Carlos I, Rey de Inglaterra, fue un monarca que reinó entre 1600 y 1649.
Nacido en Dumferline, Escocia, era hijo de Jacobo VI de Escocia y Ana de Dinamarca.
Su ascenso al trono británico se vio marcado por su nombramiento como duque de York en 1605.
Su vida estuvo marcada por un viaje a España en 1623, donde buscó la mano de la infanta María, aunque sus intentos fracasaron.
Este periodo de su vida refleja las complejidades de su reinado y su búsqueda de alianzas políticas.
Biografía de Carlos I, Rey de Inglaterra
(1600-49). Rey de Inglaterra, nacido en Dumferline (Escocia), hijo segundo de Jacobo VI de Escocia, posteriormente I de Inglaterra, y de Ana de Dinamarca. Al subir su padre al trono británico (1603) trasladó a Inglaterra a su familia y con ella a Carlos, que en 1605 fue nombrado duque de York (v. Jacobo I). La muerte de su hermano Enrique, en 1612, hizo a Carlos heredero del trono.
Poco se sabe de la vida de Carlos con anterioridad al viaje que realizó a España (1623) con objeto de conseguir la mano de la infanta María. Sus deseos resultaron fallidos, en parte por las indiscreciones de su cortesano el duque de Buckingham, que demostró sobradamente su incompetencia como compañero y consejero del futuro monarca, (v. Buckingham, George Villiers, 1.er Duque de). En el viaje a Madrid pararon en las inmediaciones de París, donde Carlos se entretuvo en amorosos devaneos con Enriqueta María, hija de Enrique IV de Francia. Cuando Carlos viajando de incógnito, llegó a España, habíanle precedido rumores nada satisfactorios, pero no por ello menos ciertos, que, unidos a la disparidad religiosa y a su renuncia a abrazar la fe católica, dieron al traste con la proyectada boda. Poco después de subir al trono (1625), Carlos casó con Enriqueta María y casi inmediatamente ordenó que cesara la persecución de los católicos, pero volvió de su acuerdo un mes después. El matrimonio fue desgraciado, no sólo porque las condiciones en que se celebró la unión herían la susceptibilidad de los protestantes británicos, sino también a causa de la terquedad e ignorancia de la princesa francesa. Véase Enriqueta María.
Carlos, apenas proclamado rey de la Gran Bretaña e Irlanda, se vio envuelto en una serie de conflictos con el Parlamento, qiie culminarían en la guerra civil y en la ruina del monarca. Todo el conflicto estuvo centrado en el choque de la autoridad real con la parlamentaria por lo que se refería al gobierno del país, que en aquel momento no comprendía Escocia. Desde un principio Carlos tropezó con la actitud del Parlamento, más dispuesto a buscar complicaciones que a votar fondos. Disolvió rápidamente el Parlamento que él mismo había convocado y recurrió al empréstito para organizar una expedición militar contra España (1625), en la que experimentó un rotundo fracaso. Convocó un nuevo Parlamento con la esperanza de conseguir lo que el primero le negara, pero, a pesar de que expresó claramente sus intenciones de buscar consejo en otra parte si los parlamentarios resistían sus solicitudes, encontró la misma oposición que en el caso anterior y de nuevo hubo de proceder a la disolución del cuerpo legislativo. Cumplió su amenaza y obtuvo fondos valiéndose de préstamos, mercedes y otros procedimientos reputados anticonstitucionales. El fracaso de la expedición (1627-28) enviada en auxilio de los hugonotes de La Rochela obligó a Carlos a convocar
nuevo Parlamento (1628), pero, aunque obtuvo rápidamente el dinero que necesitaba, hubo de aceptar la «Petición de Derechos» (v. Petición de Derechos). Aunque el asesinato del funesto Buckingham (1628), que había dominado al rey, eliminó una de las causas de fricción, de nuevo chocaron el monarca y sus parlamentarios. Por tercera vez decidió Carlos disolver el Parlamento y prescindir de él. Reinó sin su ayuda durante 11 años con el apoyo del inteligente Thomas Wentworth, a quien concedió el título de Conde de Strafford, y del obispo William Laúd, prelado culto y piadoso pero cuyo celo le llevó a manifestarse más tarde indiscreto e intolerable. El Rey pudo llevar adelante varios proyectos para obtener fondos sin recurrir al Parlamento.
Por último, al intentar imponer el episcopalismo de Laúd en Escocia (1638), indujo a sus súbditos escoceses a levantarse en rebeldía. Carlos invadió Escocia, pero tan ineficaz era su ejército que hubo de aceptar el Tratado de Berwick (1639), sin haber librado una sola batalla. Tan exhausto estaba el Tesoro que el monarca se vio obligado a convocar el Parlamento por primera vez en 11 años. Éste fue el llamado «Parlamento Corto», porque el Rey lo disolvió en un tiempo record, pero en 1640 los escoceses se alzaron de nuevo y la incompetencia del ejército real demostró a Carlos que no podía gobernar sin ayuda; convocó al famoso «Parlamento Largo» (v. Parlamento largo), que hubo de encargarse de la dirección de la guerra y que pronto planteó la grave alternativa: o el rey o las libertades parlamentarias.
A instancia de su esposa, Carlos intentó arrestar a algunos destacados parlamentarios en enero de 1642, pero sólo consiguió precipitar al país en la guerra civil. La batalla de Marston Moor (1644), marcó el principio del fin. La derrota de Naseby (14 junio 1645) dio al traste con la causa realista. Durante la guerra los moderados fueron cediendo paso a los independientes de Cromwell, pero acaso el Rey hubiera podido salvar la vida si no se hubiera aventurado a negociar con Francia, Escocia e Irlanda (v. Puritanismo). Aunque estuvo prisionero del Parlamento desde 1647 hasta su muerte, trató de negociar un tratado secreto con Escocia, intento que dio lugar a la reunión del «Parlamento de la Rabadilla», dominado por el Partido Independiente, que ordenó su juicio y ejecución. El 30 de enero de 1649 subió al patíbulo con toda calma y dignidad. Véase Inglaterra, Historia, Guerra civil; Regicidas.