Significado de «bocas de fuego (militar)»

El término bocas de fuego se refiere, en un sentido amplio, a todas las armas que utilizan pólvora para funcionar.

Aunque puede incluir diversos dispositivos, se asocia especialmente con la artillería, como los cañones y ametralladoras.

Este concepto abarca desde las piezas de artillería naval hasta los cañones antiaéreos, reflejando la evolución y el uso de estas armas en contextos militares.



Definición de bocas de fuego (militar)
  1. Dícese por sinécdoque de todas las armas que se cargan con pólvora. Aunque el término alude a cualquier artefacto provisto de un tubo metálico para lanzar proyectiles por la fuerza impulsora de un explosivo, se aplica preferentemente a las unidades de artillería, a los cañones de fuego rápido y a las ametralladoras. En el artículo Artillería se ha tratado del origen y desarrollo de las bocas de fuego de gran calibre. Los de Armas de fuego, Fusil y Revólver estudian, por otra parte, las armas de pequeño calibre, es decir, las que se manejan con una o ambas manos. A continuación nos limitaremos a describir: 1) las piezas de artillería naval; 2) las ametralladoras; 3) las piezas de artillería de campaña; 4) las piezas de artillería de sitio y costa; 5) los cañones antiaéreos y 6) los cañones contracarros


    Piezas de artillería naval


    La artillería naval aparece como sucesora natural de los antiguos tubos incendiarios que se fijaban en la proa de las galeras para arrojar el «fuego griego», mezcla de sustancias resinosas, azufre y salitre, a las que más tarde se agregó carbón para formar la pólvora negra. Aunque no se sabe con certeza absoluta cuándo se usaron por primera vez cañones en los buques de guerra, en una famosa pintura antigua que representa la flota mogola en trance de ser rechazada frente a las costas del Japón en 1281 d. de J.C., los navios chinos aparecen envueltos en el humo de sus cañones. Kublai Kan, el emperador mogol de China, disponía por entonces de un arsenal de artillería y es muy probable que montara en sus barcos algunas piezas. Las primeras noticias del empleo de cañones en batallas navales de naciones europeas data del año 1350, aunque parece que algunos barcos armaron cañones en 1346.

    La primera referencia del empleo de esta clase de artillería en barcos españoles se remonta al año 1359, fecha en que la escuadra del rey castellano Pedro el Cruel atacó a la del aragonés Pedro el Ceremonioso en el puerto de Barcelona. En uno de los barcos de éste se colocó una bombarda, que, disparando un par de proyectiles, sembró el terror en las huestes castellanas. Otra fecha interesante a este respecto es la de 1371, en que la escuadra castellana obtuvo un señalado triunfo sobre la inglesa delante de la Rochela con el acertado empleo de la artillería. Los barcos armaban las mismas piezas de tierra, en particular el falconete.

    Los cañones, que en el siglo xiv fueron al parecer de pequeño calibre, de hierro forjado o colado, a principios del siglo xv empezaron a aumentar de tamaño. Los más pequeños, en su mayor parte de retrocarga, llevaban un dispositivo de fuego en forma de pequeño recipiente donde se colocaba la pólvora. Los de mayor tamaño habían aumentado de calibre demasiado rápidamente para los metalúrgicos de la época, por lo que, al no poder fundirse o colarse, se fabricaban de duelas de hierro o bronce unidas por aros o zunchos. Sin embargo, hacia el año 1468 se construían cañones de bronce de los mayores calibres con resultados positivos (en una o más piezas) y a comienzos del siglo siguiente se lograron cañones fundidos de gran calibre, casi todos ellos de avancarga. Se había previsto el aumento de potencia por incremento del peso de la carga propulsora; pero, como ante el correlativo aumento de presión de los gases en la recámara resultaba difícil mantener herméticos los cierres de retrocarga, se empleó el sistema de avancarga hasta 1850.

