Artículo enciclopédico: orígenes de la literatura catalana
Orígenes de la literatura catalana
Los orígenes de la literatura catalana se sitúan en un contexto de transición lingüística, donde el latín dominaba las expresiones escritas.
A partir del siglo X, comienzan a surgir palabras romances en documentos, marcando el inicio de un proceso lento y gradual hacia la creación de textos en lengua vulgar.
Las Homilies d’Organyà, del siglo XII, representan el primer ejemplo significativo, mientras que la influencia de la literatura trovadoresca provenzal se hace evidente en la poesía medieval catalana.
orígenes de la literatura catalana
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A partir del siglo X, comienzan a surgir palabras romances en documentos, marcando el inicio de un proceso lento y gradual hacia la creación de textos en lengua vulgar.
Las Homilies d’Organyà, del siglo XII, representan el primer ejemplo significativo, mientras que la influencia de la literatura trovadoresca provenzal se hace evidente en la poesía medieval catalana.
- Como todas las literaturas románicas, también la catalana empieza con el esfuerzo por liberarse de las letras latinas, que, aun en la época de crisis general del lenguaje escrito, monopolizan las pocas manifestaciones que se producen. El proceso es lento y escapa a toda precisión cronológica: en el siglo x empiezan a aparecer palabras romances sueltas, en documentos latinos, y su número va aumentando de manera gradual y progresiva en las dos centurias siguientes. El primer texto escrito en vulgar son las Homilies d’Organyà, sermonario de fines del siglo xii o comienzos del xiii; su valor es, en rigor, exclusivamente lingüístico. En la poesía de esta época se nota una evidente influencia de la literatura trovadoresca provenzal: por razones varias, de historia política y cultural y de afinidad lingüística, los poetas catalanes medievales escriben (o intentan escribir) en provenzal, de cuya poesía toman la expresión y los temas, por todo el siglo xiv.
La literatura medieval.
El primer gran autor de la literatura catalana (y uno de los más grandes de todos los tiempos) es el mallorquín Ramón Lull (1233-1315). Escritor de rara fecundidad, produjo sobre todo en latín, pero nos interesa especialmente por sus obras en catalán; conviene destacar, que, por él, la filosofía y la teología tuvieron expresión de una lengua vulgar por primera vez en una época en que, en general, tenían reservado el campo del latín. El ideario de su pensamiento se basa en la pretensión de reducir a un sistema todas las verdades conocidas en su afán de conversión de los infieles. Mucho de ello se encuentra en sus obras de imaginación: el Llibre de contemplado, extenso, pero de intensidad y de vuelo estético y emotivo siempre creciente, es una verdadera enciclopedia mística; el Llibre de merevalles y el de Evast e Blanquerna son novelas alegórico-didácticas, que nos describen, respectivamente, los diferentes elementos del mundo (por los cuales se llega a la fe y al conocimiento) y los distintos estados de la vida humana (para llegar al del ermitaño). Destaca, en el primero, el capítulo llamado «Llibre de les besties». Citemos, además, el Llibre d’ Amic e Amat, florilegio de la mística cristiana, en forma de un epígrafe para cada día del año, todos de honda penetración humana. En esta época destacan las cuatro grandes Crónicas, piezas fundamentales de la historiografía y de la literatura: el Llibre deis Feyts, de Jaime I, que narra ante todo, la conquista de Mallorca y de Valencia y contiene, prosificadas, antiguas crónicas rimadas o cantares épicos. La Crónica de B. Desclot, escrita entre 1285 y 1295, trata principalmente de Pedro el Grande y de la expansión catalano-aragonesa por el S de Italia. La Crónica de Ramón Muntaner (1265-1336) es la más notable por la personalidad del autor, por su fuerza expresiva y por la emotividad con que relata los hechos, entre los que destaca la expedición al Mediterráneo oriental. Por último, la de Pedro el Ceremonioso (con algunos colaboradores), terminada en 1388.
Epoca clásica.
