La literatura bizantina se desarrolló en un contexto marcado por la aridez y las controversias teológicas que dominaban la época.
A pesar de esto, logró preservar el legado de la literatura griega, aunque bajo un régimen de despotismo oriental que limitaba la libertad de pensamiento.
Intelectuales como Crisóstomo y Cirilo se vieron atrapados en debates doctrinales, lo que restringió el florecimiento de la filosofía y la poesía que caracterizaron a sus predecesores.
Durante las edades bárbaras de Europa, la literatura bizantina, a despecho de su aridez, conservó el genio de la literatura griega. Sin embargo, las controversias teológicas absorbían a la mayor parte de los intelectos sobresalientes de la época, como Crisóstomo, Cirilo, Metodio, Focio y Gregorio Nacianceno, y hasta los primeros emperadores bizantinos participaban en interminables discusiones doctrinales. Sin embargo, el despotismo oriental con el que gobernaban estos herederos orientales del título de los Césares, se oponía a aquella libertad de pensamiento que diera nacimiento a la poesía y filosofía griegas. El hecho de que todas las cuestiones hubieran de contestarse por los artículos de la Fe. y de que el adversario escéptico o verbal fuera condenado a las llamas eternas coartaba la libertad de la Filosofía y de una dialéctica esclarecedora.
Las escuelas de Atenas continuaron con una existencia lánguida en los comienzos del Imperio. Proclo, último de los filósofos en la segunda infancia de la razón, difamó los elegantes razonamientos de los primitivos sabios griegos . Cuarenta y cuatro años después-de su muerte, en el 470, Justiniano clausuró las escuelas de Atenas y terminó de esta manera con la ficción de una ciencia liberal sancionada por el Estado.
Como en sus artes plásticas, la literatura de la Era Bizantina daba muestras de una domestiquez estereotipada. Con la supresión del libre vuelo del espíritu tendía a una decoración y pompa excesivas en lugar de atenerse a la pureza de la forma. La literatura se vio ampliada, sin ser ennoblecida, con la publicación de gran cantidad de comentarios de textos antiguos en apoyo del dogma y de numerosos tratados de gramática. A pesar de las muchas obras escritas en torno a las ciencias naturales se realizaron pocos progresos en este campo. Los poetas continuaron empleando los metros épicos, aun careciendo de temas heroicos. Pablo Silenciario compiló un inventario —oscuramente entusiasta— de la iglesia de Hagia Sophia. Ana Comnena escribió con mayor corrección, pero en un estilo pedante. Los trabajos de los historiadores, que dependían del favor o enemiga de un déspota, se veían con demasiada frecuencia empañados por la excesiva adulación o vituperio. Procopio compuso una historia pública y privada; Zonaras, Anales; Proxágoras, Historia de Constantina; Niceto Acominato, Historia de los Emperadores Bizantinos. Los arquitectos de Hagia Sofía escribieron sobre mecánica. Miguel Selo y León lo hicieron sobre matemáticas y Cosmas Indicopleustes, en el siglo vi, refutó la teoría de que la Tierra es una esfera. El Imperio produjo pocos gobernantes qué careciesen por completo de aptitudes literarias y hasta alguno de ellos, como León VI, Constantino y Juan Cantacuceno, se distinguieron más en este campo que en el de la política.
Aunque el Imperio Bizantino conservara el monopolio de las reliquias del saber antiguo, su terreno resultaba demasiado pedregoso para recibir la semilla del renacimiento clásico. Éste había de florecer en las naciones libres surgidas en la Europa occidental durante el siglo xiv. Las incursiones militares de los turcos obligaron a muchos griegos a buscar refugio en las cortes de Italia. Leoncio Pilatós, primer profesor griego en Occidente, iluminó a Boccaccio con su traducción de Homero. Entre otros fugitivos portadores del saber se contaron Teodoro Gaza, Jorge de Trebisonda, Juan Argirópulo, Jano Láscaris y Demetrio Calcóndilos. Barlaam, al revivir los estudios liberales de los antiguos, influyó en Petrarca. Pleto, que enseñó en la casa de Cósimo de Médicis y que escribió en un estilo ático más puro que la mayor parte de sus compatriotas, contribuyó a la resurrección del platonismo y trató de hacer revivir la antigua religión griega. Simplicio aportó valiosas interpretaciones de Epicteto y comentarios sobre Aristóteles. La obra de Edward Gibboii,
Decadencia y caída del Imperio Romano, continúa siendo la mejor guía para el estudio de la literatura de este periodo. Los historiadores bizantinos se encuentran en la colección de Barthold Georg Niebuhr, Corpus Scriptorum Historiae Byzantinae.
Cantidad de letras, vocales y consonantes de bizantina, literatura
Palabra inversa: arutaretil ,anitnazib Número de letras: 20 Posee un total de 9 vocales: i a i a i e a u a Y un total de 10 consonantes: b z n t n l t r t r
¿Es aceptada "bizantina, literatura" en el diccionario de la RAE?