    Los primeros proyectiles disparados por estos cañones consistieron en piedras aisladas de tamaño adecuado, pero se utilizaron también atadijos o sacos de otras más menudas, pequeñas bolas, trozos de hierro, fragmentos de cadenas y otros materiales parecidos. A comienzos del siglo xv era corriente en Francia el empleo de bolas de hierro forjado, tan eficaces contra castillos y fortificaciones que pronto fueron adoptadas por todas las naciones. Se desconoce la fecha exacta en que empezaron a utilizarse proyectiles de hierro fundido, pero ya habían remplazado a las piedras y al hierro forjado mucho antes de que aparecieran los cañones de hierro colado.

    Rara vez se montaron piezas de gran calibre en los barcos; los mayores instalados en buqués de altura, hacia mediados del siglo xix, disparaban proyectiles de un peso aproximado de 30 kg. A menudo resulta difícil precisar el tipo y tamaño exacto de los primeros cañones por los informes que nos legaron sus contemporáneos, ya que los nombres con que eran designados se aplicaban muy vagamente a armas de diferentes calibres y cometidos.

    Se sabe que en el reinado de Enrique VIII existía ya un tipo de montaje de artillería naval, utilizado durante más de tres siglos. El Mary Rose, hundido durante su reinado, llevaba colocados sobre montajes de madera cañones de bronce, cuyos muñones se apoyaban sobre gruesos montantes adosados al montaje; el conjunto descansaba en cuatro ruedas de madera de pequeño diámetro o en plataformas. La elevación de las piezas se conseguía mediante la inserción de cuñas de madera y el retroceso se limitaba con ayuda de gruesas cuerdas que se sujetaban a las bandas de babor o estribor. En todo el siglo xvii no se logró ningún adelanto en estos cañones o sus montajes, pero a primeros del xviii, al fundirlos en una sola pieza sólida, horadada luego, en lugar de moldearlos, se consiguieron ánimas mucho más lisas y uniformes con el diámetro exacto que se deseara, al tiempo que una potencia y precisión mucho mayores.

    Durante el siglo xviii desaparece la anarquía imperante en la variedad de tipos y en su terminología y se adquiere un conocimiento más científico de la artillería en todas sus ramas, con la consiguiente «supervivencia de lo más apto» y la simplificación que sigue siempre a los periodos anárquicos de desarrollo de los grandes inventos. La nueva clasificación hace referencia únicamente al peso del proyectil y al cañón.

    En España se adoptaron los cañones de hierro colado de 36, 24, 18, 12, 8, 6 y 4 libras. En 1798, el general de artillería de la Armada, Francisco Javier Rovira, adelantándose al general Paixhans en 40 años, ideó los obuses largos de marina, que se declararon reglamentarios en los buques españoles. En 1862 se introdujeron los cañones capaces de disparar balas esféricas de acero o fundición endurecida, calibres 28 y 22 cm, zunchados, lisos y de avancarga, con gran poder perforante. Análogos calibres se emplearon en las demás naciones. El de 42 libras no se utilizó apenas hasta la aparición de las carroñadas, piezas muy cortas, de sólo 5 o 6 calibres de longitud, que resultaban muy prácticas en tiros a corta distancia y de las que estaban dotados en gran cantidad los buques de guerra a principios del siglo xix. Su poco alcance las hacía menos prácticas en buques de gran tonelaje.


    Alzas y aparatos de puntería.


