Bizancio fue una antigua ciudad ubicada en la orilla occidental del Bósforo, en la península entre el Mar de Mármara y el Cuerno de Oro.
Fundada alrededor del 660 a.C.
por colonos de Megara, se convirtió en un importante centro estratégico en la ruta del Mar Negro al Mediterráneo.
Su prosperidad se basaba en las pesquerías del Bósforo y el comercio de granos de las regiones del Mar Negro.
Durante su historia, fue conquistada por los persas y posteriormente liberada por el espartano Pausanias en el año 478 a.C.
Bizancio es considerada la predecesora de Estambul (Constantinopla).
Bizancio (antigua ciudad)
Antigua ciudad, situada en la orilla occidental del Bósforo, en la península comprendida entre el Mar de Mármara y el Cuerno de Oro. Se trata de la predecesora de Estambul (Constantinopla).
Fundada por colonos de Megara hacia el 660 a. de J.C. y enclavada estratégicamente en la ruta del Mar Negro al Mediterráneo, prosperó con las pesquerías del Bósforo y el comercio de granos procedentes de las regiones del Mar Negro.
Fue conquistada por los persas, en cuyas manos permaneció desde el año 515 al 478 a. de J.C., en que fue liberada por el espartano Pausanias.
Aliada de Atenas, se levantó contra ella en 440-439 y de nuevo en 411, para caer nuevamente bajo su influencia en tiempos de Alcibíades (408).
En el 403 fue tomada por Lisandro para Esparta.
Sitiada por los macedonios en el año 340, fue salvada, según la tradición, por un milagro.
Reconoció la soberanía de Alejandro Magno, perteneció brevemente al reino de Lisímaco, pero recobró su independencia al dividirse el Imperio de Alejandro.
Pasó a depender de Roma en el siglo ii a. de J.C. y fue destruida por el emperador Severo el año 196 d. de J.C. con gran pérdida de vidas humanas.
El mismo Severo se encargó de reconstruirla y mejorarla. Constantino el Grande hizo de ella la capital del Imperio y la llamó Nueva Roma (11 mayo 330), aun cuando pronto sería conocida con el nombre de Constantinopla o ciudad de Constantino.
En los tiempos modernos, ocupada por los turcos, recibe el nombre de Estambul.
La transformación de Bizancio en Constantinopla marcó el inicio de una era dorada para la ciudad, convirtiéndose en el corazón del Imperio Bizantino.
Este periodo se caracterizó por un florecimiento cultural, económico y artístico sin precedentes, siendo un punto de encuentro entre Oriente y Occidente.
La ciudad fue embellecida con numerosas construcciones, destacando la Hagia Sophia, símbolo de la riqueza y poderío bizantino, así como un faro de la cristiandad oriental.
Durante la Edad Media, Constantinopla fue asediada en numerosas ocasiones pero logró resistir gracias a sus formidables murallas y a su estratégica posición geográfica. Sin embargo, la Cuarta Cruzada en 1204 marcó el principio de su declive, cuando fue saqueada y ocupada por fuerzas latinas, estableciendo el efímero Imperio Latino de Constantinopla.
A pesar de ser reconquistada por los bizantinos en 1261, la ciudad nunca recuperó su antiguo esplendor. Los siglos siguientes vieron cómo se reducía su territorio y poder frente al avance de los otomanos.
Finalmente, el 29 de mayo de 1453, Constantinopla cayó ante las fuerzas de Mehmed II, marcando el fin del Imperio Bizantino y el comienzo del dominio otomano sobre la ciudad.
Bajo el Imperio Otomano, Constantinopla (ahora conocida como Estambul) continuó siendo un importante centro comercial y cultural. La mezcla de culturas y religiones le otorgó un carácter único, reflejado en su arquitectura, tradiciones y demografía.
A lo largo de los siglos, Estambul ha mantenido su relevancia como puente entre continentes, preservando al mismo tiempo las huellas de su rica historia.
Hoy en día, Estambul no solo es recordada por su pasado glorioso como Bizancio o Constantinopla sino también celebrada por su vibrante cultura contemporánea. La antigua ciudad sigue fascinando a historiadores, arqueólogos y turistas por igual, siendo testimonio vivo de más de dos milenios de historia humana.