Son juegos de campanas cuyos tonos sintonizan armónicamente. Un carillón consiste en una serie de campanas afinadas en una escala cromática de tal forma que pueda tocarse música; se compone, por lo menos, de 25 campanas; un conjunto inferior se denomina generalmente «juego» de campanas. Los carillones tuvieron su origen en Bélgica y Holanda en el siglo xv o quizás antes. El arte de construirlos y tocarlos alcanzó un alto grado de desarrollo y se propagó a otros países. Los carillones se tocan a mano o mecánicamente. El ejecutante mueve a mano pedales y grandes registros dispuestos en forma semejante a los del órgano. A menudo los carillones están provistos de maquinaria automática que toca a intervalos fijos. A veces se instalan en torres llamadas campaniles. Entre los carillones más famosos construidos en Europa
figuran los de Mechlin, Brujas, Lovaina y Amberes (Bélgica), Rotterdam (Holanda) y Loughborough (Inglaterra); en España el de la Puerta del Sol y el más reciente del Palacio de Comunicaciones de Madrid. Los dos mayores del mundo se montaron en los Estados Unidos en 1930. Cada uno consta de 72 campanas; se instalaron en la iglesia Riverside de Nueva York y en la Capilla Rockefeller Memorial de la Universidad de Chicago. El edificio del Parlamento de Ottawa (Canadá) posee también un magnífico carillón.
Los juegos de campanas van generalmente conectados con aparatos de relojería para tocar automáticamente las horas, medias y cuartos y aparecen generalmente instalados en iglesias y edificios públicos. En ellos se tocan tonadas sencillas, que no pueden competir con las complicadas armonías de los carillones. Se han popularizado las sonerías electrónicas, especialmente en las iglesias. Producen sonidos semejantes a los de las campanas amplificados electrónicamente y difundidos por altavoces.