    Hasta principios del siglo xix las piezas artilleras carecieron de aparatos concretos de puntería. Se enfilaban los cañones hacia el objetivo mirando a lo largo de la «línea de metal» que señalaba sobre la superficie del cañón la dirección del ánima. La elevación necesaria para largas distancias se calculaba a ojo y, generalmente, se obtenía enfilando la pieza por encima del objetivo a batir. La escuadra de nivel, inventada por Tartaglia en el siglo xvi, no dio resultado a bordo de los buques. A principios del siglo xvii se introdujo el punto de mira, consistente en dos muescas practicadas una sobre la parte más elevada de la tulipa y otra en la faja alta de la culata. Este dispositivo sustituyó al método no tan exacto de la «línea de metal», pero no resolyió el problema de dar elevación a las piezas. En la guerra de 1812, los oficiales norteamericanos utilizaron varios dispositivos de puntería de su propia invención. La Marina británica adoptó en 1801 las alzas fijas, pero su resultado no debió de ser mejor que el de lasmuescas. Las alzas tangentes o de mortaja, cuya invención se atribuye al general Gribeauval y al coronel Juré, del Ejército francés, no se introdujeron en la Marina hasta mediados del siglo xix.

    Casi hasta finales del siglo xviii, todas las piezas de la artillería naval se disparaban por medio del botafuego y la cuerda-mecha (mecha de combustión lenta). Sir Charles Douglass introdujo hacia 1780 la llave de pedernal, cuyo empleo no se generalizó hasta que el mismo inventor demostró la excelencia de su artefacto en su propio navio, el Duke, en la batalla de Rodney (abril 1782). En 1790 la Marina inglesa adoptó llaves de bronce o granos de fogón de nuevo modelo, que siguió empleando hasta 1818. En 1807 descubrió el clérigo G. Forsyth una sustancia que prendía por fricción o percusión. Sir Charles Douglas había ideado en 1780 los estopines de canutillo, que, modificados, se aplicaron a las nuevas llaves o cerrojos de percusión; el artificio tardó empero en adoptarse, por lo que, durante varias décadas, siguió prevaleciendo el empleo de las llaves de pedernal. En 1828 se acoplaron los cerrojos de percusión a los cañones del Vandalia de la Marina estadounidense, que no los adoptó definitivamente hasta 1842.


    La granada de cañón.


    Fue el perfeccionamiento de ésta el siguiente adelanto importante. Ideado y puesto en práctica por el general francés Paixhans en 1820, fue adoptado por la Marina francesa e imitado al punto por todos los países. El mismo Paixhans predijo que las granadas de cañón plantearían la necesidad de blindar los barcos, como, en efecto, se empezó a hacer 30 años más tarde. El blindaje provocó, a su vez, el rayado de las ánimas, pues un proyectil alargado alcanza mayor poder de penetración que el esférico. De nuevo los franceses dieron la norma montando en sus barcos varias piezas rayadas de hierro fundido y probándolas en la guerra de Crimea. Se trataba de piezas de avancarga que usaban proyectiles de tetones, pero resultaban tan superiores en potencia a los cañones de ánima lisa del mismo calibre que no sólo fueron adoptadas por Francia, sino por la mayor parte de las grandes potencias navales.

    A finales del siglo xix, España adquirió cañones Armstrong de 25, 23 y 20 cm, rayados y de avancarga, con lo que mejoró sensiblemente la capacidad ofensiva de sus buques. La primera pieza artillera de fabricación nacional para armamento de buques no se conoció hasta 1870, en que salió de Trubia un cañón de hierro fundido, sin zunchos.


    La retrocarga.


    La imposibilidad de cargar un proyectil ajustado en los cañones de avancarga, la poca precisión de los proyectiles de tetones y la dificultad de obturar la base del cañón en forma de hacerlo satisfactoriamente hermético a los gases, todo ello condujo a un estudio más concienzudo del problema de la retrocarga.

    Las pruebas de los primeros cañones de retrocarga no fueron demasiado alentadoras. Por culpa de defectos en su diseño o por emplearse materiales cuya dureza no respondía a sus necesidades, gran número de estas piezas fracasaba en el mismo campo de pruebas; además, no se consiguió en ninguna de ellas evitar el escape de parte de los gases por el cierre hasta la feliz aparición del obturador de Broadwell, oficial del Ejército norteamericano, que todos los fabricantes adoptaron en sus dos modelos, el de anillo y el de platillo, para detener los gases. Este sistema de obturación siguió en uso con diversas modificaciones hasta que el capitán francés De Bange inventó el obturador de galleta plástica (1880).

