El término ártico se refiere a la región polar del planeta, caracterizada por su clima extremo y vastos témpanos de hielo.
A lo largo del tiempo, la exploración submarina en estas aguas ha sido limitada debido a desafíos como la almacenación de combustible y la renovación del aire.
Sin embargo, con el avance de la propulsión atómica, se abrió la posibilidad de explorar estas rutas submarinas, marcando un hito en la navegación y la investigación en el Ártico.
ártico: rutas submarinas
Poco o ningún papel habían desempeñado los sumergibles en el Ártico a pesar de saberse con toda certeza desde hacía mucho tiempo que los inmensos témpanos e islas de hielo flotaban sobre un océano susceptible de ser recorrido en inmersión. Pero dos factores aparentemente insuperables se oponían al proyecto: la imposibilidad de almacenar combustible para un viaje tan largo y la de emerger para renovar el aire viciado. Tan quimérica parecía la empresa que ni siquiera los prodigiosos perfeccionamientos de la navegación submarina de la II Guerra Mundial animaron a las naciones a intentar la aventura. Pronto, sin embargo, se halló solución al problema: la propulsión atómica se convirtió en una realidad una vez superadas las innúmeras dificultades que se oponían a la aplicación de esta nueva energía al submarino.
Así, pues, muy pocos años habían trascurrido después de la botadura del primer submarino atómico cuando se decidió intentar la empresa. El Nautilus, al mando del capitán William R. Anderson, zarpó para los mares árticos dotado de una maravilla de la ingeniería moderna: el equipo N6A de orientación por inercia, que le permitiría seguir, sin apenas deriva, la ruta prefijada. Tras un par de intentos fallidos, el 29 de julio de 1958 se inició definitivamente el viaje. A partir de Point Barrow (Alaska) el Nautilus navegó en inmersión; el 3 de agosto de 1958, a las 11 h 15 min de la mañana (hora de Nueva York), atravesaba el Polo Norte bajo la masa de hielo y finalmente emergía en Spitzberg estableciendo un nuevo record: el de la primera nave que alcanzó el Polo. Entre los interesantísimos estudios científicos realizados por la tripulación destacan el sondeo del Océano Artico a la altura del Polo (600 m de profundidad más de lo calculado) y el descubrimiento de una cordillera submarina de 2700 m, que, a manera de espina dorsal de nuestro globo, pasa por las proximidades del «paralelo 90». Una semana después el Skate, también de la Armada norteamericana, repetía el viaje en sentido inverso y la ruta del Polo quedaba abierta en ambas direcciones.