La caza menor se refiere a la práctica de cazar animales de pequeño tamaño, como liebres, conejos y otras especies similares.
Esta actividad, que puede realizarse con fines recreativos o de subsistencia, se distingue de la caza mayor, que involucra animales más grandes.
La caza menor es una tradición en muchas culturas y está sujeta a regulaciones para asegurar la conservación de las especies y el equilibrio ecológico.
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La caza menor constituye, después de la pesca, el más popular deporte al aire libre. No puede estimarse con exactitud el número exacto de personas que la practican, dado que son muchos los habitantes de zonas apartadas, como granjeros y leñadores, que, sin la debida licencia, se entregan a ella por puro recreo o bien por la carne de la pieza. El número de licencias de caza expedidas en los últimos años, sin embargo, ha experimentado notable aumento. La caza menor constituye no sólo un popular deporte, sino también un magnífico negocio y no precisamente para los cazadores. En efecto, son fantásticas las cifras que los cazadores de todo el mundo invierten en escopetas, munición, equipo, perros y desplazamientos. De creer a las estadísticas, es muy posible que la pieza capturada le resulte más cara al cazador que si la hubiera adquirido en el mercado. La actividad cinegética más cultivada parece ser la caza del conejo y, en menor grado, de la codorniz, perdiz, faisán, paloma, pichón, etc. La caza menor suele efectuarse a pie y con el auxilio de un perro (sabueso, cobrador, perdiguero), que advierte la presencia de la pieza, la rastrea, la levanta y, finalmente, la cobra al caer herida o muerta por el cazador. La modalidad llamada caza a la espera o al aguarde suele tener por escenario las orillas fangosas de los ríos, lagunas y lagos, donde las aves, especialmente los patos, se presentan en busca de alimento o durante sus migraciones. Allí, el cazador, agazapado u oculto entre las cañas y el follaje, espera a la pieza; otras veces se sirve de un señuelo o bien imita el canto del ave (reclamo) para atraerla. En la caza al ojeo, el cazador o cazadores, apostados estratégicamente, disparan sobre los animales que pasan frente a ellos al ser levantados y acosados por perros u ojeadores. En la de a mano, el sabueso olfatea el rastro de la pieza y conduce al cazador hasta ella.