Las aplicaciones industriales del arsénico son diversas y se centran principalmente en sus óxidos, como el trióxido (As2O3) y el pentóxido.
El trióxido, conocido como arsénico blanco, es un polvo cristalino que se obtiene a partir de la combustión del arsénico metal o de la tostación de piritas arsenicales.
Este compuesto es fundamental en la producción de herbicidas, esmaltes y otros productos químicos, aunque su alta toxicidad requiere un manejo cuidadoso.
aplicaciones industriales del arsénico
El arsénico forma dos óxidos comercialmente importantes: el trióxido y el pentóxido. El trióxido, As2O3, también denominado anhídrico arsenioso, es un polvo cristalino blanco y se conoce en el comercio con el nombre de arsénico blanco o simplemente arsénico; puede obtenerse quemando el arsénico metal en el aire o tostando piritas arsenicales y recogiéndolo en grandes cámaras donde se deposita como un polvo blanco fino. Es también un subproducto de la tostación de minerales sulfurados contaminados con piritas arsenicales. Es poco soluble al agua en forma de ácido metaarsenioso, HAsO2, débil. El trióxido sirve como materia prima para preparar todos los compuestos comerciales de arsénico, entre los que se encuentran los herbicidas, el verde de París, los esmaltes y los mordientes para textiles; en un tiempo se utilizó en Medicina. Es muy tóxico y se disuelve fácilmente en las soluciones alcalinas y algo también en ácido sulfúrico concentrado. Lo usan los taxidermistas y los conservadores de museos para preservar las pieles.
El pentóxido de arsénico o anhídrido arsénico es un sólido amorfo blanco, delicuescente y venenoso, que se disuelve en agua para dar el ácido arsénico.
Los arsenitos solubles de los metales alcalinos se obtienen disolviendo trióxido de arsénico en una solución alcalina. Cuando una solución de sulfato cúprico reacciona con otra de arsenito, se forma un precipitado verde de CuHAsO3, conocido como verde de Scheele; ya no se utiliza como pigmento en papeles decorativos de pared porque bajo la acción de ciertos microorganismos se convierte en derivados arsenicales volátiles que han causado numerosas intoxicaciones crónicas. El insecticida llamado «Verde de París» se obtiene mezclando soluciones calientes de arsenitos y de acetato de cobre.
El ácido arsénico, H3ASO4, puede prepararse oxidando el trióxido con ácido nítrico concentrado: As2O3 + 4 HNO3 + H2O —> 4 NO2 + 2 H3AsO4
Sus sales se llaman arseniatos; los más importantes son el sódico, utilizado como mordiente en tintas de imprenta, y el arseniato potásico ácido, como insecticida.
El trisulfuro de arsénico, As2S3 u oropimente amarillo se emplea como pigmento y en pirotecnia, y el disulfuro, As2S2, o rejalgar, anaranjado, como pigmento en pinturas. Vertido sobre nitrato potásico fundido, arde con llama blanca brillante, por lo que se utiliza en la preparación de fuegos artificiales y luces de señales.
La mayor parte del arsénico que se consume actualmente se destina a insecticidas como el «Verde de París» y los arseniatos de calcio y plomo, útiles en la lucha contra el gorgojo del algodón y otras plagas. Los frutos u otras partes de los vegetales tratados con insecticidas de esta clase y que no se limpien cuidadosamente antes de su consumo son con mucha frecuencia origen de intoxicaciones crónicas.
Los compuestos inorgánicos del arsénico, el trióxido, por ejemplo, se aplicaron en Medicina al tratamiento de la leucemia y de la psoriasis. En la primera enfermedad, el número de glóbulos blancos por milímetro cúbico de sangre se reduce de varios cientos de miles, a casi el nivel normal mediante el arsénico, pero, al suspender la medicación, los síntomas se presentan de nuevo antes de un mes. Aunque los arsenicales inorgánicos producen efectos beneficiosos en algunos casos de psoriasis, no pueden recomendarse en dolencias inflamatorias agudas de la piel. También se ha abandonado el empleo de las drogas arsenicales como estimulantes de la nutrición.
Algunos compuestos orgánicos del arsénico, como el Mafarsén, salvarsán y Triparsamida, han tenido un empleo muy difundido en el tratamiento de enfermedades originadas por ciertos protozoos, como la sífilis y la enfermedad del sueño, pero han sido totalmente desplazados por los antibióticos, tan eficaces por lo menos como ellos y menos peligrosos.