    En 1865 ninguna marina de Europa empleaba cañones lisos y en 1870 todas ellas, excepto la inglesa y la italiana, habían adoptado el sistema de retrocarga. Los tubos de las primeras piezas, de hierro colado y reforzado con zunchos, pronto se vieron remplazados por los de acero forjado, compuestos del tubo propiamente dicho, cubierta y zunchos o manguitos. Con excepción de las fabricadas por Krupp, cerradas con cuña, todas las piezas de retrocarga utilizaron el cierre francés a tornillo de rosca interrumpida.

    En España, el coronel Ontoria presentó en 1879 el proyecto de una pieza de retrocarga, con cierre de tornillo partido, teja de suspensión y obturador de anillo metálico.


    Nuevas cargas propulsoras.


    Desde antiguo se venían notando los grandes defectos de la pólvora negra como sustancia propulsora. Hacia 1880 aparecieron las pólvoras pardas, que proporcionaron la ventaja de una mayor lentitud en la combustión y un marcado aumento en la velocidad inicial de los proyectiles con la misma presión. Pero no subsanaron todos los defectos. En 1887 introdujo M. Vieille la pólvora de nitrocelulosa, a la que siguieron otras muchas variedades a base de nitrocelulosa o nitroglicerina o una composición de ambas. Estas pólvoras, que a su mayor poder propulsor unían la virtud de producir menos humo, fiieron adoptadas por todas las naciones. Para aprovechar mejor las ventajas de la combustión lenta se alargaron los tubos de las piezas hasta los 50 calibres, mientras la velocidad inicial del proyectil ascendía a los 900 m/s. Pero con el aumento de la Velocidad inicial surgió el problema de una mayor erosión

    del rayado (v. Pólvora). Para combatir este defecto se recurrió al arbitrio de disminuir la carga de proyección y lá longitud del tubo, al tiempo que se aumentaba el calibre.


    Cañones navales modernos.


    En 1881 aparecieron los cañones de fuego rápido, de calibres 55,88 mm o menores, que pronto aumentaron hasta alcanzar los 152,4 mm. Aunque el principio de rapidez de fuego se ha extendido, en cierta medida, a todos los calibres, sólo los cañones cuya munición puede manejarse fácilmente a mano se conocen con el nombre de cañones de fuego rápido. Las piezas de 127 mm pueden cargar, apuntar y disparar con una cadencia de 15 disparos por minuto; las de 355,6 necesitan de 20 a 25 s para efectuar un disparo.

    Los cañones zunchados de buena fabricación pueden soportar en sus paredes una presión de hasta 3900 kg/cm2 antes de llegar al límite de su elasticidad y de varias toneladas más antes de que se produzca la rotura. Gomo la máxima presión necesaria en servicio es de unos 2300 kg/cm2, el margen de resistencia resulta en ellos muy amplio.

    Los goniómetros de las piezas modernas son de tipo telescópico, con la salvedad de que en lugar de un solo tubo alargado utilizan generalmente prismas de reflexión, que permiten colocarlos en cualquier posición con respecto al tubo o al montaje. Los goniómetros telescópicos son mucho más precisos que los de barra; en primer lugar, porque liberan al ojo de la necesidad de enfocar a tres objetos (las dos mirillas y el objetivo) a diferentes distancias; en segundo lugar, porque aumentan el objetivo.

    Los cañones instalados en torretas se elevan, dirigen. y cargan por medio de motores eléctricos o hidráulicos, si bien la mayoría de las marinas emplean el primer sistema. Pero en caso de avería de los aparatos mecánicos todas las operaciones pueden efectuarse a mano. Los cañones no instalados en torretas se operan a veces a mano.

