder su independencia.

    Las seguridades dadas por Inglaterra a Polonia fueron seguidas de garantías semejantes a Rumania, Grecia y Turquía. El intento franco-británico de formar con la Unión Soviética una triple alianza terminó en rotundo fracaso. El 7 de mayo de 1939 el Eje Roma-Berlín se transformó en una verdadera alianza militar y política.


    - Estallido de la guerra. El 21 de agosto de 1939 se anunció que Alemania y la Unión Soviética habían firmado un pacto de no agresión, que fue ratificado el 31 de dicho mes.

    Alarmada por la concentración de tropas alemanas en Eslovaquia, Polonia decretó la movilización el 30 de agosto.

    En dicho día Hitler publicó una propuesta con 16 puntos para zanjar la disputa con Polonia, propuesta que incluia la devolución inmediata de Danzig al Reich. Los embajadores británico y francés realizaron desesperados esfuerzos para mantener la paz. Los Gabinetes de diversos países se reunieron con carácter de urgencia. Francia e Inglaterra decretaron la movilización total. El 1 de setiembre las tropas alemanas invadieron Polonia. El ultimátum franco-británico no recibió respuesta. Ambas naciones declararon la guerra a Alemania el domingo 3 de setiembre de 1939. Véase Guerra Mundial, II.


    - Alemania en guerra. A fines de setiembre de 1939 Alemania conquistó Polonia. En junio de 1940 se apoderó de Noruega, Dinamarca, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Francia. Derrotada ésta, Alemania atacó a Inglaterra con incursiones aéreas cada vez más destructoras. El 22 de junio de 1941 invadió Rusia. Las campañas iniciales, acompañadas del éxito, tropezaron con la resistencia del ejército ruso, que detuvo el avance alemán. Los rusos contraatacaron en 1943 con fortuna. Al siguiente año el ejército ruso avanzó hacia Alemania. En junio de 1944 los Aliados invadieron el continente. Como consecuencia del avance Aliado en el frente occidental y el avance ruso en el oriental, Alemania quedó derrotada y se rindió incondicionalmente el 7 de mayo de 1945.


    - Alemania en la posguerra. La derrota de Alemania trajo consigo cambios fundamentales en su estructura territorial y política. En 1945 una parte de la Prusia oriental fue entregada a Rusia y otra fue cedida a Polonia. Unos 9000000 de personas fueron arrebatadas a Alemania y cerca de 7000000 de alemanes perdieron su vida en la guerra. Por otra parte, 4000000 de alemanes que vivían en las naciones vecinas fueron deportados a Alemania.

    Las cláusulas del armisticio privaron a ésta de todas sus fuerzas militares, cuyo equipo fue destruido o entregado a los Aliados. El sistema alemán de transporte quedó casi enteramente destruido por la guerra. Muchas de las principales ciudades sufrieron gravísimos daños y algunas quedaron destruidas. Una gran inflación siguió de cerca al colapso económico, agravado por el programa de Reparaciones, las pérdidas territoriales y la ocupación zonal de los Aliados.

    Hitler y Goebels se suicidaron. Otros altos jefes fueron condenados como criminales de guerra. Alemania quedó dividida en cuatro zonas de ocupación, una para cada una de las potencias victoriosas. La ciudad de Berlín, enclavada en la zona rusa, sufrió una división semejante. Las tres zonas occidentales celebraron elecciones libres en 1946 y organizaron gobiernos democráticos. En la zona oriental se hicieron elecciones al estilo soviético y se estableció un gobierno comunista. Alemania vino a ser el punto focal de la «guerra fría» entre los Aliados occidentales y Rusia. Del país ocupado surgieron dos Alemanias: Alemania Occidental y Alemania Oriental. En junio de 1948, Rusia inició el bloqueo de Berlín para expulsar a los Aliados de la capital alemana. Estos desbarataron la maniobra por medio de un espectacular «puente aéreo» que obligó á Rusia a abandonar el bloqueo en mayo de 1949.

