Frédéric François Chopin (1810-1849) fue un genial pianista y compositor polaco, reconocido por sus obras para piano.
Nació cerca de Varsovia en una familia multicultural, con un padre francés y una madre polaca, quienes le brindaron una educación excepcional.
Desde niño, mostró un talento precoz, improvisando y creando música.
Su formación musical comenzó bajo la tutela de Adalbert Zywny y continuó en el Conservatorio de Varsovia, donde se dedicó plenamente a su pasión por la música.
Biografía de Chopin, Frédéric François
(1810-49). Genial pianista y compositor polaco de obras para piano. Nació cerca de Varsovia. Su padre, francés, que trabajaba en Polonia como preceptor, y su madre, polaca, diéronle una esmerada educación por ser el único varón de sus cuatro hijos.
Recibió sus primeras lecciones de Adalbert Zywny, pianista, violinista y compositor bohemio; pero se diría que apenas las necesitaba, ya que, cual «segundo Mozart», era precoz en todo. Siendo todavía niño, improvisaba constantemente. Se publicaron algunas de sus composiciones juveniles incluso una corta «Polonesa en Sol Menor» (1817). A la edad de 8 años tocó en público un concierto de piano de Adalbert Gyrowetz. A los 12 ingresó en el Liceo de Varsovia para realizar estudios generales, mientras continuaba estudiando armonía y contrapunto con el director del Conservatorio de Varsovia, Joseph Elsner. En 1827 dejó el Liceo y se matriculó en el Conservatorio para dedicar todos sus esfuerzos a la música. Al percatarse finalmente Elsner de que el talento del joven era de clase tan excepcional que no podía encerrarse en los límites normales, permitió a su discípulo qué desarrollara su genio en completa libertad. En 1828 el joven artista se trasladó a Berlín, donde oyó por primera vez elevadas óperas y pudo admirar a algunas personalidades destacadas de la música, entre ellas Felix Mendelssohn. El verano de 1829, después de graduarse brillantemente en el Conservatorio, dio su primer recital en Viena, tocando su «Concierto en Fa Menor» y su «Fantasía sobre aires polacos».
En 1830 inició una gran gira por las principales ciudades europeas, con París como meta. Había compuesto ya numerosos estudios, nocturnos, mazurcas, valses y la «Polonesa en Mi Bemol» para piano y orquesta, algunas de cuyas piezas dio a conocer en la jira sin lograr un éxito económico. Por otra parte su editor, preocupado por el gusto popular, sólo accedió a editar los valses. París, sin embargo, le tributó una acogida entusiasta. Los liberales franceses estaban indignados por la reciente conquista rusa de Varsovia, lo que deparó al joven músico un momento propicio psicológicamente para presentarse en Francia. Las figuras más sobresalientes de la música sintiéronse inmediatamente atraídas por el artista polaco; pero estaban contados sus días como virtuoso del piano, por ser cada vez más firme su resolución de «crear una nueva época en el arte» como compositor. En París le favorecieron con su amistad Liszt, Bellini, Schumann y Berlioz, aunque es dudoso que ninguno de ellos ejerciera una influencia apreciable sobre él, ya que antes de llegar a París había creado un estilo propio. Como compositor e intérprete sus únicos guías reales fueron su ídolo Johann Sebastian Bach, Cherubini, Paganini, varios compositores de su país natal y los ritmos y armonías de la música popular polaca. A la sazón ocupaba ya un lugar en el mundo musical por derecho propio.
Su vida personal vióse perturbada por una sed de enredos amorosos y el fantasma de la tuberculosis, enfermedad que habría de ocasionarle la muerte. Tuvo su más notable idilio amoroso con la escritora francesa
George Sand, a la que fue presentado en 1837 por Franz Liszt. En 1838, los enamorados se trasladaron a la isla de Mallorca (España) con la esperanza de encontrar remedio a la deficiente salud del compositor. Su vida en la isla transcurrió placentera y provocó una mejoría aparente de su salud, hasta que una racha de humedades vino a empeorar su estado. Sin embargo, durante los pocos meses pasados en Mallorca, Ghopin compuso algunas de sus obras más exquisitas: completó los «Preludios, Opus 28», y comenzó la «Balada en Fa Mayor, Opus 38», «Polonesa en Do Menor, Opus 40, n.° 2», y el «Scherzo en Do Sostenido Menor, Opus 39». Después de una convivencia que duró unos diez años, se separó de Sand a causa de una serie de violentas desavenencias que hicieron imposible la vida en común. El mismo año se publicaba su última obra, la «Sonata para violonchelo y piano en Sol Menor».
En 1848 se trasladó de Francia a Inglaterra para escapar a los desórdenes revolucionarios. Sus recitales en Inglaterra fueron interrumpidos por graves ataques de su enfermedad. Al terminar su jira, regresó a París, donde murió el 17 de octubre de 1849.
Como compositor, enriqueció la literatura pianística con un espíritu ardiente y puro y una originalidad comparable a la de cualquier gran compositor. Las melodías de su música son líricas y amplias, la contextura rítmica, muy acentuada, pero llena de la delicadeza inherente a las danzas populares de las que procedían muchos de sus motivos y armonías. Los problemas técnicos de sus estudios son algo más que mera exposición de dificultades mecánicas y se convierten, en manos de buenos intérpretes, en obras de mérito artístico. Como ejecutante al piano, no confiaba en los artificios del virtuosismo. Se dice que un incesante bajo rítmico acompañaba a sus rubatos melódicos. Según sus contemporáneos, el tono de Chopin era puro y cantábile sin esa cualidad forzada que tan a menudo se advierte en la interpretación de posteriores intérpretes de su música. Para el escritor francés André Gide los tempi de Chopin nunca excedían de la medida necesaria para la expresión más artística de las cualidades musicales de una pieza. Como ejecutante era quien mejor interpretaba sus propias composiciones, de lo que cabe deducir que su manera de tocar era, en gran parte, un medio de expresar su genio de compositor.
Aunque enseñaba el piano para subvenir a sus necesidades, practicaba este menester con la mayor liberalidad. Los principales objetivos de su enseñanza eran la flexibilidad de muñeca y pulsación, la pureza técnica y el dominio del fraseo. Entre las más notables de sus innovaciones técnicas figura su sistema de digitación, que si bien horrorizaba a sus contemporáneos apegados a la tradición, fue aceptado rápidamente por los pianistas del siglo xx.
Elsner, su antiguo profesor, había tenido la esperanza de que compusiera una «ópera nacional polaca». Tal esperanza se vio frustrada, pero no por ello cabe formular reproches al artista. Ahora bien, sus mágicos dedos dieron expresión a muchas visiones geniales, y el sueño de Elsner comparado con ellas carecía de importancia.