Cosme Damián Churruca Elorza fue un destacado marino, matemático y cartógrafo español, nacido en Motrico, Guipúzcoa, el 27 de septiembre de 1761.
Ingresó a la Academia Naval de El Ferrol a los 15 años y rápidamente ascendió en su carrera.
Participó valientemente en el bloqueo de Gibraltar y, tras la paz con Inglaterra, se dedicó a la cartografía, destacándose en la expedición al Estrecho de Magallanes.
Su legado perdura en la historia naval y científica de España.
Biografía de Churruca Elorza, Cosme Damián
(1761-1805). Marino, matemático y cartógrafo español, nacido en Motrico (Guipúzcoa) el 27 de setiembre.
A los 15 años de edad ingresó en la Academia Naval de El Ferrol y poco después obtenía el despacho de alférez de fragata y pasaba a prestar servicio al navio San Vicente. Cuando Carlos III decidió convertir en sitio el bloqueo de Gibraltar, Churruca intervino en las operaciones a bordo de la fragata Santa Bárbara (1781-82) y aquí comenzó a dar pruebas de su denodado arrojo al acudir con una pequeña embarcación en socorro de las tripulaciones de las baterías flotantes inventadas por D’Arzón, que habían sido incendiadas por las balas rojas de la plaza.
Firmada la paz con Inglaterra (1783), Churruca se dedicó a estudios cartográficos y en 1788 formó parte de la expedición de Antonio Córdoba, que debía levantar planos y estudiar las corrientes y mareas del Estrecho de Magallanes. A pesar del sinnúmero de dificultades con que tropezaron los expedicionarios, Churruca obtuvo tan excelentes resultados —puestos de manifiesto en su Diario—que en 1792 fue colocado al frente de una nueva expedición, compuesta por los barcos Descubridor y Vigilante, encargada de trazar un atlas marítimo de América Central. Cartografió las Antillas y, a su regreso a España, residió por algún tiempo en París para perfeccionarse. Allí trabó conocimiento con Napoleón, por aquel entonces primer cónsul.
La Paz de Basilea (1795) y el Tratado de San Ildefonso (1796), implicaban la reanudación de las hostilidades con Inglaterra; Churruca, de regreso a España, tomó el mando del navio San Juan Ñepomuceno. Por entonces era ya, a pesar de su juventud, uno de los oficiales más populares entre la marinería, experto en las cosas de mar, notable matemático y astrónomo, dotado de un temple indomable que contrastaba curiosamente con su aspecto delicado.
La Paz de Amiens (1802) marcó una tregua en la pugna francoinglesa, pero por poco tiempo; Pitt, deseoso de ver hasta qué punto resultaba neutral España, provocó una serie de agresiones que obligaron a Godoy a colocarse abiertamente al lado de Napoleón. El San Juan Nepomuceno formaba parte a la sazón de la escuadra española fondeada en Cádiz; Churruca se hallaba bajo el mando directo del Duque de Gravina y del teniente general don Ignacio Álava y tenía por compañeros a los ilustres marinos Escaño, Hidalgo de Cisneros y Galiano. En 1805 la escuadra francesa de Villeneuve se unió a la española de Gravina para enfrentarse a los ingleses a la altura de Finisterre; la acción no tuvo resultados positivos para ningún bando debido a la indecisión del almirante francés, que optó por retirarse a Cádiz. Sitiada la escuadra hispano-francesa por Nelson, Villeneuve decidió enfrentarse a los ingleses, parece ser que contra el consejo de sus capitanes. Aunque Churruca temía que la acción acabara en desastre, no por ello actuó con menos decisión, como lo prueban las palabras que escribió poco antes de la salida: «Si oís decir que mi navío ha sido apresado dadme por muerto» o las que empleó para arengar a sus hombres: «En nombre del Dios de los ejércitos yo prometo dicha eterna al que muera cumpliendo con su deber». Enfrentadas las escuadras enemigas en aguas de Trafalgar, pronto se advirtió la superioridad de los ingleses que lograron romper la línea hispanofrancesa. Churruca hizo justicia a su fama: se batió desesperadamente manteniendo a su San Juan contra seis barcos ingleses y, cuando una bala de cañón le arrebató la pierna, aún tuvo fuerzas para ordenar a sus hombres que continuaran el fuego y a sus oficiales que clavaran la bandera al palo mayor a fin de evitar que se arriara en señal de rendición. Poco después, aquel mismo 21 de octubre, fallecía el prototipo de los marinos españoles.