El término beneficio en economía se refiere a la diferencia entre el costo de producción y el precio recibido por un producto.
Aunque su uso es común entre financieros y contables, existen diversas interpretaciones sobre qué costos deben considerarse al calcularlo.
En un sistema económico competitivo, el beneficio es fundamental, ya que representa la recompensa del empresario y es clave en la dinámica de la libre empresa.
En la terminología general de la Economía, diferencia entre el costo de producción y el precio recibido por el producto. El término, sin embargo, puede utilizarse correctamente en otras varias acepciones. Financieros, contables y economistas coincidirán a buen seguro en que el beneficio representa la diferencia entre el precio de costo y el precio de venta, pero discreparán en la apreciación del costo, en la determinación de qué costos deben deducirse de los ingresos brutos (ventas) para calcular el beneficio y qué fuerzas y circunstancias crean la diferencia entre los costos totales de producción —entre los que figuran el Ahorro, la Inversión y los costos de distribución— y el precio total de ventas.
El moderno sistema económico competitivo se centra en torno a las funciones del empresario cuyos ingresos adoptan la forma de beneficios. Por ello suele aplicarse a la economía de libre empresa la denominación de «sistema del beneficio» o, más exactamente, «sistema del beneficio y la pérdida». Así es como las discusiones del beneficio han tendido a enmarañarse en la red de las conclusiones implicadas en la comparación de diversos sistemas económicos, como el Socialismo y el Comunismo, con el Capitalismo de empresa. Por otra parte, la definición exacta del beneficio en un sistema capitalista se ve complicada por las implicaciones éticas y sociales que entrañan conceptos como el de beneficio «normal» o «justo» y por el análisis de la relación entre el beneficio y otras formas de Ingreso como son el Salario, el Interés y la Renta.
Teoría económica. Los economistas ingleses de la escuela clásica no han desarrollado ninguna teoría amplia de la distribución. Cuando Adam Smith calificó de «renta, salarios y ganancias» las partes de beneficio correspondientes a los agentes de producción, se atuvo indudablemente en su clasificación tripartita a la división de la sociedad comercial de su tiempo: terratenientes, asalariados y capitalistas.
La organización económica de finales del siglo xviii no permitía distinguir claramente entre las diversas funciones del empresario. Las sociedades apenas tenían importancia; por tanto, era casi desconocido el absentismo, es decir, la propiedad ejercida a través de títulos. Por otra parte, tampoco era corriente tomar dinero a préstamo para iniciar una empresa. La norma era utilizar capital propio; la función directiva quedaba, por tanto, centrada en el capitalista y los ingresos del negociante parecían estar relacionados directamente con su inversión financiera. Por ello no se establecía distinción alguna entre el beneficio —ingreso del empresario— y el interés contractual. Sin embargo, Smith, Malthus y John Stuart Mili establecieron, con más o menos precisión, que el beneficio no era sólo una retribución a la función directiva, sino también una compensación al acto de soportar un riesgo, pero no llegaron a definir con precisión y claridad el concepto de Riesgo.
Los primeros economistas franceses, J. B. Say entre ellos, distinguieron entre beneficio e interés y, clasificando al primero como una remuneración a la habilidad rectora, asociaron la función de aceptar un riesgo con el capitalista per se. En obras posteriores Say clasificó algunos ingresos empresariales como compensación al hecho de soportar un riesgo; Courcell-Seneuil excluyó inequívocamente del beneficio el concepto de salario por dirección.
Los economistas alemanes, siguiendo unas veces la escuela inglesa y otras la francesa, clasificaron los beneficios como una utilidad debida al capital o al trabajo, con la excepción de Thünen y v. Mangoldt, que consideraron los beneficios un ingreso residual relacionado en parte con el riesgo soportado. La escuela socialista alemana aceptó literalmente la doctrina inglesa y la amplió en su análisis superficial para declarar que todo ingreso no incluido en la retribución al trabajo constituye beneficio.
A finales del siglo xix la escuela de la «utilidad marginal» alemana y austriaca consideraba el beneficio un ingreso de producción de las mercancías y su Valor en el mercado (precio de venta). Desde entonces la polémica económica se ha centrado en torno a la determinación de los factores que dan lugar a esta diferencia.
La teoría moderna determina que el atributo primordial de la Competencia perfecta es la eliminación del beneficio y, de la pérdida porque en tales condiciones económicas el valor de las mercancías en el mercado tiende a igualar con toda exactitud el total de costos de producción: salarios, renta e interés. La competencia perfecta implica, en hipótesis, que toda persona posee un conocimiento exacto del mercado, comprendidos precios de costo y de venta, oferta y demanda, y que los recursos productivos pueden moverse rápida y fácilmente en cualquier cantidad a cualquier terreno de producción en que los reclame la demanda de los consumidores. En tales condiciones no se vería sujeto el productor a incertidumbre respecto a los resultados de su negocio y, poseyendo un exacto conocimiento de los mercados productor y consumidor, podría comprometer por anticipado la mano de obra y capital necesarios. Para atraer a una y otro hurtándolos a otra producción pagaría los máximos salarios, rentas e intereses que le permitiera el precio a que esperaba vender sus mercancías, al mismo tiempo que se reservaría una cantidad con la que cubrir el valor en el mercado del salario por su propio trabajo y el interés de su propio capital. No correría ningún riesgo imprevisible y no experimentaría beneficios o pérdidas producidos por cambios inesperados en los costos o precios. En oposición a esta hipótesis de competencia perfecta resulta evidente que en la vida real el beneficio surge de fluctuaciones imprevisibles, es decir, de divergencias entre las condiciones reales y las supuestas.
