Los boicots laborales son acciones colectivas que los trabajadores llevan a cabo para presionar a sus empleadores y lograr mejoras en sus condiciones de trabajo.
La forma más común de boicot es la huelga, donde los obreros cesan sus actividades hasta que se atiendan sus demandas, como mejores salarios o el reconocimiento de un sindicato.
También existen boicots secundarios, donde se ejerce presión sobre terceros para influir en la situación laboral, como en el caso del Sindicato de Carpinteros en Norteamérica.
La forma más sencilla de boicot obrero es la Huelga. Ya sea para obligar a reconocer un sindicato, para obtener garantías de que la empresa no admita a trabajadores no sindicados o para alcanzar determinadas reivindicaciones —mayores salarios o menor número de horas de trabajo—, la huelga es un boicot primario en virtud del cual los obreros, de común acuerdo, cesan de prestar sus servicios hasta que su patrono ceda a sus demandas o se llegue a un compromiso. Un ejemplo conocido de boicot secundario es el ejercido en Norteamérica por el Sindicato de Carpinteros que, habiendo organizado a los contratistas del ramo de la construcción y deseando agremiar a los empleados de las serrerías, se negaron a instalar en la construcción todo material procedente de aserraderos no sindicados y obligaron con su negativa a los contratistas a suspender sus compras en tales aserraderos. De este modo, la presión primaria ejercida sobre los contratistas dio origen a un eficaz boicot secundario sobre las serrerías, que no tuvieron más remedio que reconocer el Sindicato.