La palabra animante proviene del término antiguo relacionado con animal, refiriéndose a aquello que anima o da vida.
Aunque su uso ha caído en desuso, en su segunda acepción, se empleaba para describir a un viviente.
Ambas definiciones reflejan una conexión con la vitalidad y la esencia de lo que está vivo, aunque hoy en día son consideradas anticuadas en el lenguaje contemporáneo.