    Con la experiencia adquirida en la I Guerra Mundial se consiguieron importantes progresos en la artillería naval. La distanciá de choque en los combates navales había ido en constante aumento, como se probó en la batalla de Jutlandia, en que los cañones dispararon a distancias superiores a los 16 km. La Marina trataba, pues, de conseguir cañones cada vez más largos y potentes, que con sus elevados ángulos de tiro alcanzasen las distancias requeridas con proyectiles capaces de perforar, antes de su explosión, las partes vitales de los buques enemigos.


    Dirección de tiro.


    Los adelantos conseguidos a raíz de la I Guerra Mundial permitieron aumentar el ángulo de tiro en las piezas de todos los calibres con el resultado de un mayor alcance. Al mismo tiempo, el control de tiro se efectuó a base del aparato llamado «director», ideado por el almirante Sir Percy Scott, de la Marina inglesa. Los apuntadores de elevación y dirección sincronizan los cañones y las torretas con el director, en lugar de apuntarlos directamente sobre el blanco, y los cañones disparan por salvas, lo que supone la descarga simultánea de todas las piezas de igual calibre. En la actualidad esta forma de control resulta absolutamente necesaria en las baterías de los cañones primarios, pues los barcos o blancos enemigos se encuentran por debajo del horizonte, invisibles desde las torretas.

    Al comienzo del combate o ejercicio de tiro, el oficial artillero del barco realiza sus cálculos balísticos basándose en las condiciones atmosféricas, incluida la temperatura de la pólvora. Calcula la distancia al blanco con ayuda del telémetro y estima el rumbo y la velocidad del mismo. Estos datos, unidos a los de la fuerza y dirección del viento, así como las del rumbo y velocidad del barco propio, se confían a una plancheta de localización o calculador automático de tiro, que continúa calculando las probables distancias con unos dos minutos de antelación.

    Con ayuda de todos los datos disponibles se efectúa la primera salva y los observadores, situados en lo alto

    de los mástiles y provistos de potentes prismáticos, observan los piques de los proyectiles en el mar y hacen al cuarto de marcaciones las oportunas indicaciones sobre aumento o disminución de la distancia y la deriva a la derecha o a la izquierda necesarias para alcanzar el blanco. La operación continúa durante todo el combate o ejercicio de tiro, introduciéndose las correcciones oportunas después de cada descarga.

    El desarrollo de la aviación ha permitido emplear los aviones de observación en la corrección y dirección del tiro. Si los aparatos logran acercarse a la línea de combate enemiga, pueden calcular el rumbo y la velocidad de los barcos enemigos y observar los piques de los proyectiles con más precisión que los equipos de observación situados en lo alto de los mástiles.


    El radar y la dirección del tiro.


    La actuación de los cañones de las poderosas marinas que intervinieron en la II Guerra Mundial fue mucho más eficaz que en épocas anteriores. Esta mayor eficacia se debió en primer lugar al perfeccionamiento de los métodos de determinación de distancias y direcciones y en parte al progreso alcanzado en directores y otros mecanismos de dirección de tiro, pero también en no poca medida a la aplicación del radar a la artillería naval. El radar se convirtió de hecho en el «ojo visor» del artillero, con el que se consiguieron distancias y direcciones tan exactas que la probabilidad de incidir en el blanco aumentó enormemente. En la batalla del estrecho de Surigao (25 octubre 1944) los acorazados, cruceros y destructores norteamericanos pudieron hundir la flota japonesa en la oscuridad sin ayuda de proyectores con el solo empleo del radar en la determinación de distancias y direcciones.


    Ametralladoras.

