El café es la planta más cultivada en Colombia, destacándose por su gran valor económico y su papel crucial en las exportaciones.
Introducido en el siglo XVIII, su cultivo se consolidó en Cúcuta y se expandió por todo el país.
La calidad de sus granos, rica en cafeína y materia grasa, lo hace muy apreciado, especialmente en el mercado estadounidense.
Su producción influye significativamente en la economía nacional, afectando el poder adquisitivo de los colombianos.
Colombia: agricultura del café, historia
De todas las plantas cultivadas en Colombia la que ocupa más superficie, supone mayor valor económico e interviene en grado máximo en las exportaciones es el café. Introducido hacia 1730 en la región del Orinoco, sólo se organizó su cultivo a partir de su establecimiento en Cúcuta (1808), de donde se extendió paulatinamente a casi todos los departamentos. Su éxito se debe a su calidad, la densidad de sus granos, el alto porcentaje de cafeína y la abundancia en materia grasa. Aunque se puede cultivar desde el nivel del mar hasta los 2000 m es entre los 1300 y 1800 donde alcanza su máxima expansión y sus mejores calidades; se trata de regiones templadas en las faldas serranas o mesetas de altitud moderada.
Predomina el café suave, muy solicitado en el gran mercado estadounidense, que absorbe los 5/6 de las exportaciones colombianas. La influencia del café en el conjunto de la economía nacional es muy fuerte: si los precios y las cosechas son buenos aumenta notablemente el poder adquisitivo de la población; si hay un descenso en cantidad o en valor se determina una crisis que afecta, en mayor o menor grado, a todo el país. Regula además el café todo el comercio exterior colombiano y en algunos años llegó a representar hasta el 90 % de las exportaciones.
Sólo los departamentos de Atlántico, Bolívar, Córdoba y Chocó tienen escaso interés cafetero, por tratarse de «tierras calientes», más apropiadas a plantas de mayor exigencia termométrica. Caldas es el primer departamento, entre los que destacan los de Calarcá, Pereira, Manizales, Armenia y Tebaida, Santa Rosa y Quimbaya. Siguen en
importancia, con valores bastante próximos los del Valle del Cauca, Antioquia y Tolima; destacan en el primero los municipios de Sevilla (el primero del país en cantidad), Calcedonia, Trujillo, Roldanillo y Rio-frío; en Antioquia los de Fredonia, Andes, Venecia y Salgar, y en Tolima los de Cunday, Líbano, Ibagué, Venadillo y Chaparral.
En una segunda línea de departamentos productores están los de Cundinamarca, Santander Norte, Cauca, Santander y Huila, mientras son ya productores muy modestos los de Magdalena, Nariño y Boyacá.
Pese a su gran producción el consumo interno es relativamente bajo. Eso deja grandes cantidades para la exportación pero quita estabilidad al negocio cafetero, pues agrava los peligros de una superproducción o de una coyuntura económica desfavorable en los mercados exteriores. La Federación Nacional de Cafeteros, fundada en 1927, cumple una serie de misiones importantes: hacer propaganda del café colombiano, prestar ayuda a los cultivadores, estudiar técnicas y sistemas de venta en el extranjero, fomentar las tostadurías, llevar estadísticas de producción, orientar las exportaciones y vigilar las calidades. En Chinchiná (Caldas) existe un centro experimental especializado en el estudio de plagas y enfermedades del cafeto. Otro organismo importante es el Banco Cafetero, que brinda créditos a los productores, exportadores e industriales cafeteros.
Los puertos de Barranquilla, Cartagena y Buenaventura son los principales exportadores. La dirección casi exclusiva del café colombiano hacia Estados Unidos es peligrosa y le sería al país muy conveniente encontrar en Europa buenos mercados compradores.
