El bombardeo aéreo es una operación militar que consiste en atacar objetivos terrestres mediante la caída de bombas desde aviones.
Desde sus inicios rudimentarios en la I Guerra Mundial, esta técnica ha evolucionado significativamente, convirtiéndose en un método de ataque altamente organizado y destructivo.
La introducción de armas nucleares ha incrementado su eficacia, haciendo que las armas tradicionales parezcan insignificantes en comparación.
Las aeronaves especializadas y sus avanzados sistemas permiten llevar a cabo esta tarea con gran precisión.
Operación militar encaminada a batir objetivos terrestres por medio de bombas arrojadas desde aviones. Este tipo de bombardeo, que en la I Guerra Mundial tuvo un inicio rudimentario, ha evolucionado hasta constituir una técnica de ataque perfectamente organizada, cuya eficacia destructora se vio multiplicada con el desarrollo de las armas nucleares hasta el punto de que a su lado resultó ya insignificante todo el arsenal de armas tradicionales de superficie. Las aeronaves diseñadas especialmente para misiones de bombardeo y los complicados aparatos instalados en ellas permiten ejecutar con precisión extraordinaria esta mortífera tarea.
El problema del bombardeo.
El bombardeo aéreo se asemeja al artillero en que supone un sistema de ataque con proyectiles enviados sobre el objetivo desde puntos distantes. La exactitud, sin embargo, es mucho más difícil de conseguir en el bombardeo aéreo. A diferencia de lo que ocurre con la artillería, cuyos asentamientos en puntos conocidos del terreno permiten determinar con facilidad y precisión la distancia al objetivo, los bombarderos se desplazan a velocidades de algunos kilómetros por minuto, a varios kilómetros del suelo y en medio de una masa de aire que a su vez se halla en constante movimiento con respecto a la superficie terrestre. Para formarse una idea de las dificultades provocadas en este tipo de bombardeo por las grandes velocidades y alturas necesarias en la guerra aérea basta considerar que el observador de un B-47 ha de soltar sus bombas a varios kilómetros del blanco y que una bomba de 500 kg lanzada a una velocidad de 1000 km/h desde una altura de 15000 m tarda un minuto en alcanzar el suelo a una velocidad final de 800 km/h. En sólo unos pocos segundos el observador ha de identificar el blanco, analizar todos los factores que intervienen en la operación y realizar los cálculos de aproximación final y puntería. En estas operaciones coopera con él, desde luego, todo un equipo de complejos aparatos electrónicos.
Cuatro fuerzas actúan sobre una bomba desde el momento en que abandona el avión: gravedad, velocidad del avión traducida en velocidad real del aire, resistencia de éste y el viento. Los efectos combinados de estas fuerzas determinan la trayectoria o camino a seguir por la bomba y el lugar de su impacto. La gravedad actúa con igual intensidad sobre todos los tipos y tamaños de bombas, con independencia de su peso, y las atrae a tierra a velocidad uniformemente acelerada. Como la bomba forma parte del avión hasta el instante mismo de ser lanzada, lo abandona con la misma velocidad de avánce del aeroplano. Esta velocidad de avance es la velocidad real del aire. Inmediatamente otra de las fuerzas, la de la resistencia del aire, se opone a la bomba en su caída, actuando contra las de gravedad y velocidad real del aire; esta resistencia prolonga el recorrido de la bomba y reduce su velocidad de avance. La bomba se rezaga, pues, con respecto al avión. El retardo así producido se define como la distancia medida sobre el terreno desde el punto del impacto a un punto situado al pie de la perpendicular del avión en el instante del impacto. El viento actúa también sobre la bomba durante su caída y afecta a su trayectoria. En realidad, puede definirse como la masa de aire que atraviesa el avión. No ejerce ningún efecto sobre la velocidad real del aparato y, por ende, no influye en el retardo. Los vientos de frente y de cola, sin embargo, afectan a la velocidad del avión con respecto a tierra. Por su parte, el viento de través plantea al observador el problema de la deriva.
Por tiempo efectivo de calda se entiende el transcurrido desde el momento de lanzamiento hasta el del impacto, factor que es indispensable conocer para resolver el problema del alcance o distancia al blanco. Éste depende principalmente de la altura, pero también se ve afectado por la velocidad real del aire y la balística de la bomba. Existen tablas de tiempo efectivo de caída calculadas sobre bases empíricas.
