Gonzalo de Berceo es reconocido como el primer poeta castellano de nombre conocido, que vivió en la primera mitad del siglo XIII.
Clérigo del monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, su obra se inscribe en el Mester de clerecía.
Berceo no busca inventar historias, sino que adapta relatos de santos y milagros, mostrando una deliciosa ingenuidad y sinceridad en su proceso creativo, donde a menudo confiesa sus dificultades con los textos originales.
Biografía de Berceo, Gonzalo De
(fl. siglo xiii). Primer poeta castellano de nombre conocido, que vivió en la primera mitad del siglo xiii y fue clérigo del monasterio benedictino de San Millán de la Cogolla, en la Rioja. Su obra, como es natural en un escritor conventual, forma parte del Mester de clerecía. Gonzalo de Berceo no pretende inventar sus obras: toma cuadernos o códices de historias de santos o de milagros de la Virgen y los va poniendo pacientemente en verso, con deliciosa ingenuidad, que le hace .confesar a veces cuando no entiende el original que versifica: «perdióse un cuaderno, mas non por culpa mía,/escribir a ventura sería gran folia», o al no comprender la caligrafía: «ca era mala letra, en cerrado latino:/entender non lo pude, por señor Sant Martino». O incluso, en un momento dado, dice cómo se tiene que apresurar en su trabajo porque está anocheciendo y se hace difícil seguir en la oscuridad: «escribir en tiniebra es un mester pesado». Las obras de Berceo se clasifican en tres grupos: vidas
de santos (Santo Domingo de Silos, San Millón de la Cogolla y Santa Oria); poemas marianos (Loores de Nuestra Señora, Llanto que hizo la Virgen... y Milagros de Nuestra Señora); y poemas de otros temas religiosos (Sacrificio de la Misa, Signos que aparecerán antes del día del Juicio y Martirio de San Lorenzo).
Aunque en las vidas de santos —sobre todo en la de Santa Oria— Hay momentos de tierno encanto y sencillo humor, destaca con mucho entre toda la obra de Berceo Milagros de Nuestra Señora. Después de un hermoso prólogo, en que el poeta se describe llegando a un prado delicioso, explicando luego el simbolismo mariano de tal visión, se presentan veinticinco relatos piadosos, procedentes todos ellos de otras versiones poéticas francesas o en ocasiones de códices piadosos en latín. Algunas de las narraciones tienen eco a través de toda la literatura europea hasta llegar a tiempos modernos. El estilo llano, en algunos momentos de leve humorismo, logra que no se haga pesada su estrofa poco ágil. Cuenta siempre casos de intercesión milagrosa de la Virgen a favor de devotos suyos, en muchos casos pecadores muertos sin tiempo de arrepentirse. Aparece el tema pre-faustiano del pacto diabólico; el tema del «prometido de la Virgen», que no puede consumar su matrimonio; el tema del «judiezno», el niño judío que ha comulgado ignorantemente, con sus amiguitos, y que, al ser arrojado a un horno por los suyos, es salvado por aquella Señora que había visto sobre el altar; el tema de la abadesa encinta, cuya deshonra es ocultada por la Virgen; el tema del clérigo ignorante que no sabía decir otra misa que la de la Virgen... Son motivos que hacen pensar en la más vieja pintura románica y que, como ésta, brillan con colores populares, aun con toda su voluntad de refinamiento artístico.