Una ameba es un protozoo unicelular que se mueve gracias a sus seudópodos, extensiones de su cuerpo que le permiten desplazarse.
Es el animal más simple de los microscópicos y pertenece al reino animal, específicamente a la rama de los Protozoos.
Su cuerpo es una célula de forma indefinida que cambia constantemente mientras se desplaza.
La Ameba proteus es una de las especies más comunes, nombrada así en honor a Proteo, una divinidad marina de la mitología griega conocida por su capacidad de transformarse a voluntad.
Su cuerpo-célula es de forma indefinida y cambia cada pocos minutos a medida que se desplaza por medio de sus seudópodos (falsos pies).
Éstos se proyectan desde cualquier punto del ectoplasma por el flujo lento del líquido protoplásmico.
La más corriente es la Ameba proteus, que debe su nombre a Proteo, divinidad marina de la mitología griega, dotada del poder de metamorfosearse a su antojo.
El cuerpo de las amebas está constituido por una sola célula, cuya capa más externa recibe el nombre de membrana celular. Ésta encierra una substancia semilíquida, el citoplasma, forma especial de protoplasma.
Dentro del citoplasma se encuentran:
1) una vacuola pulsátil o espacio esférico lleno de un líquido que regula el contenido y presión del agua en el interior de la célula e interviene, en cierto modo, en la excreción de los residuos líquidos;
2) una masa esférica central o núcleo, que regula las actividades vitales de la célula; y
3) diversas vesículas. Las vacuolas digestivas encierran cuanto la ameba captura para su alimentación.
A pesar de ser unicelular, la ameba es un verdadero animal, ya que se alimenta, excreta, respira y se reproduce de forma similar, en algunos aspectos, a como lo hacen otros animales, sin excluir al hombre.
Se alimenta envolviendo una partícula alimenticia, que con una minúscula cantidad de agua queda formando una vacuola dentro del citoplasma. Una vez digerido el alimento dentro de la vacuola, pasa por absorción al protoplasma celular.
La excreción se realiza por ósmosis a través de la membrana celular con probable intervención de la vacuola pulsátil que regula la presión del agua. La ameba se deshace de las substancias fecales escurriéndose simplemente de las partículas indigestibles.
Realiza la respiración por osmosis, tomando oxígeno del agua que la rodea y expulsando anhídrido carbónico por un proceso inverso. La reproducción se consuma por desdoblamiento del individuo en dos partes iguales.
En este proceso, los elementos del núcleo se dividen en dos mitades idénticas, con lo que se consigue que la cromatina del núcleo (en la que probablemente radican los factores hereditarios) se divida en porciones exactamente iguales entre las dos células hijas. El complicado proceso de división de la cromatina (en forma de cromosomas separados) recibe el nombre de mitosis.
Cuando se irrita una ameba, puede transformarse en una diminuta gota esférica. Si se evapora el agua en que vive, segrega de su cuerpo una envoltura o caparazón impermeable o quiste, que le permite resistir a la muerte por desecación hasta que se presenten de nuevo condiciones de humedad favorables. Gomo las amebas enquistadas son susceptibles de transporte aéreo, se encuentran ampliamente diseminadas. Otros protozoos emplean también este mismo mecanismo protector.
Las amebas son en extremo diminutas, ya que su diámetro varía entre los 5 y 200 micrones. Las de mayor tamaño miden el doble del diámetro de un cabello humano corriente, mientras que las más pequeñas sólo llegan a la vigésima parte del mismo.
Existen numerosas especies, como la A. proteus, descrita anteriormente, la A. Umax, llamada babosa por adoptar la forma de este animal, y la A. guttula, la menor de todas.
Estos seres viven no sólo en estado libre, sino también como parásitos en los cuerpos de otros animales y plantas. Algunos son inofensivos; otros, patógenos. A esta última clase pertenece la Entamoeba histolytica, parásito intestinal que produce la disentería amebiana. Véase Disentería.
En las amebas se reduce la vida a los términos más elementales. Estas criaturas, consistentes tan sólo en una célula simple y amorfa, tal vez se asemejen mucho a los primeros animales que aparecieron sobre la Tierra y nos señalen la clase de seres de los que ha derivado toda la vida animal del globo.
Movimiento ameboide
El característico movimiento ondulante de traslación de la ameba recibe el nombre de movimiento ameboide. En reposo, la ameba adopta la forma de una esfera suspendida en el agua.
Al empezar a moverse, aparece una protuberancia en cualquier parte de su cuerpo producida por una proyección del citoplasma.
La formación de tales proyecciones (seudópodos) depende de ciertos cambios fisiológicos y químicos operados en el interior del citoplasma. Los seudópodos pueden extenderse en una dirección o en otra, así como envolver las partículas alimenticias.
En el caso de la A. proteus se ha observado que determinados cambios en la consistencia del citoplasma van acompañados de la extensión de los seudópodos. La vesícula interior se compone de dos partes: el plasmagel externo, viscoso y gelatinoso, y el plasmasol interno, más fluido.
Al extenderse un seudópodo, el plasmasol penetra en él hasta alcanzar su extremidad para dirigirse entonces hacia cualquiera de ambos lados y convertirse en plasmagel.
Al mismo tiempo, el plasma-gel opuesto al seudópodo en formación penetra en el plasmasol y se transforma en esta substancia. Aunque no se conoce muy bien todavía este proceso, se ha observado que el extremo activo se vuelve ácido en relación con el resto del cuerpo y que es necesaria la presencia de calcio para la formación de los seudópodos.
Otros animales rudimentarios y ciertas clases de células de animales superiores, tales como los leucocitos de la sangre humana, están dotados también de movimiento ameboide.
f. Zool. Protozoo rizópido, monocelular, cuyo cuerpo carece de cutícula y emite seudópodos incapaces de anastomosarse entre sí. Unas especies viven parásitas de otros animales, otras en las aguas dulces o marinas y algunas en la tierra húmeda.