La palabra arable se refiere a un terreno que es apropiado para ser arado, es decir, que puede ser cultivado o trabajado para la agricultura.
Este tipo de suelo es esencial para la producción de alimentos, ya que permite el crecimiento de diversas plantas y cultivos.
La calidad de un terreno arable depende de factores como su composición, textura y disponibilidad de nutrientes, lo que influye en su capacidad para sostener la vida vegetal.