Significado de «Aérea, Potencia»

La expresión Aérea, Potencia se refiere a la capacidad de un Estado para ejercer su influencia y hacer valer sus derechos mediante el uso de medios aeronáuticos.

Esta fuerza aérea no solo es crucial en tiempos de guerra, donde busca establecer el dominio del aire, sino que también puede ser utilizada en tiempos de paz como un instrumento de política nacional.

La superioridad aérea se logra al neutralizar al adversario, asegurando así la libertad de navegación en el espacio aéreo.



Definición de Aérea, Potencia
  1. Capacidad de un Estado para hacer valer sus derechos e imponer su voluntad por medios aeronáuticos. La maquinaria militar que pone en juego para ejercer esa capacidad constituye su fuerza aérea. Ésta, la que se denomina fuerza aérea in se, es decir, la propia existencia de una fuerza aérea adecuadamente capaz y poderosa, puede ser utilizada en tiempos de paz por un país como instrumento auxiliar de su política nacional.

    En época de guerra, el objetivo primordial del poder aéreo es establecer el dominio del aire, es decir, conservar la plena libertad de navegación aérea y coartar al mismo tiempo la del adversario. De la nación que mantiene tal libertad a través de una serie de combates victoriosos se dice que posee superioridad aérea.

    Para imponer la propia voluntad sobre la del enemigo, fin primordial de la guerra, es preciso dejar inerme al contrario, destruyendo o neutralizando su poderío industrial bélico y los almacenes de aprovisionamiento de sus fuerzas armadas. Por esta razón, fuerza aérea ofensiva debe comportar la amenaza de una destrucción mortífera.

    Aunque el fin principal de la guerra es desarmar al adversario, debe suponerse, desde el primer momento, que los puntos neurálgicos de su industria y los centros vitales de su dispositivo bélico estarán debidamente protegidos por una fuerza aérea defensiva, encargada de impedir al enemigo el acceso impune a sus objetivos. Por esta razón, tanto como para privar al enemigo de su capacidad de represalia, la misión principal de la fuerza aérea debe ser la eliminación de la fuerza aérea adversaria mediante: 1) la destrucción de sus aeródromos, dispositivo de operaciones y equipo complementario terrestre y 2) el combate en el aire. Es lo que se denomina batalla aérea.

    Antaño, cuando la aviación veía limitado su radio de acción, era posible mantener la supremacía aérea local. La supremacía aérea mundial sólo era asequible cuando se disponía de una vasta red de bases aéreas tendida a lo largo del ancho mundo y dispuesta, a efectos estratégicos, en forma que el contacto de sus periferias aéreas formara, sin solución de continuidad, un dosel ininterrumpido sobre los teatros de operaciones. Organización que no difería gran cosa del sistema mantenido en el siglo pasado por la estrategia naval, que, para ejercer sus funciones a escala mundial, requería el establecimiento de bastiones marítimos dispersos por los siete mares.

    Las grandes potencias, sin embargo, se apresuran a crear ingenios aeronáuticos que, a efectos estratégicos, gozarán de un radio de acción mundial, ingenios que, despegando directamente de sus respectivas bases metropolitanas, puedan batir cualquier objetivo en el hemisferio septentrional y retomar a la base sin escalas. Al ritmo actual de progreso en la ciencia aeronáutica pronto será una realidad el antiguo sueño de una fuerza aérea que posea radio de acción universal (40000 km), radio hoy asequible, en cierto modo, gracias al reaprovisionamiento en vuelo.

    En virtud de ese radio de acción mundial, la potencia aérea es susceptible de empleo y aplicación directos desde la base continental de origen sin bases intermedias y sin las complicaciones internacionales inherentes a su establecimiento y mantenimiento en suelo extranjero. A este respecto, la potencia aérea representa, diplomáticamente, un instrumento de política nacional superior a su predecesor del siglo pasado, la potencia naval, cuyo despliegue mundial fue a menudo tildado de imperialista y agresivo. El desarrollo de semejante radio aéreo de acción mundial y el advenimiento de las armas nucleares no permiten ya mantener la supremacía local en ningún cielo del globo, si no es sobre la base continental en que radique la fuerza industrial sustentadora de la potencialidad aeronáutica. En estas condiciones, las bases intermedias son no sólo innecesarias sino verdaderamente insostenibles. En consecuencia, la ubicación de la base de operaciones aéreas debe de ser tal que todo ataque contra ella impliqúe para el agresor el riesgo de desencadenar la contraofensiva de toda la potencia aérea del agredido. (Esta proposición define, incidentalmente, la potencia aérea de las Islas Británicas. Aunque nación insular, Gran Bretaña, que posee un vasto complejo industrial y una nutrida población técnicamente adiestrada, constituye una fuente de poderío aéreo a escala mundial capaz de aceptar cualquier desafío a su soberanía aérea).

    Dada, pues, la imposibilidad de mantener la supremacía local del aire, no es ya posible aplicar la fuerza aérea con carácter continuado contra un continente desde bases periféricas, ya sean fijas (aeródromos) o móviles (portaaviones). Si una base flotante, por ejemplo, se aventura a abandonar el dosel aéreo protector de una fuerza continental amiga, adopta una posición insostenible, pues no existe base, ni flotante ni intermedia, capaz de acumular potencia aérea suficiente para desafiar o rechazar toda la fuerza aérea de un continente hostil. Por otra parte, el desarrollo de armas nucleares de tamaño adecuado para su transporte por aviación ligera supersónica, aumenta desproporcionadamente la vulnerabilidad de las bases flotantes e intermedias, que, una vez destruidas, no son susceptibles de recuperación.

    De lo expuesto se desprende que la hegemonía aérea no es otra cosa que el dominio mundial del aire, ejercido directamente desde el continente en que radica su origen industrial. La nación que no domina el espacio aéreo que cubre los cinco océanos, no domina nada.

