La arquitectura naval es una de las ramas más antiguas de la Ingeniería, dedicada al cálculo y construcción de embarcaciones que navegan en medios acuáticos.
Su objetivo principal es el diseño de barcos, abarcando diversas funciones como ingeniero consultor, proyectista principal y arquitecto al servicio de la Armada.
Desde los antiguos romanos, que construyeron impresionantes embarcaciones, hasta los innovadores clipers, esta disciplina ha evolucionado significativamente, adaptándose a nuevas tecnologías y necesidades.
La más antigua probablemente de todas las ramas de la Ingeniería, que se ocupa en general del cálculo y construcción de ingenios que se muevan autónomos en medios acuáticos. Su finalidad específica es el diseño de barcos. El arquitecto naval trabaja, frecuentemente con carácter especializado, en una o varias de las siguientes actividades: ingeniero consultor; arquitecto naval al servicio de navieros y armadores; proyectista principal, con responsabilidad plena en la dirección de astilleros y talleres de reparaciones; arquitecto naval civil al servicio de establecimientos militares; e ingeniero de la Armada.
El diseño naval había ya alcanzado considerable grado de desarrollo entre los antiguos: Roma llegó a construir quinquerremes que se aventuraban sin temor por el Mediterráneo y se adentraban incluso en mares abiertos. Los airosos clipers transoceánicos fueron la culminación del diseño funcional, pero el superior rendimiento de las máquinas de vapor y cascos metálicos señaló el comienzo de una nueva era en arquitectura náutica. Por otra parte, cuando Ericsson introdujo (1862) la torreta blindada, revolucionó la construcción de los navios de guerra.
La moderna arquitectura naval prepara en la construcción de buques tres planos principales: 1) alzado longitudinal, serie de perfiles longitudinales; 2) plano transversal, de secciones verticales transversas y 3) proyección horizontal o planos horizontales longitudinales. Véase Construcción naval.