Las bibliotecas del Antiguo Oriente representan un legado cultural fundamental, donde se conservaban y difundían conocimientos.
En China, el emperador Shih Huang Ti intentó eliminar la mayoría de los textos, pero esta medida fue revertida poco después.
En Japón, Yakatsugu fundó la Un-tei en el siglo VIII, mientras que en Bagdad, el califa Almamún estableció una biblioteca conectada a un observatorio.
Estas instituciones fueron cruciales para la preservación del saber en su época.
bibliotecas del Antiguo Oriente
Pocas noticias se poseen de las primeras colecciones chinas. Los documentos indican, sin embargo, que en el año 221 a. de J.C. Shih Huang Ti, fundador de la Dinastía Chin, dio la orden de destruir todos los libros, excepto los que versasen sobre agricultura, medicina y adivinación. Semejante ley fue derogada en el año 190 a. de J.C.
Yakatsugu pasa por ser el primero que estableció una biblioteca en el Japón por el hecho de fundar en Isonokami, alrededor del 775, la llamada Un-tei, esto es, Hogar o Morada del Papiro. El Califa Almamún (813-33) construyó en Bagdad una gran biblioteca en conexión con un observatorio astronómico. Sabur Ibn Arbashir estableció hacia el 990 otra biblioteca, que fue más tarde destruida por un incendio. En 1065 hubo en el Bagdad oriental un colegio y una biblioteca; años antes, en el 1004, existió una biblioteca pública en El Cairo.