El término cisma religioso se refiere a la escisión dentro de una comunidad de fe, que puede ocurrir con o sin la presencia de herejía.
En la historia del Cristianismo, han ocurrido importantes cismas, como el Cisma de Oriente en 1054, que dio origen a la Iglesia Ortodoxa Griega, y el Gran Cisma de Occidente (1378-1417), que generó confusión entre los fieles debido a la existencia de múltiples Pontífices.
Estos eventos han marcado profundamente la unidad eclesiástica.
En religión, escisión de la unidad eclesiástica, acompañada o no de herejía. En el Cristianismo se han producido dos grandes cismas: El Cisma de Oriente, incoado por Focio (862) y llevado a sus últimas consecuencias por Miguel Cerulario (1054), dio origen al nacimiento de la Iglesia Ortodoxa Griega que cuenta hoy con 220 y 300 millones de fieles (2015). El Gran Cisma de Occidente (1378-1417), provocado por la coexistencia en Aviñón y Roma de dos y hasta alguna vez de tres presuntos Pontífices, amenazó con romper la unidad de la Iglesia latina y sembró el desconcierto entre los fieles, que no sabían a cuál de ellos prestar obediencia; el cisma terminó gracias, a los buenos oficios del Concilio de Constanza (1414-18), que depuso a Juan XXIII, consiguió la abdicación de Gregorio XII, desconoció al obstinado Benedicto XIII y nombró a Martín V, que fue reconocido por toda la Cristiandad.