Los calendarios antiguos de América son fascinantes representaciones del conocimiento astronómico de civilizaciones como los aztecas y los mayas.
El más conocido es el calendario azteca, esculpido en la famosa Piedra del Sol, que refleja una profunda comprensión del tiempo y los ciclos naturales.
Este calendario, con un año de 365 días dividido en 18 meses de 20 días, muestra la importancia de la astronomía en la vida religiosa y social de estas culturas.
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El primer calendario que se conoce en América es el de los antiguos aztecas mexicanos, que lo derivaron, a través de los toltecas, del calendario maya. Esculpido en roca, es conocido como la Piedra del Sol o Piedra del Calendario Azteca. Tiene 1 m de espesor y 3 1/2 m de longitud con un peso de 24 t. Grabado en 1479, las observaciones as
tronómicas en que se basa hubieron de iniciarse por el año 1000 a. de J.C. Este calendario, notable por los profundos conocimientos astronómicos que supone en sus creadores, así como por su exactitud y simetría, carecía de años bisiestos y se basaba en un año de 365 días dividido en 18 «meses» de 20 días cada uno, a los que se añadía al final del año un periodo adicional de 5 días.
Lo mismo que los mayas, se dedicaron los aztecas al estudio de la Astronomía como ciencia de carácter religioso, con el fin de establecer su complicado calendario. Aparte de éstos, los demás pueblos americanos tuvieron un calendario muy primitivo, cuya base se hallaba en los meses y años lunares, con algunas compensaciones entre los calendarios de los pieles rojas y los peruanos. En general, la observación de la época se hizo por la del florecimiento de las plantas, si bien hay muestras de observación de la altura del Sol entre los peruanos y araucanos y en los relojes de sol de los zuñís. Los californianos centrales poseían un calendario puramente lunar, sin tener en cuenta los solsticios, y dividían el año en dos y cuatro estaciones. Los del NO y S, por relación con otros pueblos, utilizaron uno o dos solsticios. Pero indudablemente los calendarios aztecas y maya superaron con mucho a los de los demás pueblos de la América indígena.
El calendario civil judío, establecido en su forma actual desde el año 359 d. de J.C., corresponde al tipo lunisolar, pero más complicado, y cuenta sus años desde el 3761 a. de J.C. Tiene años regulares de 354 días distribuidos en 12 meses de 29 y 30 días alternativamente, años defectuosos de 353 días y años perfectos o abundantes de 355 días. Sus años bisiestos, que se repiten siete veces durante un ciclo de 19 años, tienen 383, 384 o 385 días. Los 30 días que se añaden comprenden un día adicional en el mes de Adar y un decimotercer mes intercalar de 29 días.
El calendario musulmán se inicia con la hejira o huida de Mahoma de la Meca. Sus años son lunares y no guardan relación con las estaciones; 34 de estos años equivalen aproximadamente a 33 del calendario gregoriano. El año consta de 12 meses que tienen alternativamente 29 y 30 días. Para que el calendario sea exactamente lunar, un ciclo de 30 años mahometanos comprende 11 años bisiestos que constan de 355 días, con el último mes de 30 días, y 19 años de 354 días con un mes final de 29 días. En el calendario implantado por la Revolución Francesa en 1793, cuyo principio se señaló en el 22 de setiembre de 1792 y que estuvo en vigor hasta el 1 de enero de 1806, cada mes estaba dividido en tres décadas de 10 días y se añadían 5 días festivos (6 en los años bisiestos) al final del año, que constaba de 12 meses.