    Al definir la potencia aérea, los técnicos militares han parafraseado invariablemente la definición histórica del poderío naval, manteniendo que tal potencia comprende la fuerza aérea de un país, la aviación militar de sus otros servicios, su aviación civil y su red civil de transporte aéreo, su industria aeronáutica y la pericia aeronáutica de su pueblo; en otras palabras, que la potencia aérea comprende toda esa porción del esfuerzo nacional que halla expresión en ingenios aeronáuticos, tripulaciones, equipo e instalaciones auxiliares.

    En el sentido militar estricto de diferenciar los papeles estratégicos respectivos de las fuerzas de tierra, mar y aire, tal definición resulta discutible. El que dicha fórmula sea aplicable al poderío marítimo y no al aéreo obedece a que los barcos, por naturaleza, quedan confinados en sus movimientos a un medio determinado, el agua, y no pueden participar directamente en acciones terrestres ni realizar, en condiciones de igualdad, cometidos propios de las fuerzas de tierra. Por ello es lógico que todo el esfuerzo nacional que culmine en barcos, tripulaciones marítimas o equipo e instalaciones navales constituye estrictamente poderío naval. Por otra parte, nunca se ha pretendido, por ejemplo, incluir dentro de la fuerza naval equipos o instalaciones destinados a la fabricación de artillería del ejército, aunque aplicables a la construcción de cañones navales, pues tales instalaciones fueron destinadas irrevocablemente al servicio del ejército.

    A diferencia del barco, el avión, vehículo extraordinariamente polifacético, no sólo coopera y compite con todos los métodos de transporte terrestres o marítimos, sino que, con el desarrollo de aparatos de vuelo estacionario, como los helicópteros, extiende sus aplicaciones a otras formas de movimiento y sirve, en efecto, como gigantesco elevador, escalera mecánica o montacargas. Como en el ejemplo anterior de artillería naval al servicio del poder naval, puede argüirse que un ingenio aéreo destinado y encomendado a las fuerzas terrestres o marítimas NO forma parte de la potencia aérea. Una nación puede perfectamente poseer una masa amorfa de aviación, aun en prodigioso número, y, a pesar de ello, carecer de potencia aérea.

    En otras palabras, es totalmente indiferente que un avión despegue de tierra o del agua o que sea catapultado. Lo que determina su clasificación como arma terrestre, marítima o aérea es su misión en vuelo. Si ha sido destinado a apoyar e incrementar la eficacia de las fuerzas terrestres y marítimas en la consecución de sus objetivos NO es un instrumento de potencia aérea. Sólo lo será cuando tenga por misión apoyar y aumentar la eficacia de las fuerzas aéreas en su tarea de obtener el dominio del aire.

    Una fuerza estratégica puede definirse como una fuerza militar capaz de asumir el dominio del medio que es lo propio con sus propios recursos de combate. Hasta que los aviones surcaron los cielos, el ejército y la marina fueron expresiones válidas del poderío militar de un país en tierra y mar, respectivamente. Sin embargo, la aparición del aeroplano restó exactitud al aserto. Tales fuerzas, sometidas en sus funciones a la posible intervención decisiva de la potencia aérea, han perdido el dominio del medio que les es propio y, con ello, su significación estratégica. Recíprocamente, las fuerzas de superficie, confinadas a sus propios recursos, no pueden interferir decisivamente las funciones del poder aéreo. En consecuencia, la potencia aérea es la única fuerza estratégica, porque sólo ella es capaz de alcanzar dominio sobre el medio que le es privativo con sus propios recursos de combate. Por ello, las fuerzas aéreas constituyen el principal instrumento del poderío militar de la nación.

    En un conflicto importante, las fuerzas de superficie ya no pueden cumplir con éxito sus misiones de no ser que una fuerza aérea amiga domine su espacio aéreo; por ello, el dominio del espacio aéreo constituye el quid de la guerra y un fin bélico en sí mismo. (Este principio, desde luego, no es aplicable en aquellos conflictos limitados y localizados, cuyo desarrollo depende fundamentalmente de consideraciones políticas que se oponen a la lógica militar. Así, en Corea, las fuerzas aéreas de las Naciones Unidas, viéronse reducidas en su misión a apoyar las fuerzas terrestres y actuaron bajo la prohibición de atacar las bases aéreas enemigas o los centros industriales y almacenes de abastecimiento de sus fuerzas militares.) Sólo cuando se ha establecido en el aire un dominio incontrastable pueden las fuerzas terrestres sacar partido, en la superficie, de las victorias decisivas ganadas en el cielo. Mientras tanto, sus esfuerzos quedan reducidos a apoyar y proteger a las fuerzas aéreas en su tarea fundamental.

    Toda nación que pretenda elevar al máximo su poderío aéreo debe suscribir estos principios fundamentales de arte militar: simplicidad de propósitos, unidad de mando, concentración de medios y economía de fuerzas. Ello significa que toda la fuerza aérea de un país debe estar unificada, bajo un solo mando aéreo, en una fuerza única: una potencia aérea «in se» que pueda alcanzar todos sus objetivos y cumplir todas sus misiones.

    Todo ello permite establecer que la potencia aérea puede ser considerada la máxima expresión del poderío militar y descansa sobre todos los recursos materiales y humanos de la nación. Véase Aeronáutica; Guerra aérea.
Actualizado: 18/11/2014


 aeremia
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Análisis de Aérea, Potencia

Cantidad de letras, vocales y consonantes de Aérea, Potencia

Palabra inversa: aicnetoP ,aeréA
Número de letras: 14
Posee un total de 8 vocales: A é e a o e i a
Y un total de 5 consonantes: r P t n c

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