Los ápidos son un grupo de insectos himenópteros que se caracterizan por la presencia de un aguijón en las hembras, el cual está relacionado con una glándula venenosa.
Esta familia incluye a las conocidas abejas, que desempeñan un papel crucial en la polinización y el equilibrio de los ecosistemas.
Su estudio es fundamental para comprender la biodiversidad y la importancia de estos insectos en la naturaleza.
m. pl. Zool. Insectos himenópteros, cuyas hembras tienen un aguijón en relación con una glándula venenosa. A esta familia pertenecen las abejas.
♦ Usada en plural.2º artículo
Esta familia comprende las abejas domésticas del género apis, probablemente los animales domésticos más antiguos que se conocen. En estado adulto tienen el cuerpo robusto, elástico y resistente, según el tipo general de los himenópteros, pero con modificaciones y adaptaciones exigidas por su biología altamente especializada y sus costumbres. El cuerpo se compone de una cabeza bien definida, tórax y abdomen. En la cabeza, tan ancha como el tórax, descuellan dos grandes ojos compuestos de forma ovalada, que la ocupan en gran parte. Esos ojos constan de 4900 facetas en las reinas, 6300 en las obreras y 13000 en los zánganos. En la parte superior de la cabeza aparecen tres pequeños ojos simples a modo de perlillas; las antenas son relativamente cortas, poco ostensibles y geniculadas. La articulación basal, o trocánter, de las patas es pequeña y actúa a modo de pivote. Estos órganos sirven para orientar a las abejas en sus vuelos habituales, incluso más que los ojos.
Para localizar las fuentes de alimentos, las antenas están dotadas de gran número de células olfatorias, 1600 en cada una de las dos antenas de la reina, 2400 en cada una de las de las obreras y 18000 en las de los zánganos. El gran número de sus células olfativas permite a los zánganos localizar a la reina en el vuelo nupcial. Un clípeo alargado y la lengua forman el tubo o trompa con el que liban el néctar de las flores, y lo regurgitan en las celdas de la colmena. En estado de reposo, la trompa queda enrollada a la manera de la cuerda de un reloj. La trompa de la obrera es mucho más larga que la del zángano o la reina.
Unas mandíbulas anchas y fuertes les permiten recoger y amasar la cera. Las patas son relativamente cortas y potentes: en las tibias anterior y media sobresale una espina apical; las anchas tibias posteriores se recubren de fuertes y largos pelos, que protegen lateralmente la cestilla del polen. El tórax, compuesto de tres segmentos, es lo bastante amplio para servir de sede a los numerosos músculos de las patas y alas. Pocos insectos realizan tal cúmulo de esfuerzo constante como las abejas productoras de miel.
La principal defensa de las abejas es el aguijón del ovipositor. Desgraciadamente para la abeja, una vez clavado este aguijón en la piel de un animal o el hombre, ya no puede ser retirado, sino que se quiebra, provocando la muerte, de su propietaria. En el caso de la reina, el ovipositor le sirve a veces para matar a sus rivales.
La gran hembra fecunda, madre de la colonia o reina, nace de un huevo depositado por la reina madre en una gran celda irregular en forma de saco. La larva se alimenta sólo de una substancia especialmente elaborada para ella, la llamada jalea real, se desarrolla más rápidamente y alcanza mayor tamaño que las obreras y zánganos. La larva llega a su desarrollo completo en cinco días, se hace crisálida en un capullo de seda y alcanza generalmente la madurez en dieciséis días.
Los nuevos enjambres se producen como consecuencia del exceso de población en una colmena. El primer enjambre emigrante comprende la reina primitiva y gran número de obreras. En el enjambre matriz ha quedado dominando una nueva reina, que se ve defendida por las obreras hasta la partida de la reina destronada. El fenómeno puede repetirse hasta cuatro o cinco veces al año, según las condiciones de alimentación. Las fugitivas suelen congregarse en las ramas
de algún árbol próximo, formando una masa apretada. Desde aquí envían exploradores en busca de un lugar apropiado para fijar su nueva morada. Otras veces sale de la colonia una reina virgen, se aparea y forma por su cuenta nueva colonia, permitiendo a la reina en funciones continuar en su colmena. El vuelo nupcial dura de 30 minutos a 2 horas.
Los ovarios de la reina almacenan millones de espermatozoos, suficientes para varios años. Tras el apareamiento, la reina regresa a la colmena y asume sus funciones, que consisten principalmente en depositar unos 3000 huevos diarios, cuidando de colocar cada huevo en su propia celda. Los huevos productores de zánganos son puestos en otoño. Los fecundados contienen dos grupos dé cromosomas y producen reinas u obreras, según la dieta. Los no fecundados, que contienen un solo grupo de cromosomas, engendran zánganos. En la cría comercial de abejas se sustituye ordinariamente a las reinas cada dos o tres años, aun cuando su vida media sea de dieciséis años o más.
Las hembras neutras, nacidas de huevos fecundados y alimentados con jalea real sólo durante tres días y con una mezcla de polen, miel y saliva durante el resto de su vida, se convierten en obreras. Sus músculos para el vuelo representan el 13 por ciento del peso total del cuerpo. Recolectan néctar, agua, polen y cera; fabrican miel y amasan cera; defienden la colonia y crean para el hombre una riqueza incalculable con la polinización de la mayor parte de las plantas alimenticias. Su veneno se produce en una glándula ácida situada en el aguijón. Localizan las flores nectáreas por su color, forma, olor y secreciones. Al libar el néctar, la obrera recoge inadvertidamente gran cantidad de polen, que lleva a otras flores, produciendo su polinización. Ayudan a las abejas a orientarse la dirección y distancia de los rayos solares y una maravillosa danza que ejecuta la abeja guardiana de la colmena.
Las abejas recogen además propóleos o resinas con que tapan las hendiduras y grietas e impermeabilizan el interior de sus colmenas. Una colonia de unos 40000 individuos consume en cada estación enormes cantidades de polen, cifradas en más de 45 kg. Las obreras más jóvenes construyen los panales de cera, compuestos de dos pisos de celdillas exagonales unidos por su base. El recto de las obreras es lo suficientemente grande para retener las heces que han de descargarse fuera de la colmena. El néctar, una vez atacado en el estómago por las enzimas salivales, será regurgitado en las celdas para su preparación por las abejas que permanecen en el interior de la colmena. Éstas se encargan de eliminar el exceso de agua de la substancia regurgitada con su rápido aleteo y de tapar las celdas para su mejor conservación.
La temperatura de la colmena se mantiene a unos 34 ó 35 °C. Las propias abejas refrigeran sus colmenas abanicándolas con sus alas o llevando agua a su interior. En invierno, cuando la temperatura es baja, consumen gran cantidad del alimento almacenado. Sin embargo, poseen una notable resistencia a las temperaturas bajas. Una colmena puede albergar una población de 40000 a 80000 abejas, obreras en su inmensa mayoría.