El bombardeo a gran altura se presenta generalmente, como una exigencia de las operaciones estratégicas aéreas, es decir, de las encaminadas a aniquilar la industria bélica o la moral de resistencia del enemigo. Los aparatos encargados de misiones de bombardeo estratégico han de realizar frecuentes incursiones profundas en el territorio enemigo, para lo que precisan volar a alturas cada vez mayores y bombardear desde techos cada vez más elevados. Entre los dispositivos inventados para conseguir precisión en bombardeos desde grandes alturas figura el visor de bombardeo, instrumento giroscòpico y óptico que correlaciona los diferentes factores que intervienen en la operación. Antes de iniciar una pasada de bombardeo, el observador dispone el visor de acuerdo con algunos de esos factores, como el retardo y el tiempo efectivo de caída. Por su parte, el giróscopo le proporciona una vertical de referencia. Cuando el avión se aproxima al punto del lanzamiento, la mira telescópica del visor permanece enfocada sobre el objetivo por medio de un motor de velocidad variable regulado por el observador. Si el motor de la mira telescópica tiende a reducir el ángulo de puntería de modo que el blanco se salga del hilo horizontal del retículo, el observador corrige la desviación. Al mismo tiempo acciona el botón de derivas del visor de modo que el rumbo de proa del avión compense la deriva y el hilo vertical del retículo se mantenga sobre el blanco. Al conseguirse el adecuado ángulo de lanzamiento por ajustes sucesivos del visor, las bombas caen automáticamente.
El visor óptico debe completarse con el radar y otros aparatos electrónicos, ya que en los ataques estratégicos interesa a menudo aprovechar la oscuridad o el mal tiempo; por otra parte, dada la gran velocidad del avión de bombardeo, la bomba ha de soltarse varios kilómetros antes de llegar a la altura del blanco. El bombardeo por radar constituye, en realidad, la regla más que la excepción. El sistema «K», basado en un complicado mecanismo electrónico norteamericano de cálculo y localización de objetivos, conjuga el mando automático con la puntería automática. Pesa varios centenares de kilogramos y consta de una mira óptica, una pantalla de radar y un control de navegación polar para vuelos sobre las regiones árticas. Un giroestabili-zador neutraliza los movimientos de cabeceo y balanceo del bombardero. En cierta fase de la pasada el visor indica el momento del lanzamiento, provoca la apertura automática del depósito de bombas y libera a éstas en el instante preciso. En el bombardeo atómico, el avión, aunque navegue a gran altura, ha de adoptar determinadas precauciones para evitar los efectos de la explosión. El problema de escapar sin peligro a esta clase de lanzamientos resulta aún más difícil para los aviones de caza, pues, al ser éstos incapaces de transportar el voluminoso equipo de radar utilizado por los bombarderos pesados, para obtener precisión han de aproximarse tanto al blanco que el peligro de verse ellos envueltos en los efectos de la explosión resulta muy real; para contrarrestarlo se han ideado varias tácticas especiales de bombardeo.
El bombardeo táctico se realiza corrientemente en el teatro de operaciones y va dirigido contra objetivos determinados como tropas, instalaciones, líneas de abastecimiento, etc., enemigas. Aunque adopta muy variadas formas, se efectúa en general a menores alturas que los bombardeos estratégicos.
Los bombardeos en picado y planeo, de ordinario a cargo de aviones de caza o bombarderos ligeros, difieren sólo en el ángulo de ataque. El avión desciende enfilado al blanco, suelta las bombas durante el descenso e inmediatamente recupera altura en ángulo más o menos cerrado. Varios tipos de miras ayudan al piloto a efectuar el lanzamiento con precisión e incluso sueltan automáticamente las bombas al alcanzar el avión el punto exacto de su planeo o picado.
Las bombas radiodirigidas encuentran uso limitado. Carecen de fuerza impulsora propia, ya que son lanzadas como bombas ordinarias, pero sus dispositivos electrónicos permiten al observador modificar su alcance y dirección durante la caída.
El bombardeo a baja altura puede llevarse a cabo en vuelo horizontal y utiliza diversos tipos de visores, incluido el óptico de los bombardeos a gran altura, así como varios dispositivos de radar. La altura de esta clase de bombardeos oscila entre los 300 y los 2400 m. A veces se emplean en ellos bombas provistas de paracaídas o espoletas de tiempos que permiten al avión ganar cierta distancia en beneficio de su seguridad. Las pasadas han de ser cortas, dado que los blancos se encuentran frecuentemente en movimiento (convoyes de camiones, trenes, etc.); por otra parte, el fuego antiaéreo de las armas automáticas puede resultar peligrosamente intenso a bajas altitudes. Es muy importante la exacta coordinación del equipo piloto-observador, ya que la mayoría de los bombarderos ligeros no van equipados con piloto automático. Esta clase de bombardeo se empleó en la II Guerra Mundial contra las instalaciones y líneas de abastecimiento enemigas y caracterizó las incursiones nocturnas de los bombardeos ligeros B-26 en la Guerra de Corea.
