La relación entre Agraria y Educación es fundamental para el desarrollo sostenible de la agricultura.
Aunque la agricultura es una de las actividades más antiguas del ser humano, su evolución hacia un enfoque científico y racional es relativamente reciente.
En España, desde el siglo XVI, se han realizado esfuerzos por integrar la educación agrícola, destacando figuras como los agrónomos Herrera y Deza, quienes promovieron la enseñanza especializada en este ámbito.
Sin embargo, la implementación efectiva de estas ideas tardó en materializarse.
Aunque la agricultura constituye la más vieja e importante ocupación del hombre, su enfoque teórico y la aplicación racional de procedimientos científicos a su desarrollo son conquistas relativamente modernas. Durante siglos, el cultivo de la tierra se ha regido por el empirismo popular, las costumbres y la tradición. El interés científico por la. agricultura como materia susceptible de estudios y experiencias especiales empieza a manifestarse con la aparición de escritos relativos al laboreo de las hacienda señoriales y comunes.
En España el interés por los problemas de la educación agrícola se despertó bien tempranamente, aunque no se tradujera en frutos demasiado positivos. Citemos los beneméritos empeños de los agrónomos Herrera y Deza que, ya en el siglo xvi, abogaban por la creación de cátedras de enseñanza agrícola. Resulta un tanto paradójico que, a pesar de éstas y otras voces no menos prestigiosas, como la del P. Feijoo, el problema no encontrase eco legal hasta el siglo xix, en que las Cortes de Cádiz decretaron la obligatoriedad de la enseñanza agrícola en las escuelas primarias y encargaron a las Sociedades de Amigos del País la tarea de redactar las correspondientes «Cartillas Agrícolas». Con lentitud se va abriendo el camino a decisiones más ambiciosas y así en 1856 se crean cátedras de agricultura en Castilla la Nueva, Castilla la Vieja. Andalucía, Extremadura, Galicia y León, a las que vinieron a añadirse luego las del Mediodía, Centro y Norte. En el campo de la especialización, ya se había regulado para entonces (1852) la preparación de agrimensores y aforadores. En 1866 se promulga la Ley de Enseñanzas Agrícolas, que se dividen en tres grados: elemental, profesional. y superior. En 1881 se crean Granjas y Escuelas de Agricultura en Granada Sevilla, Valladolid y Zaragoza. Decididamente el Estado comprende ahora la trascendencia del problema de la instrucción agrícola en un país cuya riqueza se encuentra prácticamente en el campo. Así vemos que en 1902 se organiza la enseñanza ambulante, que poco después se introduce en escuelas y cuarteles y que, finalmente, se ordena la obligatoriedad de enseñar en las granjas teoría y práctica agrícolas a los labradores que lo soliciten dentro de su demarcación. Se concede cada vez más atención a la especialización agrícola. En 1919 se establecen centros especiales en algunas comarcas, donde pueden prepararse los peritos agrícolas. En la actualidad, la enseñanza se desarrolla con criterio moderno en las escuelas e institutos laborales, así como en escuelas especiales que extienden títulos de ingenieros agrónomos y peritos agrícolas.
La actual legislación de educación nacional prevé la creación de escuelas de orientación agrícola en los medios rurales. Las escuelas de este tipo que hasta ahora se han creado lo han sido, en su mayoría, en fincas propiedad del Instituto Nacional de Colonización. Éste, al construir nuevos poblados o reorganizar algunos existentes, ha dotado a los campesinos de toda clase de servicios sociales y, entre ellos, ocupan lugar preeminente las escuelas. En varias ocasiones ha promovido el Instituto cursillos de orientación agrícola para los maestros con el fin de preparar personal que regente después las escuelas de orientación agrícola. Como el Instituto se preocupa de remunerarlos con cantidades adicionales sobre el sueldo que aquéllos reciben como maestros nacionales, ha tenido ocasión de seleccionar el personal docente con ciertas garantías de eficiencia.
Además de la enseñanza profesional que se da a los agricultores jóvenes en granjas-escuelas, en las que permanecen en régimen de internado durante varios años, se consiguen importantes frutos por medio de cursillos especializados a grupos pequeños de agricultores previamente seleccionados para que tengan una formación básica homogénea.
En Inglaterra encontramos escritos agrícolas que se remontan a los siglos xiii y xiv. Muy posteriormente (1733) aparece el titulado The Horse-Hoeing Husbandry; or, An Essay on the Principies of Tillage and Vegetation (El caballo de labranza o Ensayo sobre los principios de la Labranza y Vegetación), de Jethro Tull. Se trata sin duda de uno de los trabajos que en mayor medida prepararon el camino hacia la adaptación del conocimiento científico aplicado a la agricultura. En las colonias americanas venía funcionando desde 1743 la «American Philosophical Society», cuyos miembros se interesaron en la aplicación de los nuevos conocimientos científicos a la agricultura y en su difusión entre los campesinos. Esta sociedad, que desarrolló gran actividad durante todo el siglo xviii, contó entre sus miembros a personalidades tan relevantes como Benjamín Franklin y Thomas Jefferson. Fue indudablemente la precursora de las sociedades agrícolas posteriores en su interés por la solución racional de los problemas del campo.