    Ametralladora: La ametralladora puede describirse como un arma automática que, merced a un perfecto sistema de refrigeración por agua o aire y a la estabilidad de su montaje, es capaz de sostener un fuego preciso y prolongado con una cadencia de tiro de 150 o más disparos por minuto, sin que se produzca un aumento... Para seguir leyendo ver: Ametralladora


    Piezas de campaña


    La artillería moderna de campaña de las principales potencias pertenece al tipo de fuego rápido y gran retroceso. Se diferencia de los tipos anteriores no solamente en su rapidez de fuego —de 25 a 30 disparos por minuto, según el grado de instrucción de sus servidores-—, sino también en que el tubo retrocede sobre el montaje; en la detención de la reculada y el retorno del cañón a la posición de fuego (en batería) interviene el mecanismo de retroceso. Este dispositivo permite el fuego rápido, pues tras el primer disparo, que de ordinario hace hincar en tierra el arado de contera, la pieza queda prácticamente inmovilizada y, una vez apuntada, no necesita apenas corrección por movimiento del montaje. Las piezas se pueden clasificar según el tipo de su trayectoria —camino recorrido por el proyectil en el aire— en piezas de tiro rasante (cañones), piezas de tiro curvo (obuses) y piezas de gran ángulo de tiro (morteros). Cada tipo tiene su misión específica. Los morteros y obuses sirven para batir objetivos situados bajo cubiertas protectoras, parapetados en trincheras o guarecidos al amparo de elevaciones del terreno. Los cañones se usan cuando se prefiere una trayectoria más rasante y se necesitan mayor energía en el momento de incidencia y mayor alcance que los que puedan proporcionar los obuses del mismo calibre.

    Un montaje de deformación consta de una parte móvil, denominada masa reculante, constituida por la boca de fuego; una parte fija o masa que no retrocede, compuesta por la. cureña; y un órgano de unión elástico entre ambas masas, integrado por el freno de retroceso, el recuperador y el moderador.

    En todos los tipos de montaje de gran retroceso, éste se dirige colocando la boca de fuego sobre un elemento denominado trineo que se desliza sobre la cuna. El retroceso se limita mediante la adaptación a la boca de fuego de un freno llamado freno de retroceso o de disparo; pero, como es necesario que la boca de fuego vuelva a su primitiva posición, se añade otro elemento que toma el nombre de recuperador, cuyo objeto es almacenar la energía de retroceso para utilizarla en hacer volver la boca de fuego a su posición normal; se completa este sistema con un freno de vuelta a batería, conocido también con los nombres de moderador o regulador, que evita los golpes bruscos del retroceso.

    El freno hidráulico consta de un cilindro de paredes lisas o armadas de costillas, un émbolo con su vástago, líquido y cajas de estopas. Al producirse el disparo, el pistón o cilindro recula junto con el tubo; la fuerza necesaria para hacer pasar el aceite (de que está lleno el cilindro) de la cámara posterior a la anterior del mismo absorbe la energía del retroceso. El pistón presenta en su superficie unas muescas o ranuras por las que pasa el aceite al recular el pistón o cilindro. El tamaño de tales orificios se regula por unas barras o costillas de obturación que, situadas en la cara interior del cilindro, se encastran en las muescas del pistón. El grosor de estas costillas aumenta progresivamente de modo que, al retroceder la boca de fuego, los orificios disminuyen como consecuencia de una mayor obturación, con lo que se consigue frenar por completo el tubo. La energía almacenada en el aire comprimido o los muelles de los recuperadores a consecuencia del movimiento de retroceso obliga al tubo a entrar de nuevo en batería. Durante la II Guerra Mundial se ideó un cañón que expulsaba hacia atrás una ráfaga de aire que evitaba el retroceso. Poseía gran velocidad inicial de disparo y era sumamente eficaz como arma contracarro.


