La diferencia entre amorfos y sólidos radica en la disposición de sus átomos o moléculas.
Los amorfos presentan una estructura irregular, a diferencia de los sólidos cristalinos, que tienen un orden definido.
Esta característica implica que los amorfos no poseen un punto de fusión específico, como ocurre con el hielo, que funde a una temperatura determinada.
Así, los amorfos se transforman gradualmente al calentarse, sin un cambio abrupto de estado.
Son aquellos cuyos átomos o moléculas tienen una disposición irregular, y se diferencian de los sólidos cristalinos en que los átomos y moléculas de éstos están dispuestos ordenadamente. Véase Cristalografía.
Las substancias amorfas difieren también de las cristalinas en que no tienen punto de fusión determinado. El lacol, por ejemplo, calentado de forma ininterrumpida, se hace gradualmente menos viscoso a medida que aumenta su temperatura, y llega a licuarse, aunque no a una temperatura definida. Pero si elegimos un sólido cristalino, como el hielo, y lo calentamos continuadamente, no comienza a fundir hasta que alcanza una temperatura determinada (0 °C el hielo), y aunque se le siga aplicando calor, la substancia fundente permanecerá en su temperatura de fusión hasta que toda ella haya logrado el estado líquido. Véase Fusión; Vidrio; Azufre.