El bautismo de sangre se refiere al sacrificio de la vida por la fe, donde el martirio se convierte en un acto de purificación y entrega.
En este contexto, la sangre derramada simboliza un bautismo espiritual, equiparable al rito del agua, pero que se manifiesta a través del sufrimiento y la muerte.
Este concepto resalta la profundidad del compromiso religioso y la trascendencia del sacrificio personal en nombre de la creencia.