En el continente europeo se crearon centros especiales de adiestramiento como consecuencia del auge creciente de la ganadería y la multiplicación de granjas lecheras. Así, en Copenhague (Dinamarca), se fundó un Colegio Veterinario en 1773, que luego se convirtió en Real Colegio de Agricultura y Veterinaria. En 1790 se abrió una cátedra de agricultura en la Universidad de Edimburgo, a la que siguió en 1796 otra de economía rural en OxfojrdCitemos también una escuela de altos estudios agrícolas fundada en 1799 en Krumman (Austria); otra en 1807 en Moglin (Alemania). En Francia, a la creada en Nancy en 1822 siguieron la de Grignon, en 1829, y la de Grandjouan, en 1830.
En los años comprendidos entre las dos guerras mundiales se hicieron grandes progresos en Europa en lo que respecta a educación agraria. Al acabar la II Guerra Mundial, todos los países comprendieron la necesidad de impulsar la agricultura como medio de mejorar las condiciones de vida. En Dinamarca y otros países escandinavos, la educación agrícola quedó íntimamente vinculada a la vida de la población rural, a la que se ilustra sobre los problemas de la explotación lechera, los mercados agrícolas y muchos otros aspectos de la agricultura considerada desde un punto de vista moderno y racional. En Francia, Bélgica e Irlanda esta clase de servicios ha estado tradicionalmente bien atendida.
Entre las dos guerras mundiales los esfuerzos del continente se han encaminado a lograr la autosuficiencia en la producción de alimentos, lo que se ha traducido en una especial atención a los centros de formación agrícola. Durante este periodo muchos países europeos admitieron a este respecto la superioridad de los Estados Unidos y reconocieron que la tecnología agrícola había de combinar la ciencia con la educación de modo que los labradores se sintiesen animados a aplicar en sus haciendas los métodos científicos. Como consecuencia de todo ello empezaron a afluir estudiantes de todos los países a las granjas experimentales de los Estados Unidos.
En los países centroeuropeos, incluidos Polonia, Austria y Alemania, la educación agrícola cobró gran arraigo. Los progresos realizados a partir de la I Guerra Mundial hicieron posible el avituallamiento de los países del Eje durante la última guerra. Después de ésta, como consecuencia de la tirantez internacional, se interrumpió el intercambio de estudiantes de los países allende el «telón de acero» (Rusia Soviética, Rumania, Bulgaria, Checoslovaquia, Polonia, Albania y Hungría) con el resto de Europa y Norteamérica. Esta situación se debió a la negativa de Rusia y otros países tras el «telón de acero» a participar en la mayoría de las organizaciones de ayuda técnica de las Naciones Unidas.
En China y Japón se han realizado asimismo considerables esfuerzos a favor de la educación agrícola, aunque tales esfuerzos se malograron en parte como consecuencia de las guerras continuas y la inestabilidad política. Japón, Filipinas y China nacionalista han realizado importantes progresos después de la II Guerra Mundial. En cuanto a la China comunista, se encuentra empeñada en planes colectivos de gran ambición, cuyos resultados definitivos no es posible predecir. Los planes entrañan no sólo el adiestramiento y la educación técnica, sino el asentamiento de toda la estructura sobre bases económico-sociales totalmente distintas.
Brasil, Chile y Colombia han establecido instituciones muy aceptables en materia de enseñanza profesional agrícola. Argentina, Perú, México, Uruguay, Costa Rica y Ecuador dedican asimismo atención a la instrucción de nivel profesional. El Instituto Interamericano de Ciencias agrícolas de Turrialba (Costa Rica), creado en virtud de una recomendación del VIII Congreso Científico Americano celebrado en 1940, bajo la dirección de la Union Pan-Americana, ofreció instrucción profesional (incluida la enseñanza superior) a los estudiantes que seleccionaran los respectivos países.
La FAO, organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas, ha contribuido a estimular la investigación y formación agrícolas con sus programas de acción a escala mundial.
En los países de agricultura menos desarrollada se ha demostrado que el sistema de instrucción agrícola al nivel de los mismos campesinos es el mejor procedimiento para mejorar las condiciones de producción. La experiencia corrobora la conveniencia de combinar la formación agrícola con la investigación, la cooperación entre maestros y especialistas y su acercamiento al campesino.