La palabra baal proviene de las lenguas semíticas y significa «poseedor» o «propietario».
En contextos religiosos, se refiere a deidades locales que representaban la fertilidad y eran adoradas en diversas regiones, como Baal de Tiro o Baal-zebub.
Al llegar los israelitas a Canaán, adoptaron este culto, asociando a su dios Yahweh con el término baal.
Así, los baalim se convirtieron en figuras centrales en la espiritualidad de la época.
Palabra que se encuentra en todas las lenguas semíticas con el significado de «poseedor o propietario». Cuando se emplea para designar a un dios, va a menudo acompañada de un artículo prefijado y una palabra indicativa del lugar o cosa poseída u otra característica. Así había un Baal de Tiro (de nombre Melkart), otro del monte Hermón, otro de la alianza (Baal-berith) y otro de las moscas (Baal-zebub). La teoría que hace de Baal el nombre propio de un dios que representa al Sol no parece compadecerse con esta multiplicidad de baales locales y carece de pruebas evidentes. Los baalim (plural hebreo de baal) eran más bien deidades locales que daban fertilidad a su zona respectiva, lo que explica que recibieran adoración y culto. Al llegar los israelitas a Canaán, hallaron por doquier este culto y, naturalmente, lo adoptaron, llamando Yahweh a su baal (cf. Os. 2:16, donde se leen expresiones como «Baali», «mi baal», y nombres propios como Ishbosheth=Ishbaal; v. más abajo). Como los Baalim eran dioses de la fertilidad, los ritos del culto de baal se hicieron lascivos. Tal es la causa
de que se corrompiera el culto de Yahweh (cf. I Reg 18, donde se describen los ritos de Baal). Al ser denunciado por los profetas, el nombre llegó a ser tan ofensivo para los judíos que lo sustituyeron por el de bosheth, «vergüenza». De Baal-Zebub nació la posterior denominación de Belcebú.
El Antiguo Testamento emplea el nombre de Baal al hablar de los dioses extranjeros que frecuentemente constituían un peligro para el pueblo de Israel. Ese nombre genérico designa en la Biblia divinidades muy diversas.
• « AMILCAR: Es uno de los pocos nombres procedentes del fenicio-púnico, a través de la forma Ha-Melkarth, que significa "rey de la ciudad". El nombre Melcario era el apodo bajo el cual los fenicios adoraban en Tiro a su dios supremo, Baal. »