La ceguera es la pérdida total o parcial de la visión, y puede ser causada por diversas alteraciones en las estructuras oculares.
La luz debe atravesar la córnea, pasar por cámaras llenas de líquido y formar una imagen en la retina, donde terminaciones nerviosas envían impulsos al cerebro para su interpretación.
Las causas de ceguera pueden ser congénitas o resultar de infecciones y traumatismos, afectando el grado de visión y la calidad de vida.
causas y tipos de ceguera (enfermedad)
Al depender la visión de un gran número de estructuras, cualquier alteración en una de ellas producirá una pérdida de visión más o menos grave. Los rayos luminosos han de atravesar la córnea, o membrana discoidal transparente situada delante de la pupila y el iris, y, pasando por tres cámaras oculares llenas de líquido transparente, formar la imagen en la retina o capa interna del ojo (v. Ojo, Visión). La membrana retiniana contiene una serie de terminaciones nerviosas que, al ser estimuladas, transmiten sus impulsos nerviosos a través del nervio óptico hasta el cerebro, donde tales impulsos reciben la interpretación adecuada. Para que la visión sea perfecta han de sucederse todas las fases de este proceso y funcionar satisfactoriamente todas las estructuras que en él intervienen. Algunos tipos de ceguera se deben a alteraciones con-génitas, pero en su mayor parte provienen de infecciones o traumatismos sufridos después del nacimiento. El grado de ceguera y la posibilidad de corregirla dependen de la índole del trastorno. Si el proceso patológico ha destruido la retina, el nervio óptico o la zona cerebral responsable del sentido de la vista, la ceguera del ojo afectado es fatal e irreparable. Si la lesión es parcial o afecta a otras estructuras no imprescindibles, el trastorno será —al menos parcialmente— corregible.
Defectos de refracción.
Los trastornos comunes susceptibles de corrección con el empleo de lentes reciben el nombre de defectos de refracción. Se trata de malformaciones de los glóbulos oculares e irregularidades de las superficies curvas transparentes del ojo, como la Hipermetropía, la Miopía y el Astigmatismo. La miopía es mucho más perjudicial para la visión que la hipermetropía, pues impide al ojo ajustar su forma para superar el defecto y, por añadidura, suele ir agravándose progresivamente hasta degenerar en trastorno irreparable. El astigmatismo recibe considerable alivio con el uso permanente de lentes, pero, si se descuida, puede dañar la visión seriamente y producir efectos peligrosos en todo el sistema ocular. El Estrabismo, que a menudo se corrige por medio de lentes, requiere a veces la intervención quirúrgica; tratado precozmente, no constituye un grave problema, pero, si se abandona, puede conducir a la pérdida de visión del ojo afectado.
Opacidades.
Constituyen otro grupo de trastornos visuales, caracterizados por la pérdida de trasparencia de las estructuras que ha de atravesar la luz para llegar a impresionar la retina. Según sea la intensidad de la opacidad, se producirá visión borrosa o ceguera total. El proceso puede afectar a la córnea, el cristalino o las cámaras internas del ojo. El diagnóstico y tratamiento precoces pueden evitar, y a menudo impedir, la pérdida de visión en tales casos. Una terapéutica adecuada puede a veces devolver al enfermo la visión perdida. Si la opacidad afecta sólo a la córnea, puede sustituirse ésta por la de un ojo sano (transplante de córnea). La ceguera producida por la opacidad del cristalino (catarata) puede curarse con la extirpación del cristalino enfermo y el uso de lentes apropiadas. Recientemente se ha llegado a sustituir el cristalino extirpado por otro de plástico, que evita la necesidad de usar gruesos cristales. Las opacidades del humor vitreo pueden resolverse también en algunos casos con tratamientos adecuados.
Afecciones oculares menos frecuentes.
Además de los defectos de refracción y las opacidades existen otras afecciones capaces de producir ceguera. El nervio óptico puede atrofiarse a consecuencia de algún tumor cerebral, por intoxicación alcohólica, nicotínica o de otro tipo o a causa de enfermedades sistemáticas como la tuberculosis o la sífilis. A menos que se actúe precozmente sobre el agente productor de la atrofia óptica, la pérdida de visión será total y definitiva.
Conjuntivitis.