    En dicho año las tres zonas occidentales organizaron la República Federal Alemana. La Unión Cristiano-Demócrata ganó las primeras elecciones por escaso margen y el Dr. Konrad Adenauer, amigo de las potencias occidentales, fue nombrado canciller del Gobierno establecido en Bonn. Al mismo tiempo, los rusos formaron la República Democrática Alemana con Otto Grotewohl como Presidente. El nuevo satélite ruso aceptó la línea Oder-Niesse como límite oriental cediendo a Polonia 100000 km2. La Alemania Oriental, hundida cada vez más en la órbita comunista, substituyó en 1952 el antiguo sistema federal de cinco estados por catorce distritos administrativos, acometió la remilitarización y la colectivización y persiguió a la Iglesia. Millares de alemanes huyeron a la zona occidental. En junio de 1953 se produjeron varias revueltas, que pronto fueron sofocadas por las tropas rusas.

    La República Federal quedó integrada en el Consejo de Europa (1950) y en 1951 se adhirió al Plan Schuman. El Gobierno de Bonn fue autorizado a establecer un Ministerio de Asuntos Exteriores y enviar embajadores a los países extranjeros. Una serie de tratados culminó en el proyecto de la «Comunidad de Defensa Europea» con un ejército europeo que encuadraba divisiones alemanas. Tras largas demoras la Asamblea Nacional Francesa rechazó en 1954 el proyecto por temor a un rearme alemán. Ulteriores tratados devolvieron a la República Federal su soberanía y la admitieron en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO). Este y otros pactos fueron ratificados en 1955 y Alemania votó el comienzo de un rearme limitado.

    Para más información ver: alemania.
Actualizado: 18/11/2014
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Preguntas de los visitantes
  • Resumen: consecuencias del tratado de Versalles

    Nombre: Luna - Fecha: 25/05/2023

    ¡Hola! Me encantaría saber más sobre las consecuencias que tuvo el tratado de Versalles. ¿Podrían profundizar en este tema tan interesante y explicarlo de manera clara? ¡Gracias de antemano!

    Respuesta
    El Tratado de Versalles fue un acuerdo de paz firmado el 28 de junio de 1919 que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Estos son algunas de las consecuencias más significativas de este tratado:

    1. Reparaciones de guerra: El tratado obligó a Alemania a pagar enormes sumas de dinero en concepto de reparaciones por los daños causados durante la guerra. Esto tuvo un efecto devastador en la economía alemana, lo que contribuyó al surgimiento del nazismo y la Segunda Guerra Mundial.

    2. Territorios perdidos: Alemania perdió una gran cantidad de territorios, incluyendo Alsacia-Lorena, que fue devuelta a Francia. También perdió la región de Posen, parte de la Alta Silesia y territorios en el este de Europa que se convirtieron en nuevos países independientes.

    3. Desmilitarización: El tratado obligó a Alemania a desmilitarizar el Rin y limitar el tamaño de su ejército. También se prohibió la fabricación de armas y la formación de una fuerza aérea.

    4. Liga de Naciones: El tratado estableció la Liga de Naciones, una organización internacional destinada a promover la paz y la cooperación entre las naciones. Sin embargo, la Liga no logró evitar la Segunda Guerra Mundial.

    5. Cambios en las fronteras: El tratado provocó una reorganización significativa de las fronteras europeas y el surgimiento de nuevos países, como Checoslovaquia y Yugoslavia.

    En resumen, el Tratado de Versalles tuvo un impacto duradero en la historia mundial, y sus consecuencias ayudaron a moldear las relaciones internacionales en las décadas siguientes.


    Sugiero leer:

    Definición de tratado
    Definición de paz
Fuentes bibliográficas y más información de Historia De Alemania:

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Abreviaturas empleadas en la definición
V. = Ver o Verbo
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