Los economistas norteamericanos J. B. Clark y F. B. Hawley, al igual que sus discípulos, ampliaron la doctrina del riesgo aplicada al beneficio. Clark asoció la incertidumbre que originaba el beneficio con una economía «dinámica» en oposición a una economía «estática». Entre los cambios dinámicos incluía los demográficos y los sufridos por el volumen total de capital de la sociedad, la tecnología, la organización industrial y las clases de necesidades del consumidor. Según Hawley, el empresario asume ciertos riesgos y el beneficio es el incentivo que le induce a correr esos riesgos. Ninguna de esas doctrinas eliminaba el riesgo calculable o actuarial como causa indirecta al menos de beneficio. Las teorías modernas, según F. H. Knight y otros autores, concluyen que todo riesgo susceptible de determinación cuantitativa puede ser transferido por el empresario a otras personas por medio del seguro, que se convierte en un costo de producción regular. Conclusión lógica es que puede eliminarse de esa manera buena parte del riesgo tanto en las sociedades dinámicamente progresivas como en las estáticas. Los beneficios surgen, por tanto, de cambios imprevisibles en las necesidades del consumidor, en los actos de otros productores y en los cambios sociales, así como de la competencia imperfecta, y van a parar a aquellos individuos que, por efectuar los mejores «cálculos» de las condiciones futuras y no pecar de prudentes ni de confiados, tienen más o menos éxito al someter su empresa a la incertidumbre imprevisible. La palabra «cálculo» significa en este caso un criterio no basado en evidencias que excluyan la incertidumbre, pues un riesgo susceptible de medición no constituye incertidumbre.
Los beneficios han sido sometidos a frecuentes críticas desde un punto de vista moral y ético. La doctrina socialista y comunista asocia el beneficio con la simple propiedad de la tierra y el capital y deduce en consecuencia que representa una distribución inmoral de ingresos entre los detentadores del poder económico. Sin embargo, a menos que pudiera eliminarse de la vida económica todo cambio imprevisible, se producirán beneficios en cualquier sistema, aunque éstos no recaigan necesariamente en los particulares. Gran parte de la crítica se vuelca en la existencia de beneficios de Monopolio procedentes de una ingerencia deliberada en las fuerzas de competencia para mantener los precios a niveles superiores al competitivo de forma que aumente la diferencia entre el precio de costo y el de venta.
En comercio y contabilidad, las definiciones del beneficio difieren materialmente de los conceptos económicos, aparte de no existir uniformidad entre las industrias y las sociedades por lo que respecta a los métodos contables de calcularlo. En teoría no puede calcularse con exactitud el beneficio o la pérdida hasta la liquidación de la empresa, pero en la práctica es imperativo establecer periódicamente tales resultados. En realidad los hombres de negocios no deducen los intereses sobre sus tierras o capital ni los salarios o sueldos por sus propios servicios al determinar los beneficios. En cambio, es norma deducir del volumen de ventas la renta, el interés del capital tomado a préstamo y los jornales de los asalariados a la hora de calcular el beneficio bruto. En ocasiones se omiten las dotaciones a los fondos de amortización, renovación del material, seguros o pagos de impuestos; es corriente además que estas cifras se calculen sobre bases carentes de uniformidad. La administración de empresas plantea numerosos problemas relacionados con el cálculo y distribución de beneficios, que pueden conservarse como reserva para contingencias imprevistas o destinarse a incrementar el capital invertido. En muchos casos, el beneficio neto de un negocio sería en realidad pérdida neta en términos del beneficio «puro» de los economistas. El cálculo del beneficio fiscal a efectos tributarios está reglamentado por la ley.
En los últimos años se han realizado estudios estadísticos encaminados a determinar la posición de las empresas por lo que respecta a sus beneficios. Tales estudios definen generalmente el beneficio como la relación entre ingreso neto y valor neto o entre el beneficio total y la capitalización total. Ponen asimismo de manifiesto que muchas industrias no son rentables en general y tienden a apoyar la tesis mantenida por algunos economistas de que en condiciones de competencia no existe beneficio neto «puro», sino acaso pérdida neta, y que las personas acometen actividades empresariales tanto por la atracción del riesgo como por motivos puramente económicos. Véase Capitalismo; Contabilidad; Producción, Costo de; Economía; Finanzas.
Cantidad de letras, vocales y consonantes de beneficio (economía)
Palabra inversa: )aímonoce( oicifeneb Número de letras: 19 Posee un total de 10 vocales: e e i i o e o o í a Y un total de 7 consonantes: b n f c c n m
¿Es aceptada "beneficio (economía)" en el diccionario de la RAE?