El término arte negro se refiere a la rica y diversa producción cultural de los artistas afroamericanos, especialmente durante el siglo xx en Estados Unidos.
Este movimiento abarca diversas disciplinas como la pintura, escultura, música, teatro y literatura, reflejando la experiencia y la identidad de la comunidad negra.
Figuras como Richmond Barthe y Horace Pippin destacan por su capacidad de crear obras que interpretan auténticamente su herencia cultural, marcando un hito en la historia del arte.
Se presenta como consecuencia natural de los progresos que durante el siglo xx hicieran en Estados Unidos los negros en todas las actividades culturales: pintura, escultura, música, teatro, poesía, novela. No sólo surgieron pintores y escultores negros de gran talento, sino que acertaron a crear obras genuinamente interpretativas de su raza.
No ha aparecido ningún genio hasta ahora, pero la escultura. de Richmond Barthe está muy cerca de alcanzar el título de genial, sobre todo sus danzarines, hembra y varón, con su ritmo auténticamente negro. Corrientemente se concede la primacía entre los pintores a Horace Pippin (m. 1946). de la antigua Pensilvania, sancionado por el Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde fue incluido entre los «Maestros de la Pintura Popular Europea y Americana». Otros nombres notables de pintores contemporáneos son Hale A. Woodruff, Aaron Douglas, William H. Johnson, Archibald J. Motley, hijo; Rex Gorleigh, Charles Sallee, Eldzier Cortor, Charles Seebree y Palmer Hayden. Todos estos artistas tratan de llevar a sus cuadros, y parcialmente lo consiguen, algo que sea característico del negro. Sin embargo, hasta el momento actual, han seguido el camino marcado por aquellos artistas blancos que acertaron a captar el espíritu de los pueblos de color. Desconocen las fuentes originarias de la asombrosa escultura africana, factor fundamental en el desarrollo del cubismo blanco.
Artistas negros antes de la emancipación.
Este arte negro, que tiene su raigambre en las obras de los blancos, cuenta con una copiosa historia en Europa y América. El español Velázquez tenía a su servicio un muchacho negro, Juan Pareja, que llegó a ser tan perfecto ayudante del maestro que a menudo los expertos dudan de si algunos cuadros menores están hechos por el maestro o por el aprendiz. En reconocimiento de su talento, Felipe IV concedió la libertad al joven esclavo, que, sin embargo, permaneció junto a su amo y, a la muerte de éste, junto a su hija.
De forma semejante, Murillo tenía un hábil aprendiz, Sebastián Gómez, a quien se conocía popularmente por el «mulato de Murillo». Varios cuadros, francamente proclamados como suyos, quedaron instalados en iglesias y monasterios de Sevilla y sus alrededores.
Existen referencias de pintores negros de los días de la colonización americana. Joshua Johnston, de Baltimore, ejecutó varios encargos, un poco al estilo de Charles y Rembrandt Peale de Filadelfia. Se cuenta que Gilbert Stuart concibió la idea de dedicarse al dibujo al ver al esclavo Neptune Thurston bosquejando rostros en las tapas de unos barriles. En fin, Scipio Moorhead, criado negro de un clérigo de Boston, sirvió de tema a una elegía de la poetisa negra Phillis Wheatley.
Artistas célebres. Los artistas negros de más valía surgieron tras la instauración de la República. Entre ellos, Edmonia Lewis vino a ocupar un lugar en la historia de la escultura norteamericana. Adoptada de un orfelinato, los abolicionistas de Ohio primero y más tarde los de Boston diéronle amplia y esmerada educación, que comprendió algunos años de permanencia en Roma. Miss Lewis hizo retratos escultóricos de Wendell Phillips, Charles Sumner, Charlotte Gushman, Harriet Hosmer, John Brown y Abraham Lincoln, así como el busto de Longfellow para la Biblioteca del Harvard College.
A mediados de siglo XIX, Edward Mitchell Bannister, de Boston, sobresalió como pintor de marinas y paisajes adscrito a la Hudson River School. Al mismo tiempo surgía en Cincinnati Robert S. Duncanson, amigo de Frank Duveneck, que se dirigió a Londres para hacerse famoso con su cuadro The Lotus Eaters (Los Lotófagos), inspirado en el poema de Tennyson.
Finalmente, antes de que la Era moderna se viera invadida de pintores negros interesados en temas raciales en lugar de avanzar por el camino seguido por los artistas blancos, aparece Henry Ossawa Tanner, de Pittsburgh, el hombre más ilustre en el arte negro. Trasladado a París, cultivó temas religiosos en que brilló a la misma altura que sus contemporáneos blancos. Su cuadro La Resurrección de Lázaro fue galardonado con la medalla de oro en 1897 y adquirido por el Museo de Luxemburgo.