Historia de los ciclos económicos

1. Los ciclos económicos son peculiares del capitalismo industrial. Aunque también los sistemas precapitalistas conocieron periodos buenos y malos, tales cambios podían explicarse por la intervención de influencias extrañas: guerras, epidemias, malas cosechas, luchas civiles. En la segunda mitad del siglo xix Inglaterra y Francia experimentaron los primeros ciclos económicos en el sentido moderno de la palabra. En Norteamérica se han producido fluctuaciones cíclicas desde 1796; en Alemania, desde mediados del siglo xix; en Rusia y Japón, desde sus postrimerías. Los ciclos económicos tienen trascendencia mundial, pues, generados en los principales países industriales, se extienden a las naciones menos desarrolladas a favor de las relaciones comerciales internacionales.
   
   Al estudiar las crisis económicas resulta relativamente sencillo determinar los años de crisis, marcados con la impronta peculiar de cesaciones súbitas en la actividad económica. En los Estados Unidos, país el más adecuado para el estudio del fenómeno por contar con una economía netamente capitalista, se produjeron crisis en los años 1818, 1825, 1837, 1847, 1857, 1873, 1884, 1893, 1907, 1913, 1920, 1929 y 1937; particularmente graves fueron las de 1837, 1873, 1893 y 1929. Aunque fundamentalmente todas estas crisis tuvieron causas similares, sus orígenes aparentes parecen diferir. La de 1837 se atribuyó a la inflación de los valores inmobiliarios, al fallo de los bancos creados por el presidente Jackson y a la desmesurada especulación sobre los terrenos públicos. La de 1873 estuvo precedida por un periodo de inflación producido a la terminación de la Guerra de Secesión. En 1893 fue la causa la indeterminación con respecto al patrón monetario. Los abogados del patrón plata no lograron imponer su criterio, pero sí se emitió plata en cantidad suficiente para producir la inflación que originaría la crisis. La política de «dinero fácil» de los bancos de la Reserva Federal que alentó la especulación bursátil, la disminución de nuevas inversiones y la inflación en los valores producida por la excesiva expansión de los créditos bancarios originaron la crisis de 1929.
   
   La intensidad y duración de esta última pueden atribuirse a la interdependencia de las relaciones económicas. La depresión iniciada en un país afecta a los relacionados con él, que también sufren paralización en sus actividades mercantiles. Guando la nación de origen inicia su proceso de recuperación, lo ve frenado por el impacto de la depresión en los países afectados, depresión que por haberse originado más tarde alcanza en ese momento su punto álgico. Esta alternancia de las depresiones se hace sentir en todo el mundo y contribuye al alargamiento e intensificación de las crisis por todo el universo económico.
   
   Para más información ver: ciclo económico.

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