Generalmente se considera a Bernat Metge (1350-1413) como el iniciador del periodo clásico que dura hasta fines del siglo xv. Barcelonés, secretario real, representa el mejor momento de la conjunción de humanismo, latinismo e italianismo en las letras catalanas. Recibe la influencia de Dante, Petrarca y Boccaccio, en especial de las obras latinas de los dos últimos. Su obra cumbre, Lo somni (1398), es un dechado de elegancia en estilo, léxico y sintaxis, dentro de la corriente humanista. Francesc Eiximenis (1340-1409), enciclopédico, pertenece a la narrativa y didáctica. Concibió una gran obra, al estilo de las recopilaciones medievales, Lo crestiá, de la que sólo se conservan cuatro libros. También nos dejó el Llibre de les dones, pintoresco y moralizador al mismo tiempo, y el Llibre deis àngels, muy difundido en su época. Dentro de la oratoria sagrada descuella San Vicente Ferrer (1350-1419), valenciano, quien, con sus sermones impetuosos, destructivos y convenientes, convertía multitudes, hablando siempre valenciano, por todos los países de la Cristiandad. En la poesía renancentista, las tres figuras más importantes son Andreu Febrer, Jordi de Sant Jordi y Ausiás March. El primero une en su poesía catalana temas y tipos poéticos provenzales, franceses e italianos y traduce, en verso, la Comedia, de Dante. Jordi de Sant Jordi supera los recursos de la poesía provenzal e italiana (que, no obstante, influyen en su obra, sobre todo, en la forma del llamado petrarquismo) y consigue una poesía clara, pero trascendente, como expresión de valores humanos absolutos, en especial en sus stramps o versos libres. Ausiás March (1397-1459) es uno de los hitos más señalados de la poesía de todos los tiempos. Lingüísticamente representa la liberación definitiva de provenzalismos en la poesía. Como poeta, es de una rara profundidad, atormentado y preocupado hasta la obsesión por lo que hoy llamaríamos un análisis introspectivo de su modo de ser. Le ayuda, en esa introspección, su sólida formación escolástica, la cual, empero, lejos de dar un carácter prosaico o científico a su poesía, se resuelve en una belleza de la mejor especie. Junto con la influencia escolástica encontramos, en Ausiàs March, las inevitables de los trovadores y de los italianos (Dante y Petrarca). No se crea, por todo ello, que su poesía, por profunda, deje de ser humana; todo lo contrario: esto se ve muy claramente en su manera de poetizar a la mujer, en su afán de tamizarlo todo desde un punto de vista moral, en sus análisis psicológicos. El mejor exponente de cuanto decimos es su Cant espiritual. Por su importante personalidad destaca Jaume Roig con su Spill o Llibre de les dones, que, a pesar de estar escrito en verso, tiene el contenido de una novela (picaresca, misógina). La novelística catalana del siglo xv viene representada por Tirant lo Blanc (1460), de Joanot Martorell, novela de caballerías pero con una gran dosis de sensatez, total verosimilitud y una continuada ironía. También novela de caballerías (y sentimental y bizantina) es Curial e Güelfa.
Decadencia.
Desde comienzos del siglo xvi hasta mediados del xix, se produce un enmudecimiento casi total de las letras catalanas. Los pocos autores que aparecen escriben más bien en castellano, de modo que no pertenecen a la literatura catalana. Contadas excepciones se pueden aducir; entre ellas, Pere Sefarí, conocido por sus Cants d’amor (1565), es fácil versificador Vicens García, «el rector de Vallfogona» (1582-1623), el más selecto Fontanella. En la historia destacan Pere Miquel Carbonell y varios cronistas, entre ellos Jeroni Pujades. El siglo xviii y comienzos del xix se caracterizan por una recuperación de la conciencia colectiva (cuyas manifestaciones, no obstante, se hacen siempre en español); que tiene como consecuencia, en lo material, una mayor seguridad para las empresas mercantiles y financieras en coincidencia con los primeros momentos del desarrollo industrial. Todo ello preparaba el resurgimiento o renaixenca de las letras catalanas.
La «renaixença» (resurgimiento).
El resurgimiento fue una de las consecuencias de la proyección medieval del romanticismo, que, al exaltar el pasado, descubría toda una literatura y una historia. El motivo ocasional fue la oda a La patria, de Aribau (1833). La renaixenca provoca la aparición de una poesía circunstancial, de poco mérito, pero de gran eficacia en la propagación del nuevo espíritu, y todo ello se consolida con la restauración, en 1859, de los Jocs Floráis, como fiesta de la poesía, que ya se iba a celebrar, ulteriormente, cada año. La obra de la Renaixenca, que podía hundirse por lo sentimental, encuentra su tono gracias a Jacinto Verdaguer (1845-1902). Procedente de un medio rural, la Plana de Vich, poseía un lenguaje puro y rico en vocabulario, circunstancia que salva la forma extensiva en un hombre que al propio tiempo concibe grandes obras. Sus grandes poemas épicos son L’Atlántida (feliz incorporación de la mitología clásica a la poesía moderna, sobre el tema del hundimiento de un continente, enlazado con el descubrimiento de otro y Canigó (poema de la reconquista pirenaica, con aportación
de un mundo maravilloso, en los mismos orígenes de la Cataluña condal y monacal). Verdaguer es también muy importante como poeta lírico. Otro gran pilar del restablecimiento idiomático fue la escuela mallorquína, con Costa y Llobera (1854-1922), Joan Alcover (1854-1926) y M. deis S. Oliver (1864-1919).
