La combustión espontánea de sustancias es un fenómeno en el que materiales combustibles se inflaman sin necesidad de una fuente externa de calor.
Este proceso ocurre cuando el calor generado por una reacción química entre los componentes de la sustancia y el oxígeno del aire supera el umbral de inflamación.
Un ejemplo común es la inflamación de trapos impregnados de aceite, donde la oxidación produce suficiente calor para iniciar la combustión.
Es un hecho del dominio vulgar que las sustancias combustibles se inflaman cuando se calientan suficientemente en contacto con el aire. La causa del calentamiento puede ser una llama, una chispa, el calor radiante, el de fricción o el producido por una acción química. Cuando la inflamación de un material combustible se debe principalmente al calor producido por alguna reacción química entre sus componentes o con los del medio ambiente, se le denomina combustión espontánea o más científicamente inflamación espontánea. Un ejemplo corriente de este fenómeno, sin aplicación de calor externo, es la inflamación de los trapos impregnados de aceite o grasa oxidables y amontonados. La reacción entre el oxígeno del aire y el aceite (reacción conocida con el nombre de oxidación) se inicia ya a la temperatura ordinaria y produce calor suficiente para provocar la combustión en rescoldo e incluso con llama si las condiciones son favorables. Por lo general, el proceso es muy lento al principio, pero va acelerándose a medida que se eleva la temperatura. La del ambiente influye también sobre la velocidad de la reacción y dentro de ciertos límites puede llegar a ser un factor crítico. La relación entre superficie y masa, que aumenta con la finura de las partículas, favorece la producción de calor y la elevación de la temperatura. Por otra parte, la disipación del calor producido depende asimismo de la masa y de la forma del material.
No se ha dado hasta ahora ninguna clasificación científica bien definida de las sustancias que pueden provocar o sufrir la combustión espontánea. Sin embargo, es cómodo agruparlas de la manera siguiente:
Sustancias fácilmente oxidables.
Miembros bien conocidos de este grupo son los aceites de linaza, de soja y de oliva, que se calientan espontáneamente cuando están expuestos en grandes superficies a la acción del oxígeno del aire. Esto es lo que ocurre cuando un material fibroso o esponjoso está impregnado de aceite. En cambio, no se conocen casos de inflamación espontánea cuando se encuentran en masa, en barriles o depósitos, porque entonces la superficie expuesta al aire es relativamente pequeña. Ciertos metales fácilmente oxidables se inflaman espontáneamente cuando se pulverizan en el aire. El carbón vegetal, lo mismo que otras muchas sustancias porosas, tiene la propiedad de absorber volúmenes de gases relativamente grandes, proceso en el que se produce calor. Parece probable que la oxidación juegue también un papel importante en la inflamación, especialmente en el caso del carbón vegetal recién preparado, hacia el final del proceso. Con excepción de la antracita, todas las clases de carbón, y más aún los bituminosos, pueden inflamarse por oxidación en determinadas circunstancias. El aumento de la finura de la partícula favorece, como era de esperar, la oxidación. Para evitar la inflamación espontánea de los carbones resulta eficaz el limitar el tamaño de los apilamientos.
Sustancias que pueden provocar la inflamación al reaccionar con el agua.
Algunas de ellas no son combustibles realmente. El óxido cálcico o cal viva es un notable representante de este grupo; la reacción de un kilogramo de cal viva con el agua necesaria desprende unas 274 kcal. También se incluyen en este grupo el óxido de bario y el peróxido de sodio. En relación con el objeto que nos ocupa, es muy interesante la descomposición del agua por el sodio o el potasio metálicos con desprendimiento de hidrógeno. En el caso del potasio, el hidrógeno producido se inflama al contacto con el aire por efecto del calor de reacción y otro tanto sucede con el rubidio. La reacción con el sodio es menos violenta y el hidrógeno no se inflama tan fácilmente.
Sustancias cuya temperatura de ignición es muy baja y que se inflaman al contacto con el aire.
A este grupo pertenece la frecuentemente llamada fosfina inflamable, constituida realmente por una mezcla de fosfina gaseosa (PH3) con trazas de vapor de difosfina (P2H4). Esta última es espontáneamente inflamable al aire e inicia la combustión de la fosfina. El silicio forma también diversos hidruros espontáneamente inflamables a la temperatura ordinaria.
Productos agrícolas.
Existe una gran divergencia de opiniones respecto a la inflamabilidad espontánea del heno y de otros productos vegetales que, según las diversas teorías, debe atribuirse al calor producido por las acciones bacterianas o encimáticas, a las oxidasas o a la presencia de carbón o hierro pirofóricos. Sin embargo, se está de acuerdo, en general, en que la inflamación espontánea de tales productos es un proceso que transcurre en dos o más etapas. La primera, el calentamiento espontáneo hasta unos 80 °C, es debida principalmente a la fermentación u otras acciones microbianas, las que como se sabe desarrollan calor. Se supone que los microorganismos causantes mueren o pierden su actividad antes de alcanzar la temperatura de inflamación. Por tanto, parece que la elevación de ésta hacia el final del proceso debe atribuirse a la oxidación.
Existen también otras muchas sustancias, por ejemplo los abonos compuestos, que contienen varios ingredientes, algunos de los cuales presentan el mismo peligro que las incluidas en el grupo anterior, mientras los otros tienen el carácter de oxidables como las del grupo primero. Véase Incendios, Prevención de.
Cantidad de letras, vocales y consonantes de combustión espontánea de sustancias
Palabra inversa: saicnatsus ed aenátnopse nóitsubmoc Número de letras: 32 Posee un total de 14 vocales: o u i ó e o á e a e u a i a Y un total de 18 consonantes: c m b s t n s p n t n d s s t n c s
¿Es aceptada "combustión espontánea de sustancias" en el diccionario de la RAE?