Palabra aramea que significa «padre» y sirve para designar al Padre Eterno. Al parecer, fue la utilizada preferentemente por Jesucristo en sus oraciones. Se lee cuatro veces en el Nuevo Testamento (Mc. 14:36; Mat. 26:39; Rom. 8:15; Gal. 4:6), acompañada de su equivalente griego. Se supone fue utilizada como nombre propio sagrado; los esclavos no podían aplicarlo a sus señores.