Historia de la industria automotriz

1. En 1908, Henry Ford aplicó su genio inventivo y sus conocimientos técnicos de ingeniería a la creación de una planta para montaje en serie de su famoso «Modelo T», con lo que abrió el camino y marcó el rumbo a los nuevos métodos racionales de manufactura que hoy utilizan todas las industrias. En 1913 proyectó la cadena de montaje mediante bandas transportadoras e inició la pauta de ensamblaje en factoría, que ha revolucionado toda la industria.
   
   Al advenimiento de los métodos de producción masiva se crearon industrias especializadas en la fabricación de piezas de automóvil tales como engranajes, cajas de cambios, juntas, acumuladores, sistemas eléctricos, cojinetes, válvulas para neumáticos, cristales, bocinas, carrocerías y otras muchas. Los sistemas de producción alcanzaron tan alto grado de perfección que se montaba el motor de un vehículo mediante un proceso continuo sin aumento casi de la mano de obra. Se creó la nueva técnica de la automación que eliminó los operarios de máquinas en algunos departamentos. En un pabellón de 1600 m de longitud, típico de esta industria, se pueden descargar piezas de suministro de hasta 6000 abastecedores distintos para llevarlas a las zonas centrales. Las piezas más voluminosas tales como bastidores, carrocerías y motores se envían a cadenas de montaje colaterales y de allí a la cadena principal. Un solo automóvil o camión exige 16000 piezas diferentes. Cada una de estas piezas ha de ser idéntica e intercambiable; debe asimismo responder a una rígida inspección y severo examen. Algunas fábricas, tanto americanas como europeas, pueden montar en sus cadenas unidades completas a razón de una por minuto.
   
   Aunque las operaciones de montaje de un vehículo se calculan en segundos, la investigación y planificación de un modelo nuevo suelen tardar en completarse hasta cinco años. La fuerte competencia automovilística exige que los ingenieros y proyectistas sean capaces de pulsar acertadamente y a largo plazo los caprichos del comprador. El cambio de herramientas y maquinaria que impone una modificación importante cuesta ingentes sumas y no permite mucho margen de error al proyectar los nuevos modelos.
   
   La industria automotriz consume enormes cantidades de materias primas, en particular hierro, acero y metales no férricos. Un solo automóvil o camión emplea más de 1100 kg de acero, 225 de fundición gris, 93 de goma, 45 de hierro maleable, 30 de cinc y sus aleaciones y 15 de plomo y aleados; a esto se añaden tejidos, cristales, plásticos, papel y otros productos.
   
   El enorme desarrollo de la industria automotriz queda expresado en las estadísticas recogidas por la Asociación de Fabricantes del Automóvil. En 1900 se fabricaron sólo en Norteamérica 4192 coches y ningún camión ni autobús. En 1915 ascendía la cifra a 895000 automóviles y 74000 camiones y autobuses. Al año siguiente se llegó al millón y medio de coches y a 92000 camiones y autobuses.
   
   La revolución industrial registrada en España a partir de su guerra civil, en especial durante los años 1948-55, repercutió en la industria de modo notable. El país pasó de la nada a la construcción de vehículos industriales, automóviles, motores, motocicletas y tractores, a pesar de todas las dificultades, en especial la falta de técnicos y mano de obra especializada. Hoy la producción alcanza casi a cubrir las necesidades del mercado interior, aunque las cifras no puedan compararse con las de otros países. Al ritmo actual de producción habrá de pensarse en la exportación al mejorar la productividad que abarate el producto final, incapaz hoy de resistir la competencia extranjera. Los españoles, con niveles de vida relativamente bajos, tienden hacia el vehículo utilitario de menor coste, que diversas fábricas (S.E.A.T., F.A.S.A., etc.) están produciendo en gran cantidad y se preparan para aumentarla. El automóvil de lujo Pegaso, un fuera de serie, ha llamado poderosamente la atención en varias exposiciones internacionales por la perfección de sus líneas y su rendimiento mecánico.
   
   La industria automotriz ha demostrado su capacidad de adaptación instantánea para la producción de material bélico. Durante la I Guerra Mundial fabricó ambulancias,. tanques, lanchas, motores, furgones y cascos; en la II Guerra Mundial las plantas automovilísticas se convirtieron en gigantescos arsenales de los que salían cantidades ingentes de equipos militares. Los productos de guerra transformados abarcaron todo género de material: desde municiones, motores de aviación y equipos marinos hasta una gran variedad de vehículos militares y otros artefactos guerreros.
   
   Al terminar en 1946 las restricciones impuestas por el conflicto, la industria automovilística sacó a relucir máquinas-herramientas retiradas, construyó rápidamente otras, dejó a un lado las cadenas de montaje utilizadas para los artefactos bélicos y se dispuso a satisfacer la inmensa demanda de vehículos civiles cuya producción había sido suspendida. Los modelos de 1946 fueron casi iguales a los de 1942, pues la preocupación esencial de la industria en esta época fue la de abastecer el mercado. La fabricación de coches se incrementó paulatinamente hasta junio de 1950, en que el conflicto coreano y el temor a una nueva conflagración obligaron a reducir parcialmente la producción civil; al terminar la guerra de Corea, se inició la política de renovar periódicamente la maquinaria para dar paso a los cambios importantes de diseño y avances técnicos.
   
   Para más información ver: automotriz, industria.

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