Catalina II, conocida como La Grande, fue una destacada zarina de Rusia nacida en 1729 en Stettin.
En 1744, llegó a Rusia para casarse con el futuro Pedro III, un matrimonio que no fue bien recibido por el pueblo.
Sin embargo, Catalina logró conquistar a la clase media y al clero gracias a su amor por Rusia, aprendiendo rápidamente el idioma y adoptando la fe ortodoxa.
Tras la muerte de Pedro en 1762, Catalina ascendió al trono, marcando el inicio de su influyente reinado.
Biografía de Catalina II, Llamada La Grande
(1729-96). Zarina de Rusia, nacida en Stettin, hija del comandante militar de la plaza.
A instigación, en parte, de Federico II fue enviada a Rusia en 1744 para contraer matrimonio con el presunto heredero del trono, el futuro Pedro III. Los rusos detestaban a Pedro; ella, por el contrario, supo ganarse en poco tiempo a la clase media y al clero con su evidente amor por Rusia, que demostró en la prontitud con que aprendió su lengua y en su renuncia al luteranismo por el credo ortodoxo. Pedro y Catalina contraían matrimonio en 1745; nueve años después nacía su primer hijo, Pablo, pero es dudoso que Pedro fuera su verdadero padre (v. Pablo I). A los seis meses de subir Pedro al poder (enero 1762) fue destronado y asesinado en el castillo de Ropsch por unos conspiradores capitaneados por el amante de Catalina, Gregorio Orlov, de suerte que ésta pudo ocupar el trono ruso a los 33 años.
Aunque Orlov la instaba a emancipar a los siervos, Catalina dependía considerablemente de la nobleza, que se oponía decididamente a tal cambio, por lo que casi todas las reformas que realizó en la vida rusa beneficiaron a la clase media a expensas de los campesinos.
Por otra parte, muchas de tales reformas quedaron en nada, como ocurrió con la redacción del nuevo código legal, que nunca fue terminado, o con los planes para la divulgación de la enseñanza primaria, apenas puestos en práctica, por falta de dinero.
En 1775 dividió el país en 51 provincias o «gobiernos», subdivididos en «círculos».
Diez años después, promulgó la carta en que garantizaba a los nobles completa propiedad de sus tierras, autoridad absoluta sobre los campesinos y exención tributaria. Su reinado ha sido calificado con acierto de «edad de oro de la burguesía», pero la población campesina siguió sumida en un estado de amargo descontento e inquietud. Catalina fomentó los negocios, abrió bancos e introdujo el papel moneda. Su mayor acierto en el campo agrícola fue la introducción de la patata. Protectora entusiasta de las letras, mantuvo correspondencia con Voltaire, Diderot y otros enciclopedistas y es considerada excelente representante del «despotismo ilustrado». Su entusiasmo por las ideas «liberales» decayó al verlas puestas en práctica durante la Revolución Francesa, en lo que trataba de intervenir cuando le sobrevino la muerte.
En sus relaciones exteriores continuó la política imperialista de Pedro I el Grande. En 1763 estableció el protectorado ruso sobre Polonia, en cuyo trono sentó a uno de sus amantes, Estanislao II. Extendió considerablemente las fronteras de Rusia en las sucesivas particiones de Polonia (1772, 1793, 1795) y en dos guerras con Turquía (1768-74, 1787-92), en la segunda de las cuales confirmó la anexión de Crimea, verificada en 1783. Comenzó la colonización de Alaska. Aunque utilizó con acierto a amantes como Gregory Potemkin en su política exterior e interior, su tendencia a nutrir de admiradores los altos cargos militares redujo la eficacia del ejército ruso hasta el punto de que toda la enorme potencialidad bélica del país apenas si fue capaz de resistir el ataque sueco.