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Los cambios funcionales como índices de crecimiento

Los cambios funcionales como índices de crecimiento se refieren a cómo los organismos se adaptan a su desarrollo a lo largo del tiempo.

Este proceso implica no solo un aumento en el tamaño del cuerpo, sino también la adquisición de nuevas aptitudes.

Al analizar la relación entre la edad del desarrollo y la edad cronológica, se observa que pueden coincidir en algunos aspectos, mientras que en otros pueden divergir, lo que refleja la complejidad del crecimiento en los seres vivos.
 


los cambios funcionales como índices de crecimiento
  1. El crecimiento implica una acomodación continua a los cambios de tamaño del cuerpo y la adquisición de nuevas aptitudes. Al estudiar la correlación de la edad del desarrollo con la cronológica se advierte que en ciertos aspectos ambas coinciden, mientras que en otros la edad del desarrollo se retrasa o adelanta. En los animales de sangre caliente la pérdida de calor, que ocurre en la superficie, tiene que ser compensada por nuevas aportaciones térmicas (v. Temperatura del cuerpo); la cuantía del proceso de oxidación o metabólico (consumo de combustible y oxígeno) se refiere más a la superficie del cuerpo que a la masa del mismo. Los animales de pequeño tamaño consumen mucho más oxígeno por unidad de peso que los grandes; pero por unidad de superficie corporal, el ratón y el caballo gastan aproximadamente la misma cantidad de oxígeno y producen casi la misma cantidad de calor. En el crecimiento no sólo ocurre una reducción de la superficie del cuerpo por unidad de peso, sino también una mengua del oxígeno utilizado por unidad de superficie. La disminución del metabolismo va acompañada de cierto retardo de la pulsación cardiaca (que es también más rápida en los animales de pequeña talla) y del ritmo respiratorio. En el hombre en situación de reposo las pulsaciones son al nacer en número de 130 a 145 m; a los 2 años descienden a 100 y siguen disminuyendo hasta quedar en 60-70 en la madurez.


    Por otra parte, la capacidad de mantener la temperatura del cuerpo a un nivel adecuado, casi constante, se desarrolla muy pronto después del nacimiento y se observa una bien establecida periodicidad diurna (24 h) ya en niños de 12-18 meses de edad. Esto está relacionado con el desarrollo gradual en el niño de la adaptación al tipo de ciclo sueño-vigilia del adulto. El recién nacido duerme unas 22 h de las 24 del día. Con el desenvolvimiento de las funciones cerebrales aparece la capacidad de establecer un largo periodo ininterrumpido de sueño nocturno, con más breves y escasos periodos en los cuales el niño dormita durante el día. Al llegar a los 6 o 7 años el niño ya disfruta de un solo periodo de sueño en 24 h, que dura de ordinario 11-12 h. Luego la relación de sueño a vigilia disminuye de un modo más gradual hasta alcanzar la proporción de uno a dos en la madurez.


    Es interesante en el crecimiento, aunque actualmente no está bien explicado, el fenómeno del incremento metabólico del cerebro en reposo, a juzgar por la frecuencia de las oscilaciones de su potencial eléctrico, llamadas «ondas cerebrales» y también «ritmo de Berger» y «ritmo alfa» (v. Electroencefalografía) . A medida que el cerebro aumenta en peso, la frecuencia de las ondas cerebrales se eleva aproximadamente en una onda por segundo por cada 100 g más de masa cerebral (el cerebro pesa unos 400 g al nacer y unos 1200 g en la madurez).


    Otro cambio notable que acompaña a la madurez lo constituye el retroceso del «punto próximo de la visión distinta». La capacidad de los ojos para la acomodación —para enfocar la imagen de los objetos muy próximos sobre la retina— disminuye con la edad. A los 40 o 50 años una persona que goza de visión normal para los objetos remotos necesita lentes para leer o examinar objetos muy próximos. Pero este debilitarse del poder de acomodación comienza ya durante el periodo de crecimiento; un niño de 8 años ya puede presentar síntomas de presbicia. Sin duda, el fenómeno está relacionado con la pérdida de elasticidad del cristalino, cosa que ocurre en otras estructuras, como las paredes de las arterias, las cuales contienen tejido conjuntivo elástico que con el tiempo se endurece y se hace quebradizo.

    Para más información ver: crecimiento.
Actualizado: 27/10/2015
Los Andes 

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