El bombardeo por radar permite el ataque táctico de noche o con mal tiempo. En él se utiliza el radar terrestre operado desde los centros de dirección táctica. Localizados los blancos enemigos en la pantalla de tales centros, los radaristas guían a los aviones hacia el blanco de manera similar a como los indicadores de aterrizaje dirigen a las aeronaves corrientes a un aterrizaje seguro. La precisión en el lanzamiento se obtiene mediante cálculos basados en la clase de carga de las bombas, las condiciones atmosféricas, la velocidad del avión y otros factores. Las pasadas se realizan según trayectorias preestablecidas, en el curso de las cuales la tripulación recibe instrucciones sobre el momento de abrir las puertas del depósito y lanzar las bombas. Este tipo de bombardeo se utiliza a menudo en operaciones de apoyo cercano, cuando se trata de atacar objetivos muy próximos a las posiciones propias. Además de dirigir con exactitud los bombardeos, los centros de radar proporcionan ayuda a los aviones de diferentes maneras: guían las incursiones de ataque y el vuelo de regreso, dan la posición a los aparatos extraviados y advierten a todos del acercamiento de la aviación enemiga.
El bombardeo shoran se basa en el uso de señales emitidas por los radiofaros shoran utilizados en la navegación aérea. En él precisa conocerse la localización exacta del objetivo. El bombardero recorre cierta distancia del sector que le señala un radiofaro hasta el punto de intersección con el sector de otro radiofaro, punto en que suelta las bombas. Para que la intersección de sectores se produzca exactamente en el lugar adecuado de lanzamiento se realizan en los radiofaros los oportunos ajustes de distancias al objetivo. El bombardeo shoran no es susceptible de aplicación estratégica, ya que las señales no pueden recibirse a más de 320 km de las estaciones terrestres. Dentro de este límite, sin embargo, pueden éstas dirigir a los aviones con error de sólo unos metros, lo que permite un bombardeo sumamente preciso. Véase Radiofaro.
Las tácticas de bombardeo se caracterizan por la flexibilidad inherente a las fuerzas aéreas. Los bombardeos estratégicos por aviones pesados o medios pueden ser misión de aviones aislados o pequeñas formaciones. El perfeccionamiento de las defensas y los efectos de las armas nucleares han dado al traste, sin embargo, con las densas formaciones de bombardeo en oleadas, constituidas a veces por un millar de unidades, que caracterizaron algunas operaciones anglo-norteamericanas en la II Guerra Mundial. La aproximación al objetivo se realiza a gran velocidad y altura y, a ser posible, aprovechando la oscuridad o el mal tiempo. Dada la rapidez y eficacia informativa del radar, una fuerza atacante ha de emplear fintas, aviones-pantalla y ataques de diversión. Todas las fuerzas comprometidas en el ataque recurren con frecuencia a la interferencia de ondas y otras contramedidas electrónicas destinadas a desorientar al radar y al control de interceptación enemigos. Los aviones de caza pueden aplicarse a bombardeos atómicos estratégicos mediante su repostamiento en vuelo sobre territorio enemigo o su instalación en aparatos nodriza, como el Ficon norteamericano, un B-36 equipado para transportar al caza F-84. En este caso, el avión de caza puede ser transportado durante una parte del trayecto sobre territorio enemigo, lanzado luego a gran velocidad contra el objetivo y recogido finalmente por el avión nodriza.
Los bombardeos tácticos se efectúan asimismo con aviones aislados o en pequeñas formaciones. En los ataques diurnos se utilizan como norma formaciones cerradas de bombarderos tácticos, en que figuran desde el avión medio al bombardero de caza. Estos últimos suelen alcanzar sus objetivos guiados por un avión de control táctico llamado «mosquito». De noche, los bombarderos atacan generalmente aislados. Las «oleadas de bombarderos» pueden ir precedidas de aviones exploradores que señalen los objetivos. El radar encuentra en este caso amplia aplicación, operado desde tierra o desde los mismos aviones. Comúnmente los objetivos fijos defendidos son atacados con la máxima concentración, es decir, con una sucesión ininterrumpida de aparatos a intervalos todo lo breves que permitan las circunstancias. Una táctica eficaz de ataque, tendente a saturar y confundir a los defensores, consiste en batir un objetivo con aviones individuales que, procedentes de bases alejadas cientos de kilómetros, atacan a intervalos de 60 s o aún menos, siguiendo múltiples trayectorias cruzadas y ligeramente separadas en vertical unas de otras. El avión intruso nocturno acecha en solitario sobre el cielo enemigo y ataca líneas de abastecimientos y blancos eventuales. Estos merodeadores disponen a veces de radar u otros dispositivos electrónicos para localizar objetivos difíciles; a veces reciben también la ayuda de bengalas. Al igual que los bombarderos de caza diurnos, pueden ametrallar los objetivos además de bombardearlos. Véase Aérea, Potencia; Aeronáutica; Atómica, Bomba; Bomba; Guerra aérea; Radiofaro.