Es más angustioso que grave. Aparece con preferencia en los lactantes sanos, que, aunque parecen sufrir dolores agudos durante el ataque, no reciben aparentemente daño alguno del mismo, pues rara vez impide el cólico el aumento normal de peso o afecta a su salud, que por otra parte es excelente. Los ataques se presentan aproximadamente a la misma hora todos los días, a menudo en las primeras horas de la noche después de ingerido el último alimento. El pequeño llora violentamente con explosiones espasmódicas. Levanta las rodillas como si padeciera dolores abdominales. El vientre aparece distendido y produce un sonido hueco al ser percutido con los dedos. Los músculos se mantienen rígidos. La impresión general es la de que se hubiera acumulado gran cantidad de gases. De ordinario, el ataque se alivia rápidamente con la aplicación, de un enema de água tibia o la introducción en el recto de una sonda de goma blanda bien lubricada. Los enemas de jabón o medicinales no deben emplearse a menos que sean expresamente indicados por el médico. La sonda se ha de introducir suavemente; el procedimiento será inofensivo siempre que no se emplee ninguna fuerza.
Se han sugerido diversas causas para el cólico infantil. Aunque la sospecha natural recayó al principio sobre la dieta, se ha comprobado que en la mayoría de las víctimas el cuadro no varía apreciablemente con el cambio de régimen alimenticio. Algunos responden favorablemente a una reducción del azúcar y otros a la limitación de proteínas en el alimento. Ordinariamente el niño vence su tendencia al cólico a la edad comprendida entre los 3 y los 10 meses.