Cuerpos duros, irregulares, que se forman en la vesícula o conductos biliares y se componen principalmente de una sustancia llamada Colesterol. Aparecen más corrientemente entre los 40 y 50 años y rara vez antes de los 30. Más de las tres cuartas partes de los casos se producen en mujeres. Todo cuanto dificulte la libre salida de bilis de la vesícula favorece la formación de los cálculos. Entre las causas corrientes de estancamiento de la bilis en la vesícula figuran la obesidad, las ocupaciones sedentarias, el uso de fajas y la compresión de los órganos abdominales. El exceso en las comidas favorece asimismo la formación de piedras. La principal sustancia de que están formados los cálculos —colesterol— se encuentra en numerosos alimentos y especialmente concentrada en la yema del huevo y ciertas grasas. A veces existen cálculos en la vesícula sin que se manifieste ningún síntoma. Sin embargo, si los cálculos son muchos o interceptan el conducto biliar, pueden producir sensación de plenitud y malestar en el abdomen, acompañados a veces de gran cantidad de gases intestinales y a veces de náuseas y vómitos. En ocasiones producen dolor en la región de la vesícula, bajo las costillas del lado derecho, dolor que suele irradiarse a la espalda bajo la paletilla del mismo hombro. A veces pueden dar lugar a la aparición de la coloración amarilla de la piel, llamada ictericia, que aparece y desaparece si una piedra, como a menudo sucede, interrumpe el conducto biliar de forma intermitente. Cuando un cálculo penetra en el conducto biliar es fácil que ocasione fuerte dolor, denominado cólico.
La mayoría de los cálculos pueden diagnosticarse por medio de los rayos X. Aunque a veces se aprecian en una radiografía ordinaria, lo más frecuente es que se administre al paciente un contraste que, al ser excretado por la vesícula, resalte la silueta de los cálculos. No existe medio satisfactorio de disolver los cálculos mediante la administración de medicinas, por lo que, cuando se reúnen demasiados o producen síntomas graves, se hace necesaria la intervención quirúrgica. Esta supone generalmente la extracción de la vesícula entera, así como la de los cálculos mismos. De ordinario se aconseja la extracción de la vesícula (colecistectomía), ya que, si sólo se extraen los cálculos y se deja la vesícula, existe el peligro de que se formen nuevos cálculos en ella. En el tratamiento no quirúrgico se dedica especial atención a la dieta, de la que se excluye una serie de alimentos tales como grasas y huevos; también se prescribe un ejercicio moderado.