Existen diferentes formas de conjuntivitis o inflamación de la conjuntiva. El tracoma, grave enfermedad infecciosa que da lugar a un engrosamiento de la conjuntiva que cubre la porción externa del globo ocular y tapiza los párpados, conduce a lesiones corneales. La infección de la conjuntiva en el momento del nacimiento da lugar a la llamada oftalmía purulenta del recién nacido que, hasta hace muy pocos años, fue causa de gran número de cegueras. Aunque esta oftalmía neonatorum, en sus casos más graves obedece a la infección gonocócica, puede reconocer como causa la infección por otro tipo de gérmenes existentes en las estructuras genitales maternas. La enfermedad puede prevenirse utilizando soluciones antisépticas oculares, como las de nitrato de plata, aplicadas en el momento del nacimiento; hoy se emplean también colirios antisépticos y antibióticos de tal eficacia que en los medios sociales en que se observan la higiene y el cuidado del parto ha desaparecido totalmente este tipo de oftalmía.
Glaucoma.
Esta afección, causa de numerosas cegueras en la edad adulta, consiste en un aumento de la presión intraocular, que, de no tratarse a tiempo, destruye los tejidos imprescindibles para la visión. Las lesiones de la retina pueden asumir diversas formas: ruptura de los vasos retinianos como consecuencia de una hipertensión arterial; cambios en la retina por culpa de miopías, diabetes y enfermedades renales no tratadas ni corregidas; desprendimiento de la retina a consecuencia de un proceso inflamatorio o hipertensivo. De no tratarse con rapidez los procesos causales, las afecciones de retina pueden conducir a la pérdida definitiva de la visión.
Iritis.
La inflamación del iris y sus músculos adyacentes puede provocar también la pérdida de visión. La iritis puede provenir de un traumatismo (iritis traumática) o una infección que, localizada inicialmente en cualquier lugar del organismo, afecte secundariamente al iris; tal ocurre en los casos de infecciones focales de los dientes o las amígdalas. Si no se ataja rápidamente el proceso, puede llegar a afectar a ambos ojos.
Oftalmía simpática.
Se trata de una de las enfermedades más peligrosas y destructoras de los ojos. La causa desencadenante suele ser una herida perforante en un ojo que produce una reacción en el otro «por simpatía». Sin apenas síntomas previos, el ojo no lesionado sufre una inflamación aguda y el proceso puede progresar con rapidez hacia la pérdida de visión. Por lo general, el fenómeno se inicia entre uno y dos meses después de producida la lesión original, aunque a veces pueden mediar años. La afección es tan grave que, ante la sospecha de una reacción de este tipo, pudiera resultar oportuno la enucleación del ojo lesionado para evitar la respuesta simpática y, con ella, la pérdida de visión en ambos ojos.
Histeria.
Entre los trastornos visuales producidos por la histeria figuran como más frecuentes las reducciones irregulares del campo de visión. La ceguera o amaurosis histérica sé presenta de ordinario en un ojo. y raramente en ambos. En ella no se aprecia ninguna lesión orgánica. El paciente, a pesar de no ver, evita el choque con los obstáculos. Las pupilas, por otra parte, reaccionan bien a la luz. Este tipo de ceguera suele comenzar bruscamente, por lo común a raíz de un ligero traumatismo o de un shock emocional, y puede durar desde unas pocas horas hasta varios días; la visión se recupera tan súbitamente como se había perdido. La terapéutica que se ha de seguir en estos casos será eminentemente psiquiátrica.
Ceguera nocturna.
En este proceso, llamado también hemeralopia, es normal la visión a la luz diurna o artificial, pero muy precaria en la oscuridad. Parece que en muchos casos se trata de un defecto congènito. Hay pruebas de que una grave hipovitaminosis A puede provocar este tipo de ceguera, pero se desconoce el papel de la vitamina A en la visión normal. Los bastones de la retina, que al parecer intervienen en el proceso de la visión nocturna, contienen una sustancia, denominada púrpura visual, que se decolora en presencia de la luz y recupera lentamente en la oscuridad su color purpúreo. Algunos hechos experimentales tienden a presentar los cambios químicos que se producen cuando los rayos luminosos inciden sobre la púrpura visual como iniciadores de los impulsos nerviosos productores de la visión nocturna. La agudeza visual en la oscuridad depende, pues, aparentemente de esta reacción, por lo que no es ilógico relacionar la pérdida de visión nocturna con algún defecto o deficiencia de los bastones retinianos.
Accidentes.
A pesar de que las medidas de protección ocular recientemente adoptadas han reducido considerablemente las lesiones profesionales del aparato de la visión, todavía existen muchos casos de ceguera por traumatismo ocular. Las gafas protectoras mitigan la acción nociva del calor y el resplandor y evitan la entrada en el ojo de partículas dispersas en la atmósfera y el contacto de los gases venenosos con la conjuntiva. La adecuada iluminación reduce la tensión del esfuerzo ocular. En la manipulación de sustancias tóxicas, como el alcohol metílico, el plomo y el arsénico, se adoptan asimismo las debidas precauciones. Toda lesión ocular requiere atención médica inmediata.