La careta antigás es un dispositivo diseñado para ofrecer protección frente a los efectos perjudiciales de gases y humos nocivos.
Su uso se popularizó durante la Primera Guerra Mundial, cuando los ejércitos aliados comenzaron a adoptar modelos que filtraban el aire inspirado, tras el lanzamiento de gases tóxicos por parte de los alemanes.
Con el tiempo, estas caretas evolucionaron, incorporando filtros de carbón vegetal y sistemas de ajuste para adaptarse mejor a la cara del usuario.
Aparato empleado para protegerse contra los efectos de los gases y humos nocivos. Las primeras caretas usadas en la guerra de que se tienen noticias fueron las adoptadas por los ejércitos aliados al poco tiempo de que los alemanes lanzasen sus gases de cloro sobre un frente de 6,5 km en Langemarck (22 abril 1915). Este primitivo modelo consistía simplemente en algodón empapado en sulfato de sodio o carbonato sódico y ajustado a la boca. Todas las tropas combatientes usaron luego en la misma guerra caretas en que se hacía pasar el aire inspirado a través de un filtro de carbón vegetal. La careta alemana de aquella época llevaba el filtro unido a un embozo hermético que se adaptaba perfectamente a la cara por medio de un atalaje. La careta inglesa llevaba el filtro en un morral, unido por un tubo de goma a la pieza facial. Esta última iba provista de una pinza para taponar la nariz e impedir la respiración por este conducto. En el modelo francés, el filtro iba unido directamente a la pieza facial; un dispositivo que enviaba hacia el exterior, a través de los oculares, el aire inspirado evitaba la formación de humedad en beneficio de la visión.
El Ejército norteamericano adoptó primero el modelo inglés, pero más tarde empleó una careta que, además de prescindir del dispositivo de boca y la pinza nasal, combinaba las mejores características del modelo inglés de filtro con la de la careta francesa tipo Tissot. En las caretas modernas el aire se filtra a través de una sustancia química muy activa. La pieza facial, de goma moldeada y forrada de tela elástica, se adapta a todos los tipos de cara.
En la II Guerra Mundial todos los soldados fueron equipados de su correspondiente careta, lo mismo que numerosos civiles de Jas naciones beligerantes, aunque ninguna de ellas hiciese uso del gas salvo en contadas ocasiones. Como dato demostrativo de la labor concienzuda llevada a cabo por Inglaterra en la defensa contra la guerra química, citaremos el encargo de su Gobierno, en agosto de 1939, de 1400000 caretas antigás infantiles diseñadas en forma de biberón. Las casas de modas idearon infinidad de portamáscaras de modelos diferentes a juego con la indumentaria de calle. Las caretas son prácticas en muchas coyunturas pacíficas: trabajos de minería, extinción de incendios, gripe, fiebre de heno y tantas más.