Artículo enciclopédico: historia de la antisepsia
Historia de la antisepsia
La historia de la antisepsia narra el constante esfuerzo de los científicos por encontrar sustancias químicas efectivas contra los microorganismos patógenos sin dañar al paciente.
Desde antes de comprender las causas de la sepsis, cirujanos como Oliver Wendell Holmes abogaban por la limpieza para prevenir infecciones.
En 1847, el médico húngaro I.
P.
Semmelweis, preocupado por la alta mortalidad en salas de obstetricia, recomendó medidas para evitar la propagación de enfermedades infecciosas.
historia de la antisepsia
Autor: Leandro Alegsa
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Desde antes de comprender las causas de la sepsis, cirujanos como Oliver Wendell Holmes abogaban por la limpieza para prevenir infecciones.
En 1847, el médico húngaro I.
P.
Semmelweis, preocupado por la alta mortalidad en salas de obstetricia, recomendó medidas para evitar la propagación de enfermedades infecciosas.
- La historia del avance de la terapéutica antiséptica no es sino la del continuo esfuerzo de los científicos por descubrir sustancias químicas que, con un máximo de toxicidad para los organismos patógenos (productores de enfermedad), reuniesen al mismo tiempo un mínimo de toxicidad para el paciente. El objetivo era la obtención de una droga tan efectiva que una sola dosis bastara a destruir todos los microorganismos causantes de una infección específica.
Aun antes de que se comprendieran plenamente las causas de la sepsis los cirujanos y tocólogos trataron de encontrar los medios de evitarla. Entre los que abogaban por la limpieza como medio eficaz de combatir la fiebre o sepsis puerperal figura Oliver Wendell Holmes (1809-94). En 1847, cuatro años después de la controversia suscitada por los escritos de Holmes, un médico húngaro, I. P. Semmelweis, alarmado por la alta mortalidad que se producía en las salas de obstetricia de las clínicas vienesas, recomendó a médicos, estudiantes y comadronas que lavaran manos e instrumentos con una solución de cloruro de calcio antes de asistir a los partos. Esta medida redujo la mortalidad por fiebre puerperal de un 9,9 a un 0,85 %. Argumentaba Semmelweis que las manos, instrumentos y apósitos eran portadores de un agente infeccioso que invadía el cuerpo de la parturienta.
Tal descubrimiento fue, sin embargo, relegado al olvido hasta que en 1867 comprobó Joseph Lister que los gérmenes invasores constituían el principal peligro con que había de enfrentarse el cirujano en el tratamiento de heridas accidentales o quirúrgicas e introdujo su propio método de antisepsia, basado en el hecho de que ciertas sustancias químicas tenían el poder de inhibir el crecimiento o provocar la destrucción de los gérmenes causantes de infecciones.
Con el uso del ácido fénico como germicida redujo la cifra de mortalidad en operaciones desde el 45 al 15 % en su clínica de Glasgow y, más tarde, perfeccionado su método, hasta un 12 en sus salas de Edimburgo.
En 1881 Robert Koch de Berlín llamó la atención sobre las propiedades germicidas del bicloruro de mercurio y su recomendación de que se usara en solución acuosa al uno por mil fue casi universalmente aceptada.
Estos importantes descubrimientos, sin embargo, sólo constituían un valioso elemento auxiliar en el tratamiento de las heridas o lesiones externas o un medio de prevenir la incidencia de la infección en cirugía, obstetricia y odontología, ya que los primitivos antisépticos eran demasiado tóxicos para ser utilizados en enfermedades infecciosas o en infecciones generalizadas.
El siguiente gran paso adelante en el tratamiento de las enfermedades infecciosas corrió a cargo de Paul Ehrlich, quien observó que ciertos animales, parásitos y espiroquetas eran destruidos en los tejidos del huésped por la inyección intravenosa de ciertas drogas que contenían arsénico, descubrimiento que era la base del tratamiento de la sífilis y de la angina fuso-espirilar de Vincent por medio de las arsenaminas (salvarsán) y de la enfermedad del sueño por compuestos similares. El empleo de la Quinina en el paludismo y de la Emetina en la disentería amebiana fue enseñado por los indios que utilizaban la Cincona y la Ipecacuana.
Hasta 1930, sin embargo, no se logró nada positivo en la quimioterapia de las infecciones causadas por bacterias propiamente dichas. En este año Gerhard Domagk, profesor adjunto de Medicina de la Universidad de Francfort y colaborador científico de la Farbenindustrie, I. G., estudió los efectos que sobre ratones infectados producían numerosos compuestos fabricados por la gran empresa. Uno de los primeros ensayados fue el prontosil, del famoso grupo de las Sulfamidas, que se reveló tan eficaz que curaba a los ratones infectados de estreptococos mortales con dosis de 0,2 mg, mientras que los animales toleraban dosis de hasta 80 mg. El margen de seguridad, por tanto, era de 1/400. Más tarde se descubrieron multitud de sulfamidas que resultaron eficaces en el tratamiento de enfermedades infecciosas producidas por bacterias grampositivas, tales como diferentes formas de sepsis, neumonía y gonorrea.
El descubrimiento de los antibióticos
El descubrimiento de la Penicilina y otros antibióticos constituye el más reciente y fenomenal avance de la terapéutica antiséptica en las infecciones generales (antisépticos internos). La antibiosis se basa en el hecho de que ciertos microorganismos o sus productos son recíprocamente antagónicos y a menudo se destruyen mutuamente. Tales productos, llamados antibióticos, se obtienen de mohos, hongos y bacterias y poseen sorprendente poder antiinfeccioso contra los microorganismos patógenos. En muchos casos no producen el menor efecto irritante o tóxico sobre los tejidos del organismo ni estorban lo más mínimo la acción de los mecanismos de defensa natural del cuerpo contra las infecciones. Sin embargo, algunos de los modernos antibióticos, tomados por vía oral, pueden producir pequeños trastornos intestinales.
♦ Para más información ver: antiséptico.
Autor: Leandro Alegsa
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