    Segunda Guerra Mundial. Si en 1917-18 fue el cañón de 75 mm la principal arma artillera del Ejército de los Estados Unidos, en 1939-45 se emplearon sobre todo los de calibre de 75, 105 y 155 mm, que poseían mayor movilidad. Se empleó muy poca artillería transportada a lomo. Los cañones de 75 mm eran remolcados por camiones, mientras que los de 105 y 155 se montaban generalmente en vehículos semiorugas o se remolcaban con camiones o tractores. Se emplearon también cañones de mayor calibre, entre los que se contaban los de 240 mm, montados sobre orugas o transportados por vía férrea. Algunos cañones de 75 mm se montaron sobre chasis de carro medio. De características similares fueron los cañones empleados por otros países. Entre los más notables cabe citar el inglés de 25 libras (análogo al americano de 105 mm) y el alemán de 88 mm, casi tan eficaz en tiro terrestre como en tiro antiaéreo. El americano de 90 mm carecía de la movilidad necesaria para su empleo como arma de artillería de campaña.

    Por lo que a España se refiere, sus principales piezas de artillería de campaña actualmente en servicio son: el obús de 105/11 de montaña Schneider, transportado a lomo; el obús 105/22 Vickers; el obús 105/26 modelo Naval de Reinosa, divisionario; y el obús 155/13 Schneider. Véase Artillería de campaña.


    Piezas de sitio, sobre vía férrea y de costa


    El término piezas de sitio, hoy en desuso, incluía antaño cañones, obuses y morteros. Estas piezas se destinaban tanto a la defensa como al ataque de fortificaciones terrestres permanentes. A causa de su peso y lentitud de movimientos sólo se llevaban al frente cuando eran reclamadas para cumplir su misión específica y cuando el tiempo y las condiciones de los caminos lo permitían. En la I Guerra Mundial, las últimas piezas de este tipo fueron el modelo 1898 de 127 mm, el obús modelo 1898 de 177,8 mm y el mortero modelo 1892 de 177,8 milímetros, que lanzaban proyectiles de 22, 52 y 62 kg, respectivamente. Estas piezas, por su deficiente movilidad y escaso alcance, no llegaron a emplearse en las batallas de Francia. Durante la Guerra Bóer, los ingleses emplearon cañones navales de 119,18 mm sobre improvisados armones de artillería en la defensa de Ladysmith y, como resultado de su experiencia, diseñaron y fabricaron unos pocos cañones de 127 mm, que rindieron excelentes servicios en las primeras fases de la I Guerra Mundial. En la Guerra Ruso-Japonesa, los japoneses emplearon morteros de 271,4 mm contra las poderosas fortificaciones de Port Arthur y contra los barcos rusos surtos en el puerto. Los rusos desmontaron cierto número de cañones navales de 152,4 mm, y los emplearon en tierra. En 1914 los alemanes y austríacos conmovieron al mundo con el empleo de obuses de 279,4 y 304,8 mm en Lieja y Namur y 431,8 mm contra Amberes. Emplearon asimismo un número relativamente grande de cañones y obuses de tamaño clasificado anteriormente como de sitio. Al lograr desplazar estas piezas al mismo ritmo con que se movían sus fuerzas de infantería demostraron que la artillería pesada podía asumir misiones distintas a las de sitio. Para hacer frente al cañón alemán de grueso calibre, los ingleses disponían sólo de unas pocas piezas de 127 mm; los franceses, por su parte, no poseían ningún cañón de calibre superior a los 75 mm. La estabilización subsiguiente a la invasión de Francia por los alemanes proporcionó a ambos bandos la oportunidad de afirmarse y convertir sus líneas en bastiones bien fortificados, que no podían ser conquistados sino después de fuertes concentraciones de fuego artillero. Tales condiciones estimularon la producción de artillería de sitio en todos los países beligerantes. Por añadidura, el empeño de los alemanes en conservar su superioridad en este terreno obligó a ingleses y franceses a superarse si querían luchar en pie de igualdad con el enemigo. Los ingleses siguieron fabricando cañones de 127 mm e introdujeron un cañón de 152,4 mm y dos obuses de 203,2 y 233,68 mm. Estos tres tipos se emplearon en gran número a lo largo de toda la guerra. Los franceses desarrollaron un obús de 155 mm, un cañón de 155 mm y dos obuses de 220 y 280 mm. Todos los beligerantes emplearon morteros de trinchera de alrededor de 240 mm. A raíz de la declaración de guerra por parte de los Estados Unidos, este país llegó a un acuerdo con sus aliados para procurarse un equipo inicial de artillería pesada, al mismo tiempo que iniciaba su construcción. Las tropas de los Estados Unidos se equiparon con cañones franceses de 155 mm, con obuses ingleses de 203,2 y 233,68 mm y con un obús de 240 mm fabricado en Estados Unidos. Otros cañones, en particular los de 127 y 152,4 mm, se desmontaron de las fortificaciones de costa y montaron sobre ruedas para su empleo en campaña.


