Las catedrales de Latinoamérica son un reflejo de la rica historia y la fusión cultural que caracteriza a la región.
Influenciadas por los estilos renacentista y barroco, estas edificaciones adoptaron un estilo colonial único, donde la severidad del renacimiento se entrelaza con la exuberancia ornamental del arte precolombiano.
Durante el siglo XVII, la construcción de catedrales alcanzó su apogeo, superando incluso la ferviente actividad de la Europa medieval.
catedrales de latinoamérica (historia)
Las catedrales de los países iberoamericanos acusan la influencia predominante de dos estilos, el renacentista y el barroco, que, al naturalizarse en el Nuevo Mundo, adoptaron características propias que permiten hablar de un nuevo estilo: el colonial. Impera primero, bajo la dirección de arquitectos españoles, la severidad renacentista, mas luego influencias ancestrales del arte precolombiano y la predilección indígena por la exuberancia ornamental deciden el triunfo del barroco. En efecto, cuando éste se extingue en la madre patria asfixiado en el delirio churrigueresco, encuentra aquí magníficas posibilidades y desarrolla modalidades que no alcanzara en el Viejo Mundo.
La fiebre constructiva supera en intensidad y premura a la que impulsó la erección de catedrales en la Europa medieval. El siglo xvii contempla la terminación de la mayoría de las catedrales que se iniciaron en el siglo precedente. La primera en construirse fue la de Santo Domingo, gótica en su interior y plateresca en su fachada; púsole la primera piedra, en 1521, el obispo Geraldini.
Sigue en orden cronológico la monumental de México, fundada por voluntad del emperador Carlos y bula pontificia de Clemente VII (9 setiembre 1530). Erigida sobre un teocali azteca, tiene forma de cruz latina y apoya su maciza estructura sobre bloques de hormigón y estacas buscando para sus cimientos una solidez que le negaba el inseguro suelo, por lo que puede decirse que este edificio, uno de los más imponentes del mundo, es una catedral flotante. Aunque no se terminó enteramente hasta la Guerra de Independencia (1815), fue declarada metropolitana por Paulo III en 1547. A la sombra de sus airosas torres se levantó en 1749 el famoso Sagrario, al que imprimió su personalísimo estilo Lorenzo Rodríguez.
México constituyó uno de los principales núcleos de la arquitectura catedralicia en la época virreinal. Reuniendo como características principales la cúpula de media naranja sobre tambor octogonal, el arco mixtilíneo y torres tan altas como esbeltas, siguen pronto a la catedral metropolitana las bellísinias de Puebla (1539-1641), Morelia, Guadalajara, Mérida, Oaxaca, Zacatecas, Durango, Saltillo y otras.
El segundo gran núcleo es Perú. La catedral de Lima, consagrada en 1625 tras casi un siglo de trabajos, tomó por modelo la de Sevilla; destruida por un terremoto en 1766, fue luego reconstruida sobre cinco naves; en una de sus capillas guarda el sepulcro de Pizarra. Más antigua aún es la de Cuzco, primera de las catedrales peruanas, famosa por su riqueza; la de Arequipa, construida inicialmente sobre estilo colonial, fue arrasada por un incendio en 1844 y reedificada luego según patrones clásicos.
En Centroamérica, donde la amenaza de los terremotos impone el edificio bajo de gruesos muros y anchas torres, sobresale la de Guatemala, que, a pesar de su maciza construcción, sufrió graves daños en el seísmo de 1912. La catedral de León (Nicaragua), acabada en 1779, guarda los restos del poeta nacional, Rubén Darío. En Cuba, cuyas estructuras religiosas más representativas son la iglesia de Guanabacoa y la antigua iglesia de los jesuítas de La Habana (siglos xvii y xviii), hoy catedral, a cuyo alrededor se apiña la ciudad vieja, predomina una reminiscencia del estilo mudéjar.
El mudejarismo, matizado con rasgos coloniales, apunta también en Colombia y Venezuela (Tunja y Santa Fe de Bogotá, erigida en 1572), así como en Ecuador (San Agustín, La Merced), donde los jesuítas introducen la cúpula y las portadas de columnas salomónicas (iglesia de la Compañía en Quito, con bellísimo artesonado de sabor colonial). Argentina luce con orgullo sus catedrales de Córdoba, que desde la plaza de San Martín domina altiva la ciudad, y Buenos Aires, de imponentes dimensiones, que, construida en estilo neoclásico francés, contiene la tumba del liberador San Martín. La catedral de Santiago de Chile, reconstruida en el siglo xviii, de estilo renacentista italiano, posee un maravilloso altar de plata de la misma época.
