La castidad en la Iglesia Católica es entendida como un deber moral fundamental, cuya transgresión se considera una ofensa a Dios.
La castidad perfecta, que implica la virginidad perpetua consagrada a Dios, se alinea con las enseñanzas de Jesucristo y San Pablo, y fue reafirmada en el Concilio de Trento como un ideal superior al matrimonio.
Todos los que se dedican al servicio divino están llamados a vivir en esta castidad, aunque el Papa puede dispensar esta obligación en casos excepcionales.
castidad y la Iglesia Católica (historia)
La Iglesia Católica considera la castidad como un deber moral, cuya violación constituye una ofensa contra Dios. La castidad perfecta, es decir, la virginidad perpetua consagrada a Dios (por uno u otro sexo), está de acuerdo con las recomendaciones de Jesucristo (Mt. 19:11-12) y de San Pablo (1 Cor. 7:32-33) y es verdad de fe definida por la Iglesia en el Concilio de Trento que constituye una manera de vivir más perfecta que el matrimonio. Todos los individuos consagrados al servicio divino, ya pertenezcan a órdenes religiosas o al clero secular, vienen obligados a una vida de perfecta castidad. Esta obligación, como de origen eclesiástico, puede ser levantada por el Papa, cosa que, en realidad, raramente sucede.