Época actual.
Contra el desbarajuste idiomático (la lengua se sentía esclavizada por el arcaismo y por el castellanismo) actuó el Institut d’Estudis Catalans (1907), de cuyo seno y por obra de Pompeu Fabra, salió la nueva ortografía (1913), la gramática preceptiva y la restauración de la lengua literaria. Dentro de este campo ya muy fijado, las primeras décadas del siglo XX han visto estructurarse toda una literatura, a veces de gran tono, y un ingente corpus de crítica, erudición y alta cultura. Joan Maragall (1860-1911) es el espíritu más universal de la época moderna. Bajo la influencia de lo griego y de lo germánico es, esencialmente, exponente de lo catalán. Creador de una trina estética (la de la palabra viva), escribe poesías de valor absoluto (Cant espiritual, La vaca cega) y posibilita la literatura posterior. Su obra literaria representó para las letras catalanas un enriquecimiento temático que permitió superar ampliamente los limites folklóricos que las regían desde los inicios de la Renaixenca. Maragall aporta todo cuanto de universal, noble y auténtico tuvo el Romanticismo europeo.
En este camino de universalización —aunque en cierta manera reaccionando contra Maragall— hay que colocar la figura de Eugeni d’Ors (1882-1954). Frente a la intuición, al individualismo y al apasionamiento todavía romántico de Maragall, d’Ors opone el método, la cultura casi diríamos planificada y el rigor intelectual. En el Glossari (Glosario), que aparecía en el periódico «La Veu de Catalunya», d’Ors, fue dando, durante los primeros años del siglo XX, una gran lección de cosas, ya en forma de notas aisladas, ya en forma de otras que se iban engarzando para constituir luego obras de tanta trascendencia cultural como La ben plantada, Gualba, la de mil veus (Gualba, la de mil voces), Tina i la Guerra Gran y Oceanografia del tedi.
Entretanto, en Mallorca, la obra de los poetas Miquel Costa i Llobera (1851-1922) y Joan Alcover (1854-1926), de una pureza ática el primero y elegiacamente clásico el segundo, no sólo incorporaban decisivamente las Baleares al renacimiento de las letras catalanas, sino que representaban la asimilación de los temas y motivos del Parnasianismo francés.
Con la gran generación de los poetas barceloneses, la poesía catalana alcanza su definitiva maduración: Josep Carner (n. en 1884), que en sus libros Els fruits saborosos (Los frutos sabrosos), La inútil ofrena (Ofrenda inútil), Nabi, Arbres (Árboles), Absència (Ausencia), consigue crear un auténtico lenguaje poético a la altura de las necesidades de la lírica de su tiempo, como antaño había hecho Verdaguer; Guerau de Liost (seudónimo de Jaume Bofill i Mates, 1878-1933), artífice del verso, al que dota de extraordinaria concentración expresiva y de sutilísima ironía: La muntanya d’ametistes (La montaña de amatistas), Somnis (Sueños), La ciutat d’ivori (La ciudad de marfil), Selvatana amor, Ofrena rural (Ofrenda rural) y Sàtires (Sátiras); Josep María López-Picó (1886-1959), de obra muy abundante y desigual, de la que destacan composiciones señeras como Invocació secular (Invocación secular); Josep María de Sagarra (1894-1961), poeta de espléndido colorido y de gran efectismo expresivo, cuyas preferencias van hacia los temas tradicionales, como indican algunos de sus títulos: Primer llibre de poemes (Primer libro de poemas), El mal cacados (El cazador furtivo), Cancons d'abril i de novembre (Canciones de abril y de noviembre), Cancons de taverna i oblit (Canciones de remo y vela), Cancons de totes les hores (Canciones de todas las horas). El Comte Aman. (El Conde Arnaldo), El poema de Nadal (El poema de Navidad), La rosa de cristall (La rosa de cristal). Ancores i estrelles (Anclas y estrellas) y Entre L'Equador i els Tròpics (Entre el Ecuador y los Trópicos . Pero de toda esta generación de poetas, quien da la gran lección de rigor intelectual y de profunda y viva sensibilidad es el humanista Caries Riba (1893-1960), en sus Estances (Estancias), en las que la pasión intelectual se funde con el rigor de la forma y la más exquisita sensibilidad, en las Elegies de Bierville (Elegías de Bierville), que invocan la tragedia de la patria, y en los violentos sonetos de Salvatge cor (Salvaje corazón). Clementina Arderiu (n. en 1893), esposa de Caries Riba, es autora de L'alta llibertat (La alta libertad), Sempre i ara (Siempre y ahora), Es a dir (Es decir).
En un aparte deberíamos colocar a un grupo de poetas de actitud literaria muy distinta: Joan Salvat-Papasseit (1894-1924), que bajo las formas de una poesía vanguardista en Les conspiracions (Las conspiraciones), La rosa ais llavis (La rosa en los labios), Ossa Menor (Osa Menor), nos da el contenido de una pasión todavía romántica, casi adolescente. J. V. Foix (n. en 1894) parte también de los movimientos de vanguardia para llegar a la creación de un mundo alucinado, fruto de la propia magia verbal: Gertrudis, KRTU, Sol i de dol... (Solo y de luto...), Les irreals omegues (Las irreales omegas), On he deixat les claus... (Donde he dejado las llaves). Pere Quart (seudónimo de Joan Oliver, n. en 1889), que ha cultivado con gran acierto el teatro, sigue una línea más bien irónica y satírica desde sus primeros libros Les decapitacions (Las decapitaciones) y Bestiari (Bestiario), hasta el reciente Vacames pagades (Vacaciones pagadas). Tomás Garcés (n. en 1901) es autor de una serie de libros de poemas como: Vint cangons (Veinte canciones), La nit de Sant Joan (La noche de San Juan), Viatge d’ octubre (Viaje de octubre).
Otra generación que imprime un nuevo rumbo a la poesía catalana es la integrada por Bartomeu Roselló-Pàrcel (1913-37), autor de 9 poemes (9 poemas), Cuadern de sonets (Cuaderno de sonetos) e Imitado del joc (Imitación del fuego); Salvador Espriu (n. en 1913), cuya producción se reparte entre libros de prosa Laia, Aspectes (Aspectos), Miratge a Citerea (Espejismo en Citerea), Letizia, Ariadna al laberint grotesc (Ariadna en el laberinto grotesco), Primera història d’Esther (Primera historia de Esther), y libros de poesía Cementiri de Sinera (Cementerio de Sinera), Les cangons d’Ariadna (Las canciones de Ariadna), Les hores (Las horas), Mrs. Death, Final del laberint (Final del laberinto), El caminante i el mur (El caminante y el muro) y La pell de brau (La piel de toro); Joan Teixidor (n. en 1913) con Vaventura jragil (La aventura frágil), Cam' deis dies (Camino de los días), El príncep (El príncipe); Joan Viñoly (n. en 1914) con Primer desenllag (Primer desenlace), De vida i sommi (De vida y sueño), Les hores retrobades (Las horas encontradas) y El callat (El callado); Josep Palau Fabre (n. en 1917), que recoge toda su producción el Poemes de L' Alquimista (Poemas del Alquimista).
Joan Perucho (n. en 1920) y Jordi Sarsanedes (n. en 1924) enlazan ya con las generaciones más recientes. En el campo de la prosa, dejando de lado la gran figura de Narcís Oller, encontramos a Joaquín Ruyra (1858-1939) que en su Pinya de rosa (Piña de rosa), aporta una nueva sensibilidad descriptiva del paisaje. La novela rural, transida de dramatismo tiene sus representantes en Víctor Catalá (seudónimo de Caterina Albert, n. en 1873), autora de Solitud (Soledad) y Drames rurals (Dramas rurales) y en Sebastià Juan Arbó (n. en 1908), autor de Tenes de l'Ebre (Tierras del Ebro). Miquel Llor (n. en 1894) incorpora, con su Laura a la ciutat del sants (Laura en la ciudad de los santos) la novela de estilo francés. De gran importancia es la labor periodística y narrativa de Josep Pía (n. en 1897), quien en su serie de Coses vistes (Cosas vistas), en sus Homenots (Hombrones) y en el resto de sus libros quiere dar —y lo consigue eficazmente— un retrato de la realidad psicológica, social y económica de Cataluña. Salvador Espriu, con las novelas y narraciones anteriormente citadas, realiza una renovación en el campo de la prosa. Para mediados del siglo XX, un nutrido grupo de novelistas, María Aurelia Campany, Manuel de Pedrolo, Joan Perucho, Jordi Sarsanedes, Josep María Espinás, publicaban obras de la más alta calidad.
El teatro catalán ha sido en cambio más bien deficitario y sólo un autor ha conseguido un éxito popular que no siempre ha correspondido al nivel literario de sus piezas: Josep María de Sagarra. Sin embargo, vale la pena consignar los notables intentos y algunas realizaciones de Caries Soldevila, Joan Oliver y Manuel de Pedrolo.
La literatura catalana contemporánea, a pesar de su reducida área lingüística, ofrece un panorama de tanto interés como el de algunos países de gran tradición cultural y literaria. Las últimas promociones de escritores permiten augurar que continuará en este mismo nivel.
Para más información ver: catalanas, lengua y literatura.
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n. = neutro o norte
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