El alpinismo tiene una rica historia marcada por hazañas y exploraciones que han desafiado las cumbres más altas.
Aunque se atribuyen ascensiones a figuras como Adriano y Trajano, el primer ascenso documentado fue realizado por Pedro III de Aragón en el Canigó en 1265.
A lo largo de los siglos, aventureros como Petrarca y Leonardo da Vinci también dejaron su huella, pero fue Jacques Balmat, en 1786, quien se convirtió en el verdadero precursor del alpinismo moderno al conquistar el Mont Blanc.
Alpinismo (Historia)
Aunque se cree que Adriano y Trajano alcanzaron la cumbre del Etna, la primera ascensión montañera de que se tiene certeza plena fue la realizada por Pedro III de Aragón, que hacia 1265, espoleado probablemente por su espíritu aventurero, escaló la cumbre pirenaica del Canigó. Es casi seguro, asimismo, que Petrarca subió al Ventoux y Leonardo de Vinci al Bo. En la América recién descubierta cupo a Diego de Ordá el mérito de efectuar la primera escalada notoria: la del Popocatépetl. Por su parte, las huestes de Pizarro alcanzaron las cumbres andinas, hazaña que no fue emulada en mucho tiempo. El célebre científico y naturalista alemán, von Humboldt, ascendió en 1799 al Chimborazo, la mayor altura alcanzada hasta entonces por el hombre. El verdadero precursor del moderno alpinismo fue, sin embargo, el suizo Jacques Balmat, que en 1786, ante la perspectiva de ganar la recompensa ofrecida por el geólogo Horace de Saussure, coronó por vez primera el Mont Blanc (4810 m). De tal suerte creció entonces el interés por dominar los Alpes y las montañas que cirundaban el nacimiento del Rin que, mediado el siglo xix, algunos montañistas ingleses decidieron fundar en Londres el primer club alpino (1857). Entre 1850 y 1870 el hombre había conquistado las principales cumbres alpinas. Uno de los picos más difíciles e inaccesibles, el Matterhorn o Cervino (4482 m), que había resistido los ataques de numerosos escaladores, fue coronado finalmente en 1865, en que Edward. Whymper y tres guías alcanzaron su cima por el lado suizo; en el mismo año Jean Carrel repetía la hazaña por la vertiente italiana.
A partir de 1870 tuvieron a gala los alpinistas el prescindir de guías y coronar por accesos más difíciles las cumbres ya conquistadas. A este respecto cabe mencionar el coronamiento de una cumbre alpina por dieciocho sendas diferentes. Desde 1894, en que una expedición montañera dirigida por Sir William M. Conway recorrió durante tres meses todo el ámbito alpino, comenzó a declinar la atracción por los Alpes y a despertarse nuevo interés por otros sistemas oro-gráficos, aunque ya en 1868 se habían escalado algunas cumbres del Cáucaso. Antes de finalizar el siglo xix habían sido domeñadas numerosas montañas de África y América. Desde comienzos de siglo pasado la tentación alucinante del alpinista —sobre todo los escaladores ingleses— fue el Himalaya. Los norteamericanos, por su parte, sintiéronse atraídos por las Rocosas canadienses y los sudamericanos, sobre todo los chilenos y argentinos, por la región andina. También a partir de esa fecha comenzó a intervenir en las expediciones el elemento femenino.