Los Almogávares son una milicia de origen antiguo, cuyo nombre proviene del árabe al-mogawir, que significa "corredor que roba el campo".
Estos soldados, conocidos por su valentía y destreza en la guerra, vivían en los campos y bosques, realizando incursiones en tierras enemigas.
Con el tiempo, se adaptaron a una mayor disciplina, convirtiéndose en una fuerza aguerrida, especialmente en el servicio de frontera, donde defendían fortalezas y llevaban a cabo saqueos en territorio moro.
Palabra derivada del árabe al-mogawir, que, en Pedro de Alcalá, significa «corredor que roba el campo» y que es participio pasivo del verbo gawara, a su vez, tercera forma de gara, hacer una expedición. Hay quien la deriva del adjetivo gabar, fiero, valiente. Era una milicia antigua, formada por soldados de tropa escogida y muy diestra en la guerra, que vivía en los campos y bosques y se empleaba en hacer incursiones en las tierras de los enemigos. Su origen es muy antiguo y sus costumbres eran selváticas y montaraces, como acostumbrados a vivir en los montes y a sostener en ellos su independencia. Con el tiempo se fueron sujetando más a la disciplina y formaron una hueste aguerrida y propia para las expediciones remotas y aventuradas.
Empleábanse especialmente en el servicio de frontera, guarneciendo las fortalezas avanzadas, desde las que hacían continuas entradas y correrías provechosas en tierra de moros, apoderándose de villas y de castillos, que saqueaban. Veteranos de gran experiencia e intrepidez, prestaban servicios útilísimos de exploración a pie, aunque también los había a caballo en Castilla, donde los que montaban caballo tenían mayor graduación. A ellos se refiere la ley 6.a, del título XII, partida II, cuando dice: «Las cosas que an de ir a bien siempre, an de ir e de sobir de un grado a otro mejor. Así como facen del buen peón, buen almocadén, e de buen almocadén buen almogávar de a- caballo, e de aquel buen adalid.» Eran semejantes a los velites, tropa ligera de los romanos, y en la Corona de Aragón constituían una gente de guerra a sueldo con carácter permanente. Acaudillaban a los peones los jefes llamados almocadenes (equivalentes a nuestros actuales capitanes de infantería) y los adalides dirigían a los almogávares de a pie y de a caballo. Su servicio en campaña consistía en reconocer el terreno donde operaba el ejército, marchando a la vanguardia y en los flancos de él, inquietando constantemente al enemigo con sus ataques briosos e inesperados y cubriendo la marcha del ejército propio que confiaba en su perpetua vigilancia. Como milicia ligera y suelta, los almogávares combatían, en general, en orden abierto; pero, a veces, también lo hacían en orden cerrado, reuniéndose repentinamente si, por azar, se veían atacados por sorpresa por tropas superiores; de ese modo constituían una masa compacta que resistía y rechazaba valerosamente las repetidas cargas de la caballería mora. Aunque siempre en guerra y alerta, no llevaban bagajes y su vestido se reducía a una ropilla muy corta, calzas estrechas de cuero o piel sin curtir, casquete de hierro y abarcas en los pies; a la espalda llevaban un morral con pan y alimento para dos o tres días, yesca y pedernal. Aguantaban de un modo extraordinario el hambre, la sed, las fatigas y la intemperie. Impetuosos en la pelea, se servían poco de armas arrojadizas y manejaban con singular destreza la espada y la lanza, con las cuales, antes de entrar en combate, golpeaban los escudos y las piedras, gritando: «Desperta, ferro, des-perta». Ellos fueron los principales actores de la gloriosa expedición contra turcos y griegos.