El agua bendita es aquella que ha sido bendecida por un sacerdote u obispo y se utiliza en la Iglesia y por los fieles en diversos rituales religiosos.
Desde los primeros tiempos de la Iglesia, se ha utilizado para purificar y santificar, siguiendo tradiciones judías y cristianas.
La Iglesia católica reconoce cuatro tipos de agua bendita con diferentes propósitos litúrgicos y espirituales.
La que bendice el sacerdote y sirve para el uso de la Iglesia y de los fieles.
El agua bendecida por un sacerdote u obispo se emplea en ciertos usos religiosos. La Iglesia primitiva adoptó pronto la aspersión de las manos y la cara antes de entrar al santuario, prescrita por la ley judaica para los ceremonialmente impuros. Así lo indica expresamente Tertuliano a finales del siglo II; que el agua empleada en tal menester era bendecida por los sacerdotes lo sabemos por San Jerónimo y las Constituciones Apostólicas.
La Iglesia católica emplea cuatro clases de agua bendita:
1) la ordinaria, con la que se santiguan los fieles al entrar en el templo, se asperja a los asistentes a la misa al empezar ésta y se bendicen personas y cosas en el templo y en casa;
2) la bautismal, empleada en la administración del «bautismo»;
3) la gregoriana, de que se hace uso en la administración de órdenes sagradas;
4) la pascual, que se bendice con ceremonias especiales la víspera de Pascua y se distribuye a los fieles.
Por el uso del agua bendita se ganan 100 días de indulgencia.