    Segunda Guerra Mundial. En esta contienda se empleó, en proporción, menos artillería pesada que en la precedente. Los ejércitos poseían mayor capacidad de movimiento, los combates se desarrollaban sobre zonas más extensas y la guerra de trincheras fue menos frecuente que en la I Guerra Mundial. Los cañones de sitio más pesados fueron los empleados por los alemanes en la toma de Sebastopol. Por lo general se utilizaron piezas de artillería de campaña de gran calibre: unos 240 mm, lo que no impidió que corrientemente fueran autopropulsadas.

    Artillería Sobre Vía Férrea: Con esta denominación se conoce cualquier tipo de artillería normalmente transportada sobre plataformas de ferrocarril especiales. En la Guerra de Secesión norteamericana se montaron ya algunos morteros sobre plataformas de ferrocarril; por su parte, los ingleses llevaron a cabo experimentos análogo... Para seguir leyendo ver: Artillería Sobre Vía Férrea

    Piezas De Artillería De Costa: El material de defensa costera se clasifica en primario, superior a los 305 mm; intermedio, entre 305 y 155 mm; y secundario, inferior a 155 mm. La artillería de costa, instalada en fortificaciones permanentes para la defensa contra los ataques de los más potentes barcos de guerra, comprende algunos... Para seguir leyendo ver: Piezas De Artillería De Costa

    Cañones Antiaéreos: En la II Guerra Mundial se emplearon como armas antiaéreas algunos cañones comprendidos entre los 37 y 90 mm, además de las ametralladoras citadas anteriormente. El cañón de 120 mm se encontraba en proceso de fabricación al final de la guerra. El cañón naval de 127 mm norteamericano, de doble finali... Para seguir leyendo ver: Cañones Antiaéreos

    Cañones Contracarro: Durante la guerra de 1939-45 los alemanes colocaron en sus carros cañones de calibres cada vez mayores. Paralelamente a estos avances emplearon asimismo cañones de mayores calibres como piezas contracarro. Éstas eran .generalmente una simple adaptación de otros cañones para esta misión específica. L... Para seguir leyendo ver: Cañones Contracarro

    Cañón Atómico: Entre las más importantes armas desarrolladas en la última posguerra figura el cañón atómico de 280 mm. Aun cuando tiene un peso de 85 t, puede moverse a una velocidad de 56 km/h por carreteras de primer orden, atravesar terrenos accidentados y ser transportado en barcos de desembarco en operaciones... Para seguir leyendo ver: Cañón Atómico
Actualizado: 24/07/2015


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Análisis de bocas de fuego

Usos de bocas de fuego

Se emplea como: diminutivo

Cantidad de letras, vocales y consonantes de bocas de fuego

Palabra inversa: ogeuf ed sacob
Número de letras: 12
Posee un total de 6 vocales: o a e u e o
Y un total de 6 consonantes: b c s d f g

¿Es aceptada "bocas de fuego" en el diccionario de la RAE?

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Cómo citar la definición de bocas de fuego
Definiciones-de.com (2015). - Leandro Alegsa © 24/07/2015 url: https://www.definiciones-de.com/Definicion/de/